¿Se puede amar a dos personas a la vez? Esta pregunta eterna, tratada tantas veces en la literatura y el cine, se plantea bajo un nuevo prisma en esta cautivante primera novela de la guionista suiza Diane Brasseur, que sorprendió a la crítica francesa por el raro talento con que disecciona psicológicamente a sus personajes para narrar sin concesiones el drama silencioso de un hombre atrapado en un torbellino de sentimientos encontrados. Unas horas antes de viajar a Nueva York para celebrar la Navidad con su mujer y su hija, el protagonista y narrador de esta historia se encierra en su despacho con el firme propósito de no salir hasta haber tomado una decisión crucial: abandonar a su esposa o a su amante. No se trata del caso banal de un hombre que intenta burlar el paso del tiempo en compañía de una persona más joven. Todo lo contrario. Aunque de manera muy distinta, el protagonista ama profundamente a las dos mujeres, lo que le causa un enorme sufrimiento, pues al dilema de conciencia se suma la angustia de la incertidumbre y de la pérdida.
Las fidelidades. Y por lo tanto, la lealtad, la confianza y la honestidad. O las infidelidades: y también la deslealtad, la traición y la mentira. En cualquier caso, hablamos de la complejísima gestión de los sentimientos humanos. ¡Y qué fácil que se ve todo desde fuera, desde la seguridad que da estar a salvo! Es por eso que Diane Brasseur, la autora, nos propone un tema común –trilladísimo en la literatura universal– como es un amor a dos bandas desde una perspectiva (más o menos) nueva, desde una profundidad extraña, desde la visión de un hombre cincuentón, el narrador y protagonista, que tiene una mujer y una amante, a las que quiere por igual. Y aquí surge la duda y la turbación, el desasosiego. Las fidelidades (Salamandra), en sus poco más de 160 páginas, estalla desde la primera página y apela directamente al lector. ¿De qué lado te pondrías tú? ¿Con quién sientes más empatía? ¿Con el personaje principal? ¿Con la esposa que no se entera de nada? ¿Con la amante que acepta las reglas y que quizá espera en silencio a que la elija a ella?
No habla Las fidelidades de las aventuras de los infieles, no hay tampoco
momentos cumbre en los que la mujer está a punto de pillarlos o ratos de
tensión, no hay en definitiva una acción
propiamente dicha porque el único motor argumental de la novela es la decisión
que debe tomar el protagonista. La elección. La tensa calma. Y ninguno de
los caminos parece satisfacerlo al cien por cien. «Ya no sé con quién engaño a
quién», llega a decir nuestro narrador-protagonista. Hay en esta novela algo
perturbador y absolutamente inquietante: la recreación de una de esas
situaciones en las que uno sabe que tendrá que hacer daño a alguien, esos
momentos en los que salir indemne no es posible. Y aquí está el narrador, en
esta encrucijada, en esta maraña de pensamientos. Diane Brasseur apuesta por un
estilo sencillo y afilado, párrafos muy cortos, frases aún más cortas, diálogos
contados. Todo se sucede como la ráfaga de una metralleta.
Sale
airosa la autora de los dos grandes hándicaps que suelen tener este tipo de
historias. El primero, los lugares comunes y la ñoñería innecesaria: el
narrador (gracias a Dios) se enfrenta a la disyuntiva desde la serenidad, sin
grandes dramas ni enredados soliloquios. El segundo es el juicio moral. En
ningún momento se condena al protagonista por ser infiel. Se aborda como algo
que le ha pasado y que lo ha hecho muy feliz. Y a la decisión de con quién irse
se suma una nueva opción: la de seguir como hasta ahora. Diane Brasseur propone
por tanto un debate maduro y sin decoración innecesaria sobre los infinitos
caminos del amor y de las relaciones. Y no sabemos lo que piensan su mujer y su
amante, claro que no, porque es él el que habla y sólo se hace responsable de
sus sentimientos.
Las
fidelidades es, según se mire, una afrenta al amor o, como lo asume el
protagonista, una maravillosa posibilidad de amar más y mejor (a las dos).
Aunque en libros como estos lo literario parece pasar a un segundo plano y
todos nos apresuramos a posicionarnos, a decir qué haríamos y qué no, el estilo
de Diane Brasseur se agradece por lo conciso, por esa aspiración a lo poético
que no termina nunca de materializarse. Esta novela habla del amor desde la
cotidianidad. Desde lo práctico. Desde lo natural. Y la conclusión parece clara. Se puede amar a dos personas a la vez.
Desgraciadamente. O afortunadamente.
Plantea un interesante dilema humano. Conseguiste dejarme con la miel en los labios, por lo que apuntado queda. Gracias por el descubrimiento, Daniel, estupenda reseña.
ResponderEliminarUn abrazo ;)