Una pareja—él es médico, y ella, traductora del italiano—que lleva, aparentemente, una vida matrimonial de lo más corriente. Sin embargo, poco a poco, a través de las voces de los dos protagonistas, descubrimos una realidad diferente respecto a la que muestran: la suya es en realidad una unión de conveniencia detrás de la cual ambos se ocultan y se escudan. Mutsuki es homosexual y tiene un amante, Kon, que es su pareja real, un chico extravertido del que siempre ha estado enamorado; Shoko, en cambio, sufre de una inestabilidad emocional que la lleva a la depresión y al abuso de alcohol.
Imaginen la situación. Él es gay y tiene pareja (hombre) estable. Ella es
hetero pero tiene problemas mentales y también con el alcohol. Pero los dos se han casados, por obligación de sus familias, por mantener las apariencias ante una sociedad que no perdona la diferencia. Y así forman un hogar atípico,
una convivencia extrañamente equilibrada en la que cada uno de los dos se verá
obligado a hacer un esfuerzo por aceptar al otro, por encontrar un hueco de felicidad en este escaparate. Hablo de una historia mítica
en Japón -hay incluso una película- y que además se escribió hace casi treinta años. Hablo de Luz brillante,
una de las últimas apuestas de la valiente editorial Funambulista: una pequeña novela
escrita por la que se considera la Murakami femenina, Kaori Ekuni y donde nos
adentramos en lo más básico de la condición humana: la necesidad de sentirnos
queridos, la necesidad de ser aceptados en la comunidad.
La premisa del
libro ya pone al lector en alerta: esta situación tan atípica produce un
impulso de curiosidad irresistible. ¿Qué sienten los protagonistas? ¿Cómo consiguen convivir? Y es así como nos zambullimos en este
triángulo amoroso -el matrimonio y el amante de él- que se desarrolla sin grandes dramas, sin morbos innecesarios. Lo mejor de toda esta premisa es que no hay secretos para
ninguno de los implicados: ella sabe que su marido tiene pareja, él sabe que ella tiende a la depresión y a la tristeza. La relación entre los tres permite a los lectores reflexionar sobre la fragilidad del ser humano, sobre el respeto como necesidad básica humana, sobre el arte como salvador, como actividad capaz de sanar al desesperado. Y me gustaría hablar de uno de los capítulos más tiernos del libro: cuando ella le pregunta a su marido, en un arrebato de nostalgia, cómo es el amor, el
verdadero amor: quiere que él le cuente cómo se siente con su amante.
No me gusta caer
en clichés, pero a veces es inevitable: los autores japoneses –una gran porcentaje- tienen todos esa dulzura, esa delicadeza para tratar incluso los temas
más incómodos. Y así lo hace Kaori Ekuni, con una elegancia indiscutible, con
un amor infinito por sus personajes, porque sí, porque la historia está llena
de luz, de una luz brillante. Su estilo es delicado como el papel de arroz y preciso como la caligrafía japonesa. Sus personajes
está construidos a través de los detalles. Y sobre todo, no hay prisas por narrar. Todo en esta novela es lento: el ambiente y las emociones, el argumento. La historia está contada en primera persona: se van alternando la voz de cada uno
de los dos protagonistas.
Luz
brillante nos deja cegados, sin poder abrir los ojos durante un tiempo porque
la relación de esta pareja es tan original que impacta. Y así, queremos a los
protagonistas, los compadecemos y hasta los entendemos. Y todo gracias a la
mirada limpia de la narradora. Más libros así, más autores así, más editoriales
así y, sobre todo, más luces tan brillantes como éstas. Esta novela demuestra
que la literatura puede arrojar luz sobre la realidad e instruirnos sobre el respeto y sobre la tolerancia.