martes, 30 de octubre de 2018

Una televisión con dos cadenas


Este libro no tiene antecedentes en la bibliografía española, por lo que ha de convertirse, sin duda alguna, en un referente obligado para cualquier lector interesado en la historia de la televisión. Hasta este momento no se había abordado de modo sistemático y completo la investigación de la programación y de los programas televisivos en España. Los espectadores que visionaban aquella televisión que empezó a emitir en 1956 y que, recordemos, era la única para toda España, fueron construyendo su imaginario con las imágenes que presentaba su receptor de los avatares de aquellos años. Todo ello pertenece ya a su memoria y su biografía. Las aportaciones que componen este volumen responden a un trabajo de investigación sistemático y riguroso. Con él se rompe también el mito de la falta de fuentes para construir la historia del origen y primer desarrollo de la televisión.


Todos, alguna vez, hemos escuchado a nuestros mayores decir eso de: “en mi época sólo había dos cadenas, la primera y la segunda”. Sí, señores y señoras, hubo un tiempo –casi 35 años– en el que la elección sobre qué programa ver había que hacerla entre dos posibilidades. No teníamos más. Tampoco hace falta irse muy lejos ni tener cien años para acordarse. Yo, por ejemplo, tengo una ligera idea y podría nombrar Falcon Crest, Dinastía, a Jesús Hermida y a los Payasos de la Tele, Un, dos tres, la Bola de Cristal y Verano Azul. Hablo hoy de un libro para nostálgicos, para curiosos y teleadictos, un libro que nos va a contar la Historia reciente de nuestro país, pero a través de la televisión. Es un repaso sociológico a nuestras costumbres y a nuestros gustos, un paseo por nuestra memoria emocional y audiovisual. Me refiero a Una televisión con dos cadenas, publicado por la editorial Cátedra y coordinado por el catedrático en Comunicación Julio Montero Díaz: un exhaustivo estudio –pionero, detallado– sobre la programación en nuestro país. Bienvenidos a esta biografía sobre la caja tonta
            Recordemos que las televisiones privadas, Antena 3 y Telecinco, empezaron a emitir en el año 1990. Antes, todo estaba en manos de las dos cadenas generalistas: 34 años de monopolio absoluto. Este estudio, que suma más de 800 páginas, se divide en tres bloques, que son a la vez tres épocas distintas, tres escenarios políticos diferentes: el Franquismo, la Transición y el Gobierno Socialista. Todo arranca en 1956, cuando sólo los más afortunados tenían televisión. En todo este recorrido, están el NoDo y la censura, Historias para no dormir, Perry Mason, Bonanza, Chicho Ibáñez Serrador, Reina por un día, Un millón para el mejor, los Chiripitifláuticos, Un globo, dos globos, tres globos, Antoñita la Fantástica, Embrujada, Reina por un día. Y más. Mucho más. Ay, el mítico Estudio 1 y las obras de teatro en directo. Es para mí la televisión del Franquismo la parte más interesante de la investigación porque la televisión no tenía como principal objetivo las audiencias sino educar a la población. Vender las virtudes del Régimen. Moralizar. Hacer ciudadanos decentes y dóciles. 
            Ojo: no es un libro únicamente para investigadores o para profesores. ¡Claro que no! Es un estudio para cualquiera que le interese cómo era la televisión y cómo éramos los españoles, es un libro sobre nosotros como país, sobre nuestros gustos televisivos. Se acerca, por la forma en la que está concebido, al estilo académico, pero es contundente, conciso y está trufado de datos, números, fotos y tablas de datos. Una televisión con dos cadenas conmueve y remueve porque apela también a nuestra memoria emocional. Analiza qué recuerda el público, por qué lo hace y cuál fue la repercusión de determinados programas en nuestro país.
            Y durante la lectura, no he podido dejar de sonreír, de recordar, de comentar mis hallazgos con mis abuelos, con los amigos de mis abuelos. Qué delicia de estudio, qué bien que alguien desempolve nuestros recuerdos, los de toda una comunidad. Una televisión con dos cadenas es imprescindible por su novedad –es la primera vez que tenemos un estudio tan exhaustivo sobre la historia de la televisión-, por su accesibilidad y su cercanía porque es otra forma de mirar la segunda mitad del siglo XX. Y a mí la memoria me interesa siempre. En este libro está lo que fuimos –televisivamente hablando- porque fue el germen de lo que somos. No puedo acabar de otra forma sino felicitando a todos los que han participado y, por supuesto, a Cátedra- ¡Qué gran trabajo! 

lunes, 29 de octubre de 2018

Causas naturales


¿Para qué sirve cuidarse si nuestros cuerpos no son de fiar? Ehrenreich desmonta todas las manías que guían nuestros intentos por vivir una vida más larga y saludable, desde la importancia de las revisiones médicas preventivas hasta los conceptos de bienestar y mindfulness, desde las dietas de moda hasta la cultura del fitness. Las células tienen la costumbre de envejecer o volverse cancerígenas, demostrando una y otra vez que nuestros cuerpos tienden a tomar sus propias decisiones, y no siempre las toman a nuestro favor.Nos estamos matando para vivir más tiempo, pero no mejor. Con el cáustico sentido del humor que la caracteriza, Ehrenreich nos ofrece una alternativa: vivir bien, incluso con alegría, aceptando nuestra propia mortalidad.


Parece algo innato al ser humano: la incansable búsqueda de la inmortalidad. El hombre (o mujer) moderno busca robarle años a la muerte con nuevos trucos: la buena alimentación, el deporte regular, los pensamientos alegres. O lo que es lo mismo: comiendo poco, machacándose mucho y sonriendo siempre. Y así, nos vamos sintiendo un poco más eternos. Toda esta tendencia tiene una parte muy retorcida (y no lo digo yo): si alguien muere con menos de setenta años, los demás piensan que él se lo ha podido buscar, que seguramente haya sido culpa suya porque no siguió las normas para garantizarse una vida más larga. El tabaco, el alcohol, la mala comida o el estrés. Y fíjense, ésta es una de las premisas sobre las que se construye Causas naturales, cómo nos matamos por vivir más, un ensayo de la estimulante y siempre polémica Barbara Ehrenreich, que llega publicado por la exquisita editorial Turner y que viene a plantarnos ante nuestras narices esta obsesión por ganarle la batalla al tiempo. Sus reflexiones no tienen desperdicio.
            Algunos recordarán a la autora por su libro Sonríe o muere, en el que le ponía los puntos sobre las íes al pensamiento positivo, a esa alegría forzada y diaria que todos teníamos que sentir y que exhibir para tener una vida plena. Sí, Ehrenreich se desmarcó de esa tendencia global porque se había cansado de pertenecer a una sociedad en la que había que estar alegre a todas horas, en la que la tristeza parecía una decisión personal, el síntoma de un fracasado, de alguien que no iba a llegar a nada. Ahora vuelve para zarandear con las dos manos el panorama médico. Esta mujer, que dejó de hacerse chequeos rutinarios como forma de rebelión ante la industria farmacéutica y el capitalismo médico, intenta poner un poco de cordura en esta obsesión contemporánea por la juventud, la salud, el cuerpo. A la autora le sorprende que cuando alguien pobre muere joven los demás siempre preguntan: “¿Bebía? ¿Fumaba?”. Dice que lo que hacen es culpabilizarlo, responsabilizarlo de no haber conseguido que su vida fuera más larga.
            El mensaje que subyace en el texto durante todo el ensayo es que muchos de nosotros nos hemos olvidado de vivir mientras nos obsesionamos con alargar nuestras vidas. Hay gente, recuerda Enhenreich, que se priva de muchas cosas satisfactorias sólo por asegurarse más tiempo de existencia. La autora, que confiesa, por ejemplo, que come pan con mantequilla cada mañana, lo cuenta todo con un halo de ironía, pero sin olvidar la parte científica, los datos. Las evidencias. Su estilo es serio y claro, contundente, como sus propuestas. Y sobre todo, lo expone todo con una lucidez indiscutible. En un mundo tan cambiante como el nuestro, dice ella, el ser humano necesita sentir el control sobre algo y ha elegido su propio cuerpo, por eso se obsesiona por él. Y todo esto viene porque no asumimos nuestra mortalidad, no hablamos de lo único seguro de la vida: la muerte.
            Si hay algo que le agradeceré siempre a cualquier interlocutor (ya sea un escritor, un panadero o un pasajero de cualquier autobús) es que sea estimulante, que me saque de mi zona de confort y que me proponga nuevos retos, nuevos debates intelectuales. Barbara Enhenreich lo hace con Causas naturales, un ensayo valiente y novedoso, un bofetón a nuestra obsesiva preocupación por vivir más, aunque no sea mejor. Y no se calla nada: aquí están sus opiniones sobre el yoga, el reiki o el mindfulness, sobre las cremas antiarrugas o sobre los gimnasios, porque, como lanza la autora, ¿esto es sólo una ideología o hemos caído en una trampa del capitalismo y somos víctimas de un negocio globalizado, el de intentar mantenernos siempre jóvenes y sanos? Lean, piensen y después tomen sus propias decisiones. 

martes, 23 de octubre de 2018

Filek


La famélica España de 1939 estuvo a punto de convertirse en la principal potencia exportadora de petróleo. Eso al menos es lo que Franco creía entonces y lo que pronto la prensa del régimen se encargaría de pregonar a los cuatro vientos. Un químico austriaco llamado Albert von Filek, inventor de un combustible sintético que mezclaba extractos vegetales con agua del río Jarama, había puesto su fórmula secreta al servicio del engrandecimiento de la nueva España después de rechazar generosísimas ofertas de las grandes compañías petroleras. Protegido y adulado por el régimen, Filek gozó de la estima de sus más altas personalidades hasta que un simple análisis químico desveló el engaño y provocó su ingreso en prisión.

Imaginaos la historia: un austriaco con ínfulas de visionario dice que es capaz de convertir el agua en gasolina. Sí, así de fácil. ¿Cómo? Añadiéndole unas hierbas. Lo que a todos nos pudiera parecer una sopa o un puré convenció a Franco y a sus colaboradores, que le dieron un puñado de millones de pesetas, expropiaron un solar enorme para que levantara ahí su fábrica y lo publicitaron en todos los medios de comunicación de la época. El dictador se frotaba las manos porque pensaba que había encontrado la gallina de los huevos de oro, un nuevo combustible. Ese extraño líquido que, evidentemente, nunca funcionó se bautizó como Filek, igual que el apellido de su inventor. Y así se llama la última creación de Ignacio Martínez de Pisón, una novela publicada por Seix Barral en la que narra la llegada de este impostor a España, sus tretas para llamar la atención de la cúpula del poder y su posterior caída en desgracia. 
             Filek no es ficción o, al menos, no como la entendemos nosotros. Me refiero a que lo que se narra forma parte de la Historia de nuestro país –hicieron falta tres años de investigación para armar este libro- y además, el autor se encarga de escribirlo como un reportaje periodístico (largo), trufado de datos, nombres y documentos, como una especie de experimento metaliterario donde va compartiendo con los lectores no sólo sus descubrimientos sino también su fascinación por este hombre que consiguió engañar a todo un país con una historia que no tenía ni pies ni cabeza. Martínez de Pisón se ciñe a la información que tiene y cuando conjetura o imagina, lo deja claro. Y además, no imagina diálogo ni introduce digresiones imaginarias. El susodicho se llamaba Albert von Filek. Detrás, como imaginaréis, del protagonista había un seductor, un embaucador, un estafador profesional que había dejado un reguero de damnificados, incluidas un montón de noches de hotel sin pagar y hasta a una mujer casi en el altar. Él no tenía vergüenza ni remordimientos. Era un buscavidas, un pícaro, un hombre predestinado siempre al engaño. Además, fíjense, todas las mentiras se desarrollan en una época especialmente complicada donde señalarse, en uno y otro bando, podría significar la vida o la muerte.
             Ignacio Martínez Pisón apuesta en Filek por la naturalidad. Se nota en el estilo y en el tono de la narración, que da la sensación de ser una confesión donde se limitan al mínimo las florituras narrativas. Todo es claro, directo, conciso. Todo es serio. La historia, es curioso, empieza casi como una comedia de enredos con uno de esos personajes que sólo sabe meterse en líos y termina convertida casi en una tragedia cuando lo encarcelan en una de esas prisiones republicanas durante la Guerra Civil. Sobrevive, primero, por el caos burocrático y después porque Franco tampoco quería airear que había sido engañado.
            Filek se lee con agrado, con curiosidad y hasta con cierta sorpresa. En esta novela de no ficción –ojo a este género al que muchos se están sumando- confluyen dos grandes aciertos: un protagonista que es un estafador de medio pelo, pero al que le suerte parecía acompañar, y un narrador solvente –solventísimo- que sabe subrayar lo mejor, que contagia el entusiasmo por este personaje. Sí, esta es la Historia del hombre que engañó a Franco, porque las pequeñas anécdotas también retratan una época.

miércoles, 17 de octubre de 2018

La gente en los árboles


Todo comienza a mediados de los años cincuenta cuando Norton Perina, un joven médico, se une a una expedición a la Micronesia en busca de una tribu perdida, sin saber que la jungla atrapa y te cambia, porque ahí, donde nadie nos ve, podemos por fin mirarnos en nuestro peor espejo. En 1995 ese mismo hombre ingresa en prisión después de haber sido acusado de abuso sexual por uno de sus cincuenta hijos adoptivos. Los lazos con su familia se rompen, sus amistades desaparecen y la comunidad científica le da la espalda. Desesperado, abandonado por la sociedad, Norton escribe sus memorias desde la soledad de su celda para probar su inocencia y tratar de recuperar aquella parte de sí mismo que se quedó prendida en la isla salvaje. La gente en los árboles nos convierte en confidentes de una mente brillante y nos atrapa en un festín de palabras que pueden ser verdad o mentira.


La conoceréis porque dejó un batallón de lectores destrozados, abrazados a su primera novela, con un hipido en el pecho y la convicción de que aquello, justamente aquello, era la experiencia de la lectura, algo arrebatador, casi mágico. ¡Ése era el poder de la palabra! Ahora hablo por mí cuando digo que pocas veces había sentido esa desazón, esa zozobra en el ánimo tras leer las últimas líneas de un libro. ¡Qué emoción tan maravillosa! Me refiero a Tan poca vida, publicado por Lumen y convertido en una radiografía dolorosísima de las relaciones humanas, de los miedos y las trincheras, del amor. Ése es ya un título de referencia, uno de los pocos que volveré a leer tarde o temprano. Su autora, Hanya Yanagihara, se ha convertido ya en un nombre respetado de las letras modernas y vuelve a ser Lumen la que recupera su primera novela, La gente en los árboles, para hablarnos de un premio Nobel, un científico reputado y admirado, que repasa desde la cárcel su vida después de haber sido acusado de abuso sexual por parte de uno de sus hijos adoptados.
             La historia –o lo que puedo adelantar de ella– es la siguiente: Norton Perina es un científico lúcido y valiente, ganador del Nobel, que descubre en uno de sus muchos viajes a unas islas perdidas de la Micronesia una especie de la garantía para la inmortalidad. Él descubre que las tribus de la zona basan su alimentación en una tortuga autóctona que, al parecer, alarga la vida y que llega a convertirse en un símbolo, casi en un ser mitológico. Él no sólo vuelve a Occidente con su descubrimiento bajo el brazo y la admiración de la comunidad científica sino con varios (muchos) hijos que ha ido adoptando en estas tribus para procurarles una educación, un futuro nuevo. La historia nos la relata, con todo lujo de detalles, el propio protagonista, por lo que vamos a conocer su versión. Tendremos que ponernos en las manos de un narrador poco fiable y confiar en él, a pesar de que podemos intuir que es un gran manipulador. La novela, y os lo advierto desde ya, tiene algunos pasajes que no son fáciles o cómodos (los que la habéis leído me entenderéis), porque obliga al lector a salirse de su zona de confort.
             Ya apuntaba maneras la autora. Su estilo vuelve a ser preciso y preciosista, casi envolvente, como una tela de araña en la que las palabras y su musicalidad tienen un peso importantísimo. La trama avanza lenta pero segura, recreándose en los ambientes y en los detalles, alargándole la mano al autor. Tiene un no sé qué en la forma de narrar que atrapa y desconcierta, que emboba e inquieta. Quizás ése sea el logro de Yanagihara. Sorprende también su temeridad a la hora de abordar ciertos temas de mucho calado: la inmortalidad, el prestigio, el sexo, la dominación y la conquista, y todo sin juzgarlo, sin destilar moralina. La novela tiene un ramalazo antropológico fascinante porque nos obliga a mirar a los ojos a otros humanos con otros rituales y otras creencias. Nos obliga a despojarnos de prejuicios.
            La gente en los árboles y los lectores también en los árboles o donde el narrador nos lleve. Es fácil dejarse arrastrar por la pluma de Yanagihara, algo así como andar con los ojos cerrados pero dándole la mano a alguien en quien confías. Esta novela tiene algunos de los logros narrativos que yo más aplaudo: es una historia estimulante, una prosa cuidada y contundente y una trama que nos hace posicionarnos frente a los temas más controvertidos de la vida. La gente en los árboles y los lectores, con libros así, en las nubes. 

domingo, 14 de octubre de 2018

Infiltrada


Han pasado casi dos décadas desde que Soo-min desapareció en una playa de Corea del Sur. El informe oficial afirma que murió ahogada junto a su novio, pero Jenna, su hermana gemela, siempre se ha negado a admitir esa versión de los hechos. En todos estos años, el errático e impenetrable régimen de Kim Jong-il ha intensificado su política de intimidación al vecino del sur, y por extensión a todo Occidente, mientras se confirman los indicios de que su programa nuclear avanza a un ritmo peligrosamente rápido. Debido a sus conocimientos de geopolítica, a su dominio del idioma y a los rasgos físicos heredados de su madre coreana, Jenna es escogida para unirse a los grupos de expertos en asuntos norcoreanos reclutados por el gobierno estadounidense con el propósito de hacer frente a la amenaza. Servir a su país y al mismo tiempo indagar en la verdadera historia de la desaparición de su hermana es una oportunidad que Jenna no puede dejar escapar. Convertida en una agente encubierta e infiltrada en Corea del Norte, está dispuesta a poner en riesgo su vida para recuperar a Soo-min y así cauterizar las heridas que le impiden llevar una existencia plena.


Era cuestión de tiempo que alguien escribiera esta novela. Un thriller. Una historia de suspense, de acción. Casi una distopía. Un mundo raro y a la vez posible. Una sociedad inimaginable y a la vez cercana. Lo nuevo, lo carismático, lo sorprende no está en ninguna de las decisiones propiamente narrativas sino en el escenario elegido: Corea del Norte. Sí, la mismísima Corea del Norte. Con semejante paisaje, uno ya se predispone a un nivel altísimo de desasosiego, de inquietud. Lo que cuenta es ficción, pero está pasando. Infiltrada es una de las últimas apuestas de la editorial Salamandra, del autor D.B. John, y en la que se narra la historia de una joven surcoreana –lista, valiente y traumatizada- a la que proponen infiltrarse en Corea del Norte para investigar ciertas políticas del gobierno. Y de paso, intentará descubrir por qué su hermana desapareció misteriosamente en una playa veinte años antes, cuando era adolescente. 
           No hay nada que dé más miedo que lo real, que lo posible. Es por eso que Infiltrada se lee con avidez, con una angustia constante metida en el pecho porque el lector tiene la sensación de estar colándose de puntillas en un sitio prohibido. Y así es. Nunca antes habíamos tenido tanta información sobre Corea del Norte. Uno, a medida que avanza la historia, conoce la opresión, el hambre y el miedo de los habitantes del país, y sobre todo, descubre lo que no se puede contar. Conocemos a la señora Moon, que retrata a las capas más bajas, ésas que mueren de hambre, que están continuamente vigiladas y expuestas a cientos de castigos. Tenemos a los militares, los que sirven a la familia del dictador –no voy a decir su nombre por si hay espías también por aquí, y sobre todo, tenemos bases secretas, operaciones especiales, los delitos que pasan de generación en generación y hasta campos de trabajo forzados. Es, sin duda, el gran acierto del autor, la elección de Corea del Norte y su tratamiento, como si fuera un personaje más, como si realmente tuviéramos ante nuestras narices el enemigo. El autor cuenta que todo está basado en su “espantosa” experiencia en ese país. 
           La sombra de Corea del Norte es alargada. Aunque el estilo y los personajes siguen los parámetros del género, lo que le da a esta novela un elemento novedoso y absolutamente revelador es el escenario. Aun así, y como adelantaba antes, los personajes están bien trazados, son creíbles y tienen motivaciones coherentes, el estilo está cuidado –quizás muy por encima de los libros del género- y está muy bien estructurada: los capítulos son sólidos y terminan siempre en alto. Se nota a leguas que no es obra de un principiante. Además, el suspense está dosificado con criterio y la ambientación se sostiene.  
            El equipo de Salamandra ha dado en el clavo a la hora de promocionar la novela: en efecto, es una apuesta original y, además, tiene un plus de angustia porque sabemos (con cuentagotas) que situaciones parecidas están ocurriendo al otro lado del mundo. ¡Están ocurriendo! Infiltrada se lee con ansia, como una buena novela de suspense, y también con la curiosidad del que se enfrenta a un ensayo sobre cómo se vive en Corea del Norte. Sí, respiren hondo. Esta novela es como dejarte encerrado en una sala sin ventanas. Falta el aire. No hay luz y de nada sirve gritar. Prepárense para sentir la claustrofobia. No hacen falta fantasmas, zombies o asesinos en serie para temblar de miedo. El terror está, a veces, más cerca de lo que nos creemos. ¡Bienvenidos a Corea del Norte