¡La literatura o la vida!, eso podríamos gritar en el mismo tono de ¡La bolsa o la vida!, porque parece que siempre hay que elegir entre uno y otro: escribir o vivir, leer o vivir, crear o vivir. Y este dilema también se le presenta a la protagonista (sin nombre) de esta novelita, que después de veintitantos años en el sótano de una biblioteca, se lamenta así: ¿Para qué haber malgastado mi juventud en una biblioteca (…) si Martin no vuelve? Según parece, los libros no reemplazan a la vida, no la sustituyen. Ni a la vida ni al amor. Ella lo tiene claro: dedicarse a los libros es signo de que algo anda mal. Uno no se encierra diez horas al día para escribir si todo le va bien en la vida. La escritura sólo llega cuando algo no funciona. Si todo el mundo fuese feliz en la tierra, no se escribirían más que recetas de cocina y tarjetas postales, no habría ni libros, ni literatura, ni bibliotecas. Y ésta es sólo una de las muchas y contundentes reflexiones que la joven francesa Sophie Divry pone en boca de esta peculiar narradora en su obrita Signatura 400, a medio camino entre la novela y el ensayo, que tiene poco más de cien páginas y que nos trae –y con una edición excepcional, como siempre- Blackie Books.Una bibliotecaria –triste, aburrida y que siente que se le escapa la vida en el sótano de la sección de Geografía- encuentra una mañana, antes de abrir, a uno de los usuarios habituales durmiendo entre sus libros. Desde ese momento y hasta la apertura del centro, esta anónima funcionaria sermonea al oyente espontáneo con disertaciones sobre su vida, sus lecturas, su trabajo, las signaturas bibliotecarias, (entre ellas la aberrante ausencia de la 400), sus escritores favoritos, los odiados y, cómo no, la famosa nuca de Martin, un joven que merodea por su sección y que la hace fantasear de nuevo con el amor.
Signatura 400 es un
homenaje al maravilloso oficio de leer.
Sí, a través de una protagonista-narradora desencantada, una perdedora en todas
las parcelas de su vida, y de un estilo conciso, ágil y cautivador –no te
preocupes porque no haya ni un solo punto y aparte-, nos habla de algo tan
profundo como la relación de la lectura
con el ser humano. Qué preciosidad, ¿no os parece? Yo no soy de subrayar
libros, ni siquiera los míos –conozco a gente que lo hace, incluso los que no
son suyos-, pero sí tengo esta obrita llena de papeles de colores, con flechas
y exclamaciones, que me marcan esas páginas a las que deberé volver de vez en
cuando. Divry nos habla con naturalidad y con un encanto contenido de la
literatura que salva –la lectura es,
junto con la amistad, uno de los recursos más eficaces para sobrellevar el
dolor de la pérdida-, de los libros actuales -¿Qué tipo de literatura puede producir una sociedad en la que no hay
guerras, ni epidemias, ni revoluciones? Se lo diré yo: ficciones estúpidas
sobre buenas chicas y muchachotes valientes que se enamoran y se hacen sufrir
sin quererlo y se pasan el día entero llorando y pidiéndose perdón-, del
concepto de cultura, que es placer, pero también esfuerzo, y de ese rol divino
que debe tener la bibliotecaria y que no es otro que el de hacer que se produzca un encuentro mágico entre el libro y el lector,
como una especie de Celestina. Los dos
juntos, libro y lector, en el momento adecuado de la vida de cada uno, eso
puede producir chispas, una llamarada, una hoguera, puede cambiar una vida. Se
lo juro. Y yo también lo juro.
Es
una obra deliciosa, con una de esas protagonistas que uno ama en la literatura y que odiaría en la vida real: maniática
del orden, obsesiva y desesperanzada que sólo encuentra sentido a su existencia
entre los libros y en un amor que le da esquinazo. No le queda nada más. Ella,
que a veces saca carácter, canaliza su rabia hacia los libros innecesarios, productos de temporada que se encargan, se
imprimen, se televisan, se compran, se retiran, se destruyen, anti
saberes-librescos, y para mantenerlos lejos (lo más lejos posible) propone
un filtro, algo así como guardianes, que para eso la biblioteca es un templo,
el centro de la Gran Consolación, y no debería profanarse con libros malos.
Ella, bibliotecaria invisible, -¿acaso
puede ser de otra forma una bibliotecaria? Llamar la atención es molestar-
, también carga contra los políticos que
no apoyan la cultura, contra Balzac, contra Napoleón y contra los lectores
que sólo leen best-sellers. Posiblemente no compartas muchas de sus
reflexiones. Da igual, qué alegría da cuando te topas con personajes que tienen
una visión del mundo tan peculiar y que están
tan desahuciados por la vida que sólo les queda el amor por los libros.
Ésta
es una historia para bibliotecarios y lectores, para escritores, para los que
se sienten más cómodo en una biblioteca que en la sociedad, para los que aman
los libros y para los que quieren amarlos más, para los que, además de leer,
quieren vivir. Porque ¿leer es siempre un sustituto de la vida o es como el IVA, que añade un complemento
del 21%? Ahí os dejo la pregunta.
PS:
Ah, y critica sin piedad a esos que van a la biblioteca a hacer ruido, a
cuchichear o sólo a dejar pasar el tiempo porque tiene calefacción.
PS:
Dice que escribir es sexual. Que los escritores suelen tener problemas
sexuales: o por exceso o por defecto. (Jajajaja).
PS:
El título hace referencia a la clasificación Dewey, que rige todas las
bibliotecas del mundo a través de un sistema que elude la signatura 400, que ha
quedado desierta con la migración de Religión y Lenguas a otros apartados.
A mí no me gustó este libro.
ResponderEliminar¿Y te resultaron interesantes las reflexiones? Un beso:
EliminarSí, bueno, pero me pareció un libro muy aburrido.
EliminarMe ha parecido interesante, me lo apunto. Ahora que con lo de "Dice que escribir es sexual. Que los escritores suelen tener problemas sexuales: o por exceso o por defecto. (Jajajaja)." me has dejado muerta x) jajaaj
ResponderEliminarun besito
Imagínate cómo me he quedado yo. WTF??? Jajajaja. Un beso. Dani.
EliminarLleva tiempo entre mis pendientes este libro. A ver si logro hacerme con él prontito.
ResponderEliminarBesotes!!!
Se lee enseguida y tiene unas reflexiones fantásticas. Un beso! Dani.
EliminarNo conocía para nada este libro, pero me pica mucho la curiosidad, así que me lo anoto, que la reseña me ha convencido.
ResponderEliminarUn besiño