Como oficial de la Fuerza Aérea de Alemania, Lars Koch debe intervenir en una situación de emergencia: un terrorista ha secuestrado un avión de Lufthansa y pretende estrellarlo contra el Allianz Arena de Múnich, donde en ese momento setenta mil espectadores asisten a un partido de fútbol internacional entre las selecciones de Alemania e Inglaterra. Contraviniendo las órdenes de sus superiores, y consciente de la responsabilidad que deberá asumir por su terrible acto, Koch derriba el aparato para impedir la masacre en el estadio, causando la muerte de las ciento sesenta y cuatro personas que viajaban a bordo. Así pues, el juicio al que se somete al infortunado piloto es el núcleo de la primera obra teatral del célebre abogado criminalista alemán Ferdinand von Schirach. Con una trama sencilla pero contundente, el autor de superventas como Crímenes y Culpa nos conmina a tomar partido como miembros del jurado popular que deberá dictar una sentencia de tintes dramáticos y consecuencias inquietantes.
Hay un concepto que me fascina, que me deja
horas y horas pensativo, que quizás podría definirnos como seres humanos. El
mal menor. Sí, hay veces en las que uno está en una tesitura tan difícil que, elija
lo que elija, implica un daño. Imagínense, por ejemplo, que de una casa en
llamas con dos inquilinos, sólo puede salvar a uno. ¿A quién elegiría?
Imagínense, por seguir fantaseando, que está buscando trabajo porque lo van a
desahuciar y que le ofrecen el puesto de su mejor amigo. ¿Qué decidiría? En
casos así sólo queda tener el corazón frío y decantarse por lo menos
desfavorable, lo menos malo. Todos rezarnos por no tener que vernos en una
situación parecida, por no tener que elegir. Pero esto es justamente lo que
hace el autor Ferdinand Von Schirach, con la última novela que le publica
Salamandra, Terror, y que cuenta la
historia de un oficial militar que, ante la amenaza de unos terroristas que han
secuestrado un avión, decide derribar el aparato y matar a los pasajeros antes
de dejar que se estrelle contra un estadio de fútbol lleno hasta la bandera. Y
ahí está el juicio moral, la decisión difícil.
Sí,
no estamos ante una novela al uso porque está escrito como una obra de teatro:
el narrador casi no aparece y la historia está cimentada sobre el diálogo,
sobre lo que dicen los personajes. Lo que hacemos nosotros como lectores es
asistir al juicio en el que se intenta dirimir la culpabilidad del
protagonista, que está acusado de matar a los pasajeros del avión, más de
ciento sesenta personas, contraviniendo la orden de sus superiores. En Terror, es curiosísimo el título,
asistimos a la defensa del acusado y a los argumentos que se dan a favor y en contra
de su decisión. Y, a lo largo de todas las páginas, sobrevuela el mismo debate
ético: ¿quiénes somos para decidir sobre la vida de otro? ¿Valen más sesenta mil
vidas que doscientas? ¿Por qué? ¿Quién lo decide? ¿Hizo mal el acusado? ¿Y si
en ese avión iba el científico que iba a descubrir la cura del cáncer? Y el
lector no puede hacer otra cosa que tragar saliva y sentir cómo la cabeza se mete
en un bucle sin salida. Y en esta obra de teatro, los acusados somos nosotros,
los interlocutores están al otro lado de las páginas porque lo que nos están
preguntando directamente es: ¿y tú qué harías?
Terror, que acumula ya cientos de
representaciones por escenarios de todo el mundo, confirma el buen ojo del
autor para elegir los temas y para plantear esos debates que definen al ser
humano. Es brutal, una absoluta genialidad. Además, el autor nos vuelve a traer
una historia bien contada, desde la sencillez y la cercanía, desde ese lugar en
el que todos somos iguales, y donde pone sobre la mesa un problema mucho más
profundo, de mucho más calado: el mal menor. Terror tiene pulso, tiene nervio y, sobre todo, tiene la capacidad
de provocarnos mucho miedo.
Terror es tener
que decidir entre matar doscientas personas o dejar que mueran miles. Terror es verse en una tesitura parecida,
Terror es tener tanta responsabilidad.
Es cierto lo que dicen algunos de que la literatura a veces nos sirve de ensayo
para la vida. En este caso, no me cabe duda, porque el protagonista podría ser
cualquier de nosotros y la situación, cualquiera a la que nos enfrentemos en
nuestra vida. Y ahora sí, llega la gran pregunta. ¿Hubieras dejado que el avión
se estrellara contra el auditorio lleno? ¿Hubieras matado a los pasajeros del
avión? Mójate, ¿qué hubieras hecho tú? Piensa en el mal menor.