Desde tiempos inmemoriales los japoneses han percibido su realidad como el lugar donde moran los kami, divinidades de la naturaleza, como las montañas, los ríos o los árboles, o los espíritus de la tierra o de las profesiones, de los héroes o de los ancestros. A esta visión, heredada del sintoísmo, la religión autóctona de Japón, se han ido superponiendo armónicamente nuevas ideas provenientes de las tradiciones chinas e hindúes, e incluso Occidentales, que han ido configurando el particular imaginario japonés, un universo insólito habitado por seres fantásticos únicos.
Este libro se sumerge en el mundo de lo extraño, de lo no puede ser visto, para analizar, para analizar de manera exhaustiva, tanto a través de las creencias populares como de la tradición culta japonesas, la infinidad de demonios, espíritus, monstruos y fantasmas que pueblan sus relatos y que aún hoy continúan gozando de enorme importancia en la literatura como en el cine japonés.
Antes de dar mi opinión quiero dejar claro que no suelo leer muchos ensayos, quizás porque requieren de una lectura más lenta y más atenta, sin embargo, para mi sorpresa, El mundo fantástico en la literatura japonesa me ha resultado bastante ameno sin dejar de ser un estudio de lo que supone esa otra realidad en la sociedad japonesa.
Una de las cosas que debemos tener en cuenta es que cada sociedad utiliza sus propios elementos para conformar su imaginería. Esto se debe a que las circunstancias varían de un lugar a otro. Las distintas religiones que pueden convivir en un sitio, el tipo de política o e incluso el clima pueden dar pie a un tipo de fenómenos extraños muy distintos.
Lo que sí que es cierto es que el ser humano a lo largo de la Historia ha tendido a poner nombre a aquello que no entiende o está más allá de su entendimiento. En la antigua Grecia, por ejemplo, como se refleja en La Iliada o en la Odisea, los héroes y la gente del pueblo se encomendaban a los dioses. En Japón, sin embargo, estas manifestaciones extrañas no se las puede considerar como dioses, pero conviven e interactúan con el pueblo como cualquier otro mortal.
Lo fantástico, en Japón, puede estructurarse a partir del miedo, pero también de la risa, del adoctrinamiento, del descreimiento o de la ingenuidad, y éste probablemente sea uno de los rasgos más difíciles de comprender para un lector no japonés. Lo fantástico no siempre se asocia únicamente al miedo. La realidad fantástica en Japón es mucho más amplia que aquí, en occidente.
En Japón no existe ese concepto de final feliz como tanto nos gusta en occidente, supongo a ese concepto budista del karma que llegó desde la India. Por lo tanto hay seres que pueden causar males por el simple hecho de hacer sufrir, pero también puede haber seres que beneficien y ayuden a las personas.
Tras esta lectura he podido comprender un poco esos extraños seres que pueblan los relatos de los mangas que comparto con mi hijo (Inuyasa, Naruto, 666 Satán, Ranma ½… por poner un ejemplo), o de las películas de animación que vienen de Japón (La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro o Mi vecino Totoro, todas ellas de Miyazaki Hazao). Incluso Laura Gallego utilizó dos partes de un mismo elemento: Dragón-Serpiente, para su maravillosa novela Memorias de Idhún. El dragón como dador de vida y la serpiente como ser oscuro que absorbe la vida.
Por último, para terminar, este ensayo viene con unas ilustraciones estupendas de esos seres que pueblan la imaginería japonesa. También añadir que no me importaría conocer un poco más en profundidad la cantidad de relatos que se nombran en este ensayo.