martes, 13 de octubre de 2015

Una pasión rusa


Impredecible, bellísima y dotada de un hondo sentimiento, como la música compuesta por el genial Serguéi Prokófiev, así era Lina, su musa, su amante y su esposa. Nacida en Madrid en 1897, con apenas 20 años se enamoró perdidamente del que sería su marido, del hombre y también del genio. «La princesa Linette», «mi Avecilla», como la llamaba Prokófiev, comenzó junto al compositor la vertiginosa andadura que da cuerpo a esta novela, que transcurre en los grandes escenarios del siglo XX, desde el Nueva York de los rascacielos, al París de las vanguardias y el glamour, donde la pareja formaba parte del círculo más exclusivo de intelectuales y artistas: Coco Chanel, Hemingway, Picasso, Matisse, Ravel, Diáguilev... Los años transcurrieron luminosos hasta que Prokófiev decidió regresar a la Unión Soviética, donde pretendía consagrar el éxito cosechado en el resto del mundo. Allí, tras los dramáticos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Lina fue acusada de «espía extranjera» bajo el terror estalinista, encerrada y torturada en la siniestra Lubianka y condenada a trabajos forzados en el gulag. Solo su fortaleza, su pasión por la vida y el amor indestructible que sentía por su marido le permitieron sobrevivir.
 Hay pasiones tan intensas que podrían derretir la nieve de las estepas rusas. Hay amores tan entregados que nunca se superan y que se llevan casi como una condena, como una bola de hierro en los tobillos. Hay mujeres que aman demasiado, y hombres que no terminan de cogerle el tranquillo a eso del compromiso y las promesas. Y hay historias románticas del siglo pasado que ya no se ven, quizá para beneficio de nuestra salud mental y emocional. Hoy reseñamos Una pasión rusa, la última novela de Reyes Monforte, publicada por Espasa en una edición con pasta dura, y que ha sido galardonada, además, con el prestigioso Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio: una historia que relata la cómoda (al principio) y angustiosa (después) vida de la española Lina Codina, la leal compañera del genial compositor Prokófiev, a la que el destino le tenía preparados un par de sustos, y que sirve para hacer un repaso del mundillo cultural de la primera mitad del siglo XX en Nueva York, París y la antigua Unión Soviética.
Si nos fijamos en el título y le echamos un vistazo a la sinopsis, podemos hacernos una idea de las grandes tramas que van a aparecer en la novela: por una parte, el amor, esa historia de atracción y sensualidad que se establece al instante entre los dos protagonistas y que va perdiendo brillo a medida que avanza la historia; y por otro, la música, el arte, la cultura de unas décadas especialmente complicadas, aunque bien es cierto que las aspiraciones creativas de Lina quedan ensombrecidas por el éxito de su compañero.. Lo que en principio parece una típica historia de amor –igual de intensa que muchas otras-, alcanza una dimensión nueva cuando ella entra en el campo de trabajos forzados tras ser acusada de espía por el gobierno ruso: es ahí, sobre la página 400, cuando uno tiene la sensación de estar ante una verdadera experiencia vital, ante algo que realmente deja poso –en ella y en el lector-, y es entonces conocemos la verdadera esencia de la protagonista, ¡la Lina fascinante! Y resulta curioso que hay un puñado de páginas a mitad de la historia en las que la protagonista deja de brillar, porque se convierte en una mujer que se arrastra por amor, una mujer que no se quiere despegar de un marido que la desprecia. La protagonista, durante una época de su vida, es sólo eso: una mujer que aguanta.
               Para contar la historia, Reyes Monforte recurre a una estructura temporal clásica (y cronológica) y después a un estilo fluido, con cierta tendencia al preciosismo y a la abundante adjetivación. En esta decisión, caben también las metáforas y las descripciones precisas. Y ancla también el argumento a personajes conocidísimos, que le dan aire a la novela: pasan por ahí Coco Chanel, con la que tiene varios encuentros, o con Ernst Hemingway, con el que tiene una charla casual en un bar. Una pasión rusa se lee como un paseo por la historia de la primera mitad del siglo XX a través de la cultura y la política, y a través también de la peculiar mirada de una mujer. Y después de leerla, nos queda la desasosegante certeza de que el arte no puede separarse de la política, y más en regímenes totalitarios…
            ¿Sabéis eso de dejar lo mejor para el final? Es lo que ocurre en Una pasión rusa, una novela donde hay música, lujo, amor –romántico, primero; dependiente, después– y sufrimiento, todo en cantidades industriales. Y, como buena biografía, está llena de mensajes vitales: “Porque a veces la vida nos pone en un lugar que no nos corresponde”, llega a decir la protagonista en un momento dado, sin imaginarse que acabaría en un campo de concentración. Hagan un hueco para las 600 páginas de esta novela y conozcan a Lina, y compréndanla, aunque os den ganas, en algunas páginas, de zarandearla. Porque hay vidas que merecen ser escritas, porque hay amores que merecen ser recordados. 

PS: Y eso sí, si además, sois melómanos y manejáis un poquito el mundillo, tendréis un aliciente extra, porque hay muchos pasajes centrados en la música y el arte de la época.

6 comentarios:

  1. Preciosa esta historia. A mi me ha cautivado. La leí hace unas semanas y me conquistó por completo.

    Besos

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  2. Tengo que hacerme con este libro que seguro que me gustará :3

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  3. No lo conocía pero pinta muy bien y me llama mucho.
    Un beso

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  4. Ya sabía de su existencia, pero aun no he tenido hueco para poder comprarla y leerla; espero poder hacerlo, porque me llamo muchísimo la atención cuando leí su sinopsis.
    Besos ^^

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  5. Me encantó! Me sobraron muchos nombres, pero la historia es preciosa.
    Besos

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  6. parece interesante, del tipo de libros que ma´s suelo leer
    apuntado
    un beesito

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