La megalópolis de nuestros días, la ciudad de las ciudades, la ciudad que nunca duerme,Nueva York, es el hogar del nuevo libro de Javier Reverte. Después de una estancia en la urbe de varios meses ininterrumpidos, en los que el autor dedicó todo su tiempo tan solo a escribir y pasear las calles neoyorquinas, este texto va contándonos el día a día de una metrópoli fascinante y cargada de energía, que al habitarla nos ofrece casi siempre una visión llena de vitalidad. En su inimitable estilo, Reverte nos cuenta la historia de la ciudad, nos describe sus barrios -Harlem,el Village,el Midtown,Hells Kitchen,Chinatown,Broadway...-, se asoma a sus rincones menos conocidos, pinta sus dos ríos, habla de los escritores que han trabajado sobre ella, camina Manhattan de arriba abajo y de lado a lado, y nos retrata otros barrios cercanos, como Brooklyn y la isla de Roosevelt. Es un libro escrito con amenidad, humor, ternura y al que invade un aroma de extravagancia y un sonido sutil de trompeta de jazz.
Entre mis propósitos de 2017 –ahora que
todavía estamos queriendo ser mejores y más felices– siempre aparece Nueva
York. Sí, la ciudad: visitarla, vivirla, mirarla, envidiarla, perderme,
dejarme fascinar. Cualquiera que la haya conocido, me entiende. O debería. Por
eso no encuentro mejor forma de empezar el año literario que con un homenaje a
mi querida New York, a través de las confesiones, a medio camino entre la guía
turística y el diario íntimo, de uno de los grandes periodistas de viajes de
nuestro país, Javier Reverte, que no se cansa de pregonar su amor por la Gran
Manzana. Yo os confieso mi debilidad, cualquiera que ame la ciudad de los rascacielos ya me
cae automática bien. New York, New York viene respaldada por la editorial Plaza
& Janés.
La historia, según él la cuenta, es
la siguiente: el autor, enamorado como un adolescente de Nueva York, gana un generoso
premio literario y no se le ocurre forma mejor de gastarlo que cruzando el charco
durante tres meses. Es el sueño de muchos, algo así como el culmen de la
felicidad. Por eso, este libro parte de
un escenario maravilloso: el del turista que llega por enésima vez a la ciudad
con ganas de sentirse un habitante, con el propósito de descubrir los
rincones y sobre todo a las personas y, sobre todo, con la certeza de que está
viviendo un momento único. Y feliz. Y eso se nota, se transmite en el tono y en
la fascinación, en la forma de describir la ciudad. Como decía antes, está
contando a modo de diario, de forma cronológica, desde que aterriza hasta que
se le acaba el chollo, durante noventa días y noventa noches, que por algo es la ciudad que
nunca duerme. Y aprovecha sus vivencias para hablarnos de Nueva York. Y sí, la
ciudad, más allá de Sexo en Nueva York, de los escenarios de las películas de
Woody Allen o del pijerío de Gossip Girl es mucho más, y con una parte no tan
brillante. No tan glamourosa, pero también real.
Javier Reverte es honesto con el
lector, y le habla de la soledad de Nueva York –no os imagináis cuánto y en qué
proporciones-, hace un repaso a su corta historia, explica por qué son tan católicos
los americanos y los negros (y los negros americanos) o, por ejemplo, cómo se
explica que haya un millonario por cada 24 personas. Y así, el propio autor se va
fundiendo con el paisaje y nos lleva a la Fraunces Tavern, la taberna más
antigua de la ciudad, nos acompaña a la Hispanic Society y al MET o nos invita
a una noche de jazz en el mítico Blue Note. Nos habla de los perritos
calientes, de los parques y de la amabilidad de los neoyorquinos; ay, sí, qué amables,
qué cercanos. Y en sus páginas se respira Nueva York, ahí está condensada su
esencia y su carisma. El carisma de Nueva York, esa atracción innegable que
sentimos muchos. New York, New York
es, además, un libro que puede resultar curioso para los expertos en la ciudad y revelador para los novatos. No descubre –al menos a mí- muchos lugares nuevos,
pero viajar al lado de una eminencia como el señor Reverte es siempre un gustazo.
Ahora
que estamos todos diseñando mentalmente el año, apúntense Nueva York: la ciudad
y también el libro, que es una buena forma de ir abriendo boca.
Javier Reverte habla de él mismo, de lo que siente y de lo que le rodea, porque
nunca está de más visitar un lugar de la mano de un viajero profesional. Y él
sabe y se le nota y ama lo que ve. Él, como muchos otros, se siente cómodo en
Nueva York, aunque a veces, en algunos capítulos, tenemos que recomendarle
mentalmente que deje de tontear con la camarera o que se le deje de caer la
baba con alguna neoyorquina. New York,
New York compensa, porque a Manhattan hay que ir, aunque uno no quiera. ¿Todavía necesitáis que os convenza? Leed: “Y Nueva York, igual que el jazz,
es sobre todo libertad. Quizás sea esa una de las razones por las que esta urbe
nos hace sentirnos felices”.
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