martes, 5 de mayo de 2015

Las lecciones peligrosas


Es de noche y, ansiosa ante su primer día como profesora de instituto, Celeste Price se masturba con furia. Ella es joven, y es hermosa, y tiene un marido, Ford, que es policía y tan hermoso como ella. Ambos forman una pareja perfecta, pero sólo sobre el papel; pues, mientras se satisface en silencio, Celeste adopta precauciones para que Ford no la toque. La explicación que nos da de este hecho desconcertante es muy clara, y más perturbadora aún: «Me lleva muy pocos años, puesto que yo tengo veintiséis y él treinta y uno. Pero supera en más o menos diecisiete años la edad que acapara todo mi interés sexual.» Y a partir de aquí, la protagonista tiene un único deseo: elegir a uno de sus alumnos con el que aplacar sus deseos; y lo encuentra en Jack Patrick un niño de catorce años, cohibido y delgado, prototipo exacto de la lujuria para Celeste Price.
 Confirmen que tienen más de 18 años antes de leer esta reseña porque vamos a hablar sin tapujos de sexo, deseo y pedofilia, porque vamos a conocer a una auténtica depredadora de jovencitos –una mujer con un único propósito en la vida: acostarse con chavales antes de que les cambie el cuerpo– y porque este tema, que nos pone la carne de gallina, nos produce asombro y repulsión a partes iguales. Todo esto es Las lecciones peligrosas, un incómodo best-seller –está traducido a 14 idiomas– que nos llega de la mano de Anagrama y en el que su autora, Alissa Nutting, se basa en un caso real para detallarnos la historia de amor-sexo-dependencia-obsesión entre una profesora y su alumno preadolescente. Y no se autocensura, no ahorra en detalles (escabrosos) ni en durísimas descripciones –«quiero oler la corrida en tus calzoncillos»–: es una novela que se pasea de forma magistral entre el morbo y el asco, que bebe de la intriga de la novela negra y que crea un ambiente espeso y caluroso, como si el libro tuviera bochorno.
            Lo dice una de las frases de la faja, porque la conexión es inmediata: recuerda a la celebrérrima Lolita, de Nabokov, pero propone un debate diferente: ¿somos más comprensivos cuando es una mujer la que seduce (o abusa) a un chaval con 13-14 años? ¿Lo somos?  La respuesta parece afirmativa, y sólo hay que leer los últimos capítulos para corroborarlo. Celeste Price, la protagonista sin alma, sin moral (y sin vergüenza), es una mujer sexy, escandalosamente guapa e irremediablemente seductora –así la describe la autora–, que dedica su vida a un único cometido: tener sexo con preadolescentes. Hay relaciones anales, sexo oral, lluvia dorada..., todo un catálogo de prácticas sexuales narradas con mayor o menor tino, pero que consiguen hacer sentir a disgusto al lector. La historia está contada en primera persona y ella insiste una y otra vez en su deseo, en que sólo le gustan los alumnos en ese corto periodo en el que pasan de niños a adultos. Y no duda en arriesgarse, en elegir a una presa y arrinconarlo, en quitarse los botones de la camisa para provocarlo y hasta en tocarle el pene; va a por todas, y en la novela parece que está orgullosa de sus gustos. De hecho, se vanagloria de ellos.
            No seré yo el que ponga en duda la valentía y la provocación de Las lecciones peligrosas. Tampoco criticaré ese personaje tan amoral que da miedo, y al que uno no deja de odiar durante toda la novela: Celeste no tiene culpa ni remordimientos ni se plantea dar marcha atrás en ningún momento, sólo hace gala de una cargante impertinencia, supongo que eso se lo da su espectacular belleza. Y es curioso, porque ella se permite el lujo de criticar a otros por sus gustos sexuales, como al padre del alumno al que se tira, por ir a club de strip-tease. El joven, el otro gran pilar de la novela, es un reflejo certero de la adolescencia, del pavo, la inocencia y el descubrimiento del mundo exterior tan propio de esa etapa: sus razonamientos, su actitud es quizá lo mejor de la novela, el contrapunto perfecto. La historia es sólida, pero no he terminado de encontrarle la gracia al estilo: las comparaciones me han parecido forzadas y la adjetivación, torpe, durante la mayor parte de la historia. Sus continuas imágenes iban sacándome de la novela.
            Las lecciones peligrosas es todo carne, sudor y semen, y dota la lectura de ese halo de estar haciendo algo prohibido o casi ilegal. Es una novela tremendamente provocativa e incómoda, como hacer el Camino de Santiago con una piedra en el zapato. Y la autora narra la historia sin sutileza ninguna, plantándonos ante los morros el panorama y dejándonos que lo digiramos como podamos, dejándonos al borde de la asfixia. Y sí, parece que nuestra conciencia viene predeterminada, porque quizá vemos menos grave cuando el abusador es una mujer que además parece una modelo de Victoria’s Secret. La novela ha sido prohibida en varias librerías de Australia, y eso no falla: nos lanzamos de cabeza ante lo que nos prohíben.
PS: No todas las críticas han sido buenas porque le exigen a la autora un posicionamiento ético, una condena de lo que narra.

6 comentarios:

  1. La verdad es que no me llama nada esta historia, la dejo pasar.

    Bs.

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    1. Sí, hay que tener un poco de estómago para leer esta novela... Un beso.

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  2. No es una historia que me apetezca leer...
    Besotes!!!

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  3. Soy demasiado sensible para estos temas... Gracias por la reseña!

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    1. ¡Pues entonces mantente alejada de esta novela! Gracias a ti por leerla. Un beso.

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