Un volcán se desploma y sepulta a tres mil personas mientras el huracán Mitch devasta Centroamérica. Un periodista vasco acude al lugar de la tragedia para hacer un reportaje y desentierra a un individuo sin identidad que agoniza entre los escombros. Pero el hombre a quien acaba de salvar la vida no es un completo desconocido. Pronto descubrirán que tienen muchas cosas en común: ambos se ocultan tras una identidad falsa y tienen numerosas muertes a sus espaldas. Y aún hay más: uno de ellos es un sicario que tiene la orden de matar a quien ahora se ha convertido en su compañero. Emprenderán un largo viaje por un escenario desolado, destruido por el Mitch, en el que deberán enfrentarse a sí mismos, descubrir quién es el otro y, finalmente, resolver el enigma final: ¿es esta una historia de víctimas y verdugos?
Siempre es un gustazo escuchar/leer a alguien
que sabe de lo que habla/escribe. Se nota en la precisión, en la profusión de
detalles y en la lucidez con la que aborda los acontecimientos. Fernando Goitia fue un periodista que
estuvo cubriendo para algunos de los medios más importantes las consecuencias
del feroz Huracán Mitch. Veinte años más tarde ha convertido sus recuerdos
y sus vivencias en una novela que lleva por título La sacudida, publicada por Ediciones B, y en la que nos sitúa
frente a la muerte y la destrucción, nos
llena los ojos de escombros y nos obliga a reflexionar sobre la
supervivencia y el valor de la vida. El autor construye un alter ego, un
reportero curioso y decidido –¿acaso podría ser de otra forma?– que acude como
testigo al lugar de la tragedia, pero un encuentro fortuito lo llevará por
otros derroteros.
Tiene
esta novela una impronta que recuerda a una road movie, a uno de esos viajes
iniciáticos en los que los protagonistas se salvan, se redimen, encuentran su
otro yo. En este caso, La sacudida narra
la historia de un reportero que salva a un desconocido sin saber que, este
hecho, les transformará la vida a ambos: uno es un reportero con un pasado turbio;
el otro, un ex guerrillero reconvertido en sicario. A raíz de este encuentro se
inicia un viaje por una región devastada –no sólo exterior sino también
interior– en el que se dialoga sobre las responsabilidades y el destino, sobre
la culpa, la decepción y la búsqueda, sobre la supervivencia en el más amplio
sentido. ¿Cuánto pesa el pasado en nuestras vidas? ¿Cómo influye nuestro
entorno en nuestras decisiones? ¿Es posible huir de lo que hemos sido? Narrada
en primera persona por los dos personajes principales, la trama se va armando
como un puzle, y en ese paisaje global, vemos más muerte, más dolor y más
desolación. ¿Es posible una salvación cuando casi todo está perdido?
El
estilo, y de eso es consciente el autor, está pulido, es potente y directo,
seguramente herencia de sus labores periodística. Sabe cómo usar el lenguaje
para crear tensión, para azuzar la intriga, aunque aquí todo está trabajado
desde la lentitud. No hay prisas por contar, no apuesta por acciones
vertiginosas en cada capítulo. Quizás la jerga latinoamericana obliga a estar
más atento y ralentiza un poco la lectura, pero entiendo perfectamente que es
un requerimiento de la historia. No os quiero engañar: La sacudida es una novela sobre la tragedia, pero la tragedia es un
telón de fondo. Me explico: el huracán y sus efectos es parte del decorado
porque la acción va por otro sitio y se adentra en otro terreno. No estaría por
tanto dentro de las novelas de catástrofes, porque lo de fuera es sólo un
elemento más para hablar de los fantasmas de dos personajes. Esta historia está
concebida –o al menos así lo parece- como algo más profundo, y más intenso.
La sacudida es eso: una novela sobre las
sacudidas interiores, como símbolos de los temblores externos. Una historia
creíble, compacta con un mensaje muy claro que al final lo importante es
sobrevivir, a lo que sea. Aparecen la culpa, las malas decisiones y, sobre
todo, la necesidad de redención. Fernando Goitia nos pone frente a la muerte y
nos enseña que no sólo las catástrofes matan. Ahí lo dejo. Los reportajes que
el autor escribió para El País sobre el paso del huracán Mitch en Nicaragua y
que ahora inspiran esta novela fueron merecedores del premio Iberoamericano de
Periodismo Lázaro Carreter.