Un domingo por la tarde en el sur de California, Bert Cousins aparece sin invitación previa en la fiesta del bautizo de Franny Keating. Antes de terminar el día, ha besado ya a la madre de Franny, Beverly, y ha puesto en marcha la disolución de dos matrimonios y la unión de dos familias. Comunidad explora los ecos que este encuentro fortuito despierta a lo largo de cinco décadas en la vida de los cuatro progenitores y los seis hijos involucrados. Los niños Keating y Cousins pasan los veranos juntos en Virginia, donde forjan un vínculo duradero basado en la desilusión respecto a sus padres y el afecto extraño y sincero que crece entre ellos. Cuando Franny, a los veinte años de edad, comienza una relación con el legendario autor Leon Posen y le habla de su familia, la historia de sus hermanos deja de pertenecerle.
Lo confieso: me fascina la familia como núcleo
y hogar, como refugio y anclaje, pero también como origen de los traumas y los
pesares, como centro de amores y odios, como escenario de lo más primitivo del
ser humano: la protección y la destrucción. El entorno más íntimo, eso a lo que llamamos casa, es una
galaxia de relaciones personales, es siempre como un agujero negro
a punto de tragarnos. Y esto es lo que hace Ann Patchett en Comunidad, de la editorial Alianza de
Novelas: mostrarnos a dos familias que, por cosa del destino, quedan unidas
para siempre. Aquí están el azar, el destino y también el deseo. Y, como consecuencia lógica: la culpa y los remordimientos, el crujir de dientes.
En
una fiesta de vecinos, un hombre casado besa a una mujer casada. Este gesto de
amor no sólo rompe dos matrimonios sino que entrelaza para siempre a dos
familias. Y es así que asistimos a la evolución de todos estos personajes, los
del clan Keating-Cousins, desde mediados del siglo XX a principios del siglo
XXI a través de diferentes voces, a través de diferentes emociones. La vida cambia y ellos también cambian. El
tiempo pasa y los años dan el verdadero impacto de los acontecimientos. Y en
esta historia, tierna y dura a partes iguales, escuchamos a la narradora hablar
de la fragilidad de la vida, de cómo todo puede cambiar en un segundo, de que
muchas veces nuestra existencia depende de las decisiones de los otros. Este
libro es como la vida, impredecible. Y además, aborda algo que a mí me interesa
especialmente: las relaciones padres e hijos, las culpas que se echan en cara,
los amores que se comparten y los odios que nunca se verbalizan. A mí me
sorprende la lucidez de la escritora a la hora de retratar los laberintos
familiares, de escuchar los silencios que se arrastran de generación en
generación.
No
hace falta decir que Ann Patchett es una narradora con pulso, con las ideas muy
claras: sabe cómo enganchar, cómo contar y cómo emocionarnos, sabe darles voces
diferentes a los personajes y sabe, como un titiritero, jugar con las emociones
del lector. El estilo tiene esa aura de las grandes sagas familiares. Créanme,
hay algo en su prosa que se va metiendo dentro y que nos va dejando en el oído
una musiquilla. Me la imagino contándonos Comunidad a media voz, una noche
fresca de verano. Y además, es tanto su amor por la literatura que aquí hay un libro dentro de otro libro, una historia que se va repitiendo como un eco, como suele pasar con los traumas familiares..
Comunidad es una novela tierna (casi
achuchable) sobre la felicidad, sobre esa felicidad que, de repente, florece en
el sitio menos pensado; en este caso, en un beso furtivo y prohibido. Y este
encuentro desencadena un terremoto que aún sigue desestabilizando a los
protagonistas varias décadas después. Así es la vida, así es el amor. Y así es
la literatura. Pónganse cómodos y disfruten, dejen que Ann Patchett les cuente qué pasó.Daniel Blanco
Pues pinta bien. No me sonaba. Y podría animarme si se cruza en mi camino.
ResponderEliminarBesotes!!