martes, 31 de julio de 2018

Entrevista a Juanjo Grau


Entrevista a Juanjo Grau

Hola, Juanjo. Me gustaría agradecerte que contestes estas preguntas para este espacio. Es un placer para mí poder contar con tu talento en este blog.

1— ¿Quién es Juanjo Grau?
Empezamos fuerte, ¿eh? ¿Llega uno a conocerse realmente? Te puedo contar lo que sé, que no sé si se corresponde con la realidad que otros perciban.
Nací hace cuarenta y ocho años en Valencia, me crie en Mallorca y volví a Valencia a terminar mis estudios universitarios (soy licenciado en ciencias biológicas). Pero ya desde adolescente estaba infectado por el virus del teatro, así que fue terminar la carrera y lanzarme de lleno a la vida farandulera, en la que estoy desde entonces, acompañado de Anabel, mi pareja desde esa época. Juntos y por separado hemos hecho casi de todo en este oficio: Teatro, café teatro, teatro de calle, animación, cortometrajes, algo (poco) de cine y TV y, sobre todo, teatro infantil y payasos. Yo, además, también hago magia.
Hace algunos años ella se lanzó a las aguas de la literatura, convirtiéndose pronto en una novelista reconocida. De ella fue la descabellada idea de que yo también podía escribir una novela. Y, mira por dónde, una vez más, ella tenía razón, demostrando conocerme mejor que yo mismo. Aunque si fui capaz de llegar hasta el final es porque me sometí al estricto plan de trabajo que planificó ella para mí.

2— Cuéntanos qué podemos encontrar en Llámame Berta.
LLÁMAME BERTA es una novela negra que indaga en algunos aspectos oscuros, crudos y brutales del ser humano. Narra la historia de una venganza a lo largo del tiempo.
Por un lado está la historia de dos hermanos adolescentes que, a mediados de los años noventa, son apostados por su padre, alcohólico y ludópata, en una timba clandestina y viven un infierno marcado por el sexo, los abusos y la crueldad.
Por otro lado, en el presente seguimos la historia de la inspectora Pascal que se ve involucrada en la investigación de una serie de crímenes que afectan muy de cerca a su familia y que suponen el regreso de los fantasmas de su pasado, que ella creía definitivamente enterrados, y que vuelven para ajustar las cuentas que quedaron pendientes.
Es un thriller con mucha acción, suspense y sorpresas. Espero no solo que guste a los lectores, sino que les emocione y les remueva cosas por dentro.

3— ¿Qué novelas han marcado tu recorrido literario?
Bueno, hablar de recorrido literario cuando acabo de empezar en esto me parece un poco fuerte. Pero si lo que me preguntas es por cuáles son mis libros o autores favoritos, podemos ir por ahí.
Soy un lector muy disperso y caótico, con intereses muy variados. Me gusta la ciencia ficción, también, aunque algo menos, el género negro, especialmente los clásicos, también la no ficción y el ensayo, divulgación científica principalmente, aunque también me ha dado por ensayos sobre movimientos sociales y, últimamente, feminismo. Y, por supuesto, los comics son una de mis grandes pasiones.
En cuanto a autores, va por épocas o rachas, pero citaría a Terry Pratchett, Stanislav Lem, Alan Moore, Will Eisner, Garth Ennis, Mark Millar, Naoki Urasawa, Akira Toriyama, Carlos Giménez, Manuel Vázquez, Quino,… ¡Uf! Vamos a parar, porque si sigo te colapso el blog.
En estos momentos estoy enfrascado en la tercera parte de la saga Nacidos de la Bruma de Brandon Sanderson, El héroe de las Eras.

4— ¿Qué novelas, cómics han influenciado en Llámame Berta?
Esta novela parte de una idea inicial de Anabel que fuimos desarrollando juntos y que tuvo que aparcar por culpa de otros proyectos. En ese momento fue cuando ella sugirió que podía escribirlo yo. Ya en esa primera fase, la idea me evocó algunas obras, concretamente dos comics: MONSTER, de Naoki Urasawa, por la relación de los dos hermanos ante unas circunstancias terribles, y  BLACK KISS, de Howard Chaykin, sobre todo acerca del secreto que rodea a uno de los personajes.
Por supuesto, no pude quitarme de la cabeza CUERVO NEGRO, de Anabel Botella. Aunque mi implicación en aquella fue mucho menor, también participé en su corrección y con algunas sugerencias. De acuerdo con Anabel, busqué que esta tuviera un tono similar.
5― ¿Cómo definirías a tus personajes?
Ante todo son unos supervivientes.
 
6― ¿Tienes alguna manía a la hora de escribir?
Aún no he desarrollado el oficio suficiente como para tener manías propias. Durante este proceso, mi principal objetivo era evitar al máximo cualquier elemento que pudiera distraerme. Soy muy disperso y tiendo a distraerme con facilidad. Ya en mis años universitarios, en época de exámenes, me las veía y me las deseaba para maximizar mi productividad en el tiempo del que disponía. Ha sido un poco como regresar a aquellos años.

7― ¿En qué proyectos estás embarcado ahora mismo? ¿Vas a tocar otro tema o seguirás con literatura negra o por el contrario nos regalarás una novela de terror?
No tenía previsto desarrollar una trayectoria literaria. Esto nació como algo excepcional, aunque una vez te pones… Sí que me gustaría probar con otros estilos y géneros. Tal vez relatos o novela corta. Y, desde luego, sí que había pensado en explorar el terror. Pero, bueno, ya se irá viendo.
No quiero abandonar mi auténtica y real vocación, la interpretación, aunque en ese campo dependes de muchos factores que escapan a tu control y eso te provee de mucho tiempo que puede utilizarse, entre otras cosas, para escribir.

8― ¿Ves esta novela en la gran pantalla o en una serie de televisión?
Por supuesto. Y ojalá alguna avispada productora se dé cuenta. Cuanto antes, mejor. Incluso si llegara a concretarse algo, espero poder participar como actor.

 9― Un motivo para comprar Llámame Berta.
Pues porque está muy bien. Va a gustar, inquietar y hacer pasar un buen mal rato. O eso espero. En ello he puesto muchas energías.


5 preguntas cortas:
—¿Qué libro relees de vez en cuando?
No soy de releer, aunque tengo ganas de volver a leer de un tirón, cuando esté completa, toda la serie de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin. Y sí que vuelvo de vez en cuando a Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons. Me impuse hace tiempo leerlo por lo menos una vez al año.

—¿Qué libro no has leído ni tienes ganas?
Le he dado un par de oportunidades a El nombre del viento, de Patrick Rothfuss, pero creo que ha llegado el momento de claudicar. No he podido con él.
Tampoco creo que lleguen a darse las condiciones para que tenga entre mis manos nada de César Vidal o Pío Moa.

—Una frase que te defina.
No recuerdo ahora ninguna cita célebre en esa línea, pero para mí, la risa, el humor y la comedia son lo único en la vida que merece la pena ser tomado en serio.

—¿Qué no soportas de ti?
He madurado lo suficiente como para aceptarme tal cual. No diría que no lo soporto, pero me gustaría poder librarme del hábito de morderme las uñas y las cutículas. No tanto por las molestias que me provocan, en forma de heriditas, que también, sino porque a Anabel le saca de quicio. Y detesto la idea de hacerle sufrir de cualquier manera.

—Una comida.
El cocido de Anabel. Se me queda cara de tonto cuando lo como. Seguido muy de cerca por mi Arròs al forn.



Juanjo ya ha llegado a los 100 seguidores en su página de Facebook. Para celebrarlo va a sortear un ejemplar firmado de "Llámame Berta".
Es solo para residentes en España, pero si se llega a los 500 sortearé dos ejemplares y el sorteo será internacional.

Para entrar en el SORTEO:

-Tienes que ser seguidor de su página de Facebook

-Deja un comentario en la entrada de la publicación de su página de autor en Facebook diciendo que Participas. https://m.facebook.com/JuanjoGrauEscritor/
-Etiqueta a dos amigos.
-Sube una foto de la compra del eBook.
-Si lo has adquirido mediante Kindle unlimited sube una foto que acredite que has leído más de la mitad.

Tienes hasta el 12 de agosto para participar.
Mucha suerte a todos.
Si os gusta la novela negra dadle una oportunidad porque estoy segura de que os va a sorprender.

Podéis adquirirlo AQUÍ

jueves, 26 de julio de 2018

Llámame Berta, de Juanjo Grau

Hola a todos. Hace mucho tiempo que no me pasaba por aquí. Hoy vengo con una noticia que me hace especial ilusión. Juanjo Grau, para quienes no lo sepáis es mi pareja, acaba de publicar su primera novela. Es de género negro y se titula: Llámame Berta

Puede que no sea objetiva con esta novela, pero os aseguro de que vale la pena leerla. 



Os dejo la sinopsis: 

Todos podemos tener un asesino en nuestro interior. Para que se manifieste basta solo un momento, un clic provocado por las circunstancias o la casualidad.

A mediados de los noventa, dos hermanos adolescentes, Álex y Tony, son apostados en una timba clandestina por su padre, un alcohólico ludópata. Uno de ellos queda a merced de Yuri, un excéntrico multimillonario ruso con una perversa obsesión por un antiguo amor de juventud que se llamaba Berta. El otro pasará un terrible periplo en un exclusivo prostíbulo hasta que Yuri lo consiga para su particular y depravado harén.

En la actualidad, la inspectora Pascal se reencontrará con los fantasmas de su pasado y tendrá que enfrentarse a ellos para evitar que acaben con todo cuanto ama cuando se vea involucrada en la investigación de un crimen que afecta a alguien muy próximo a su familia.

Cuando creía haber dejado el infierno atrás y rehecho su vida, el pasado de Pascal se empeña en regresar en una espiral de crímenes para ajustar las cuentas que quedaron pendientes.

Enlace de compra: Llámame Berta


Si tenéis el Kindle Unlimited podéis leerla gratis. 

La portada es de Pepe Ayuso. 

martes, 24 de julio de 2018

Laëtitia o el fin de los hombres


Laëtitia Perrais tenía dieciocho años cuando fue violada, asesinada y descuartizada la noche del 18 de enero de 2011. Dos días después, la policía detuvo al asesino, pero este se negó a confesar dónde había escondido el cadáver, que tardó semanas en aparecer. El crimen llegó a los periódicos y conmocionó a Francia. De ahí saltó a la política, y el entonces presidente Nicolas Sarkozy, en un gesto de oportunismo populista, apuntó hacia los jueces y las fisuras del sistema judicial, porque el asesino acumulaba un largo historial de detenciones previas. Recomponiendo las piezas del puzle, este libro desgarrador aborda el macabro crimen, la reacción política, social y judicial, la personalidad del asesino y la investigación policial, pero sobre todo reconstruye la historia de la chica asesinada a través de sus mensajes en las redes sociales, del testimonio de su hermana gemela y del entorno en el que vivió. Y aparece la figura de alguien que llevaba mucho tiempo padeciendo la violencia masculina: hija de un padre que abusaba de su mujer, adoptada por una familia cuyo progenitor violó a varias chicas, incluida su hermana, Laëtitia ya era, mucho antes de saltar a los titulares de los periódicos, una víctima. 

Hay libros que llegan a las librerías en el momento adecuado, perfecto. Hay libros que parecen el resultado de un momento concreto y de un sentir general y que, además, consiguen hacerse un hueco en esta sociedad ruidosa y plantear un debate lúcido, furioso. Hay libros que deberían existir sólo porque nos hacen mejores personas, más conscientes de las injusticias que nos rodean, más sensibles al dolor de los otros. Y sí, hay libros que deberían estar en todas partes, que deberían ser leídos por muchos (o por todos) porque nos cuentan en qué nos estamos convirtiendo. Hablo de Laëtitia o el fin de los hombres, de Ivan Jablonka, publicado por la exquisita editorial Anagrama y donde se narra, con herramientas periodísticas, sociológicas y literarias, la violación y asesinato de una joven, Laëtitia, de 18 años, en una pequeña localidad francesa. El caso no sólo conmocionó a la opinión pública sino que provocó hasta la misma intervención de Sarkozy, que culpó a los jueces por haber dejado en libertad a un joven, el asesino, con un larguísimo currículum de detenciones previas. Y lo más importante es que obligó a una sociedad del primer mundo a mirar a la cara a una lacra mortal: la violencia masculina.
           Esta novela puede oler a A sangre fría, de Truman Capote, y a otros ejercicios literarios –cercanos a la crónica de sucesos- que se entremezclan con la literatura. No es gratuito. El autor lo hace de forma consciente para conseguir su objetivo: construir una historia (un cuento) que nos permita conocer a una víctima (un personaje), de la que sabemos que nació en una familia complicada, que es dada en adopción junto a su hermana gemela a un hombre que había violado a varias chicas. El recorrido vital de esta joven, cuajado de penurias, soledades y desapegos, forma el esqueleto de este reportaje novelado o de esta novela periodística donde lo importante es la víctima, las circunstancias que la llevan a convertirse en una joven vulnerable y con importantes carencias afectivas, derrotada siempre por un monstruo feroz: la violencia masculina, la agresividad y el abuso que nace de ellos y que las mata a ellas. Y sí, a través de la pobre Laëtitia, entendemos la sociedad francesa actual, que bien podría ser la nuestra, entendemos unos patrones de conducta que parecen normalizados y nos echamos las manos a la cabeza por las pocas posibilidades de escapatoria que tiene alguien con el pasado de la víctima. Y en un tiempo en el que se ensalza a los verdugos, el autor nos enseña (nos facilita, nos invita) a empatizar con la víctima, a mostrárnosla para que sea ella la que reciba nuestra admiración, nuestra ternura y nuestra comprensión
            Laëtitia o el fin de los hombres no es sólo –ni por asomo- un exhaustivo trabajo de investigación, documentación o reflexión sino un ejercicio literario de primer orden. La historia está contada con pulso, con ritmo y con corazón; las palabras parecen al servicio de un bien mayor: el de concienciar a los lectores, el de darle algún tipo de justicia poética a la víctima. La información se va mostrando a lo largo de todo el libro porque el autor ha hecho un concienzudo trabajo de recopilación –hay desde entrevistas a mensajes por internet-, pero su virtud como escritor es que sabe exponer las cosas, sabe dar los datos y sabe invitar al lector a que forme sus propias conclusiones. La prosa es depurada, limpia y precisa y se estructura en capítulos cortos en los que no se sigue una línea cronológica sino que sólo se intenta que entendamos que Laëtitia no fue una joven con mala suerte en un momento concreto de su vida, sino que vivió asediada por el machismo, por la violencia machista, desde niña.
            Sí, hay libros que saben contar el dolor y la impotencia, hay libros que salvan porque gritan y porque nos escandalizan. Laëtitia y el fin de los hombres es la historia de una pobre joven violada y asesinada, pero es también una reflexión sobre la sociedad que estamos construyendo –sobre lo que somos y lo que consentimos-, sobre la masculinidad y la pobreza, sobre un sistema que hace aguas, sobre gente que parece que nace para sufrir. Esta novela es un ejercicio periodístico-literario de altura, porque sólo los grandes autores son capaz de hacer esto: de conmover, de hacer llorar. Y de hacernos mejores personas. ¿Para qué, si no es para esto, sirve la literatura?

                                                                                                               Daniel Blanco



domingo, 22 de julio de 2018

Un rey de quién sabe dónde


Trece escenas y cinco personajes le sirven a Ariel Abadi para poner en pie una historia que habla de manera hilarante y a la vez profunda de la lucha por el poder. Los niños entienden, los padres entienden y hasta el gato entiende lo que ahí sucede.


¿Cuántas palabras hacen falta para contar una historia? Pues ya os lo digo yo: pocas, poquísimas, casi ninguna. No más de setenta. Y si no se lo creen, aquí tienen la prueba: Un rey de quién sabe dónde, un álbum ilustrado, creado por Ariel Abadi y publicado por la nueva e interesantísima editorial A fin de cuentos y en el que nos hace una curiosa reflexión sobre el poder y la lucha por conseguirlo, sobre la necesidad de tener y conquistar y sobre las consecuencias de esta competitividad.
            Os cuento. El argumento sería algo así como una historia sobre varios reyes que se enfrentan para ampliar sus dominios y para quedarse con los tesoros del otro… Y hasta ahí puedo contar. Este álbum ilustrado, con cuarenta páginas, es especial (y estimulante) por varios motivos: es capaz de contar una historia sin ningún verbo, es decir, entendemos gracias a los personajes y a los dibujos el devenir de los acontecimientos. La narración está reducida a lo mínimo, a lo telegráfico, y es parte de su encanto porque es todo tan esquemático que el propio lector puede dar rienda a su imaginación. No se lo van a creer: hay 65 palabras e insisto: ningún verbo. En segundo lugar, y uno de los aspectos que más me fascinan de Un rey de quién sabe dónde es que aborda desde una aparente infantilidad un tema de tanto calado como es el poder, las ganas de tener más y las desastrosas consecuencias que eso puede acarrear. Me explico: no es sólo un álbum para niños sino también para adultos; la historia se adapta a la mirada y a las necesidades del lector. Y por último, me parece un gran acierto esta esquematización de la narración porque permite contar una y otra vez este cuento dándole diferentes matices, buscándole diferentes tramas.
            Hablemos de las ilustraciones –también de Ariel Abadi–, parte indispensable de esta historia porque son los que le dan una dimensión nueva al texto. Dibujados con una calidad indiscutible, aportan el humor, la ironía, la gracia, y sirven de contrapeso a la parte escrita. Y además, tienen la virtud de acompasarse a la perfección por las palabras. El autor sabe condensar una historia en trece escenas, pero sobre todo sabe dibujar, sabe ofrecernos unas imágenes con unos trazos muy precisos, con un uso del color muy armoniosos y con cierto acercamiento a la caricatura. Funcionan muy bien.
            Un rey de quién sabe dónde es un colorido diálogo con el lector, da igual la edad, dan igual los conocimientos del lector. Este álbum ilustrado es apasionante y está tan resumido que es doblemente estimulante. No se dejen engañar por la brevedad porque ahí, en ese puñado de palabras y en esas ilustraciones, está posiblemente la historia de la Humanidad, nuestra historia como sociedad. Sólo les diré una cosa: ya he perdido la cuenta de las veces que me lo he leído o que le he inventado otra historia a los dibujos.

                                                                                                                        Daniel Blanco 

Grandes enigmas y misterios de la Historia


Carlos Taranilla de la Varga nos sorprende con esta obra donde se recogen los grandes enigmas y misterios de la Historia que desde tiempos ancestrales, hasta la época contemporánea, han despertado el interés en nuestro imaginario colectivo. Desde los grandes enigmas que encierran los textos bíblicos, como el Arca de Noé, la torre de Babel, el Arca de la Alianza, las tinieblas del Gólgota o la numerología bíblica, hasta las muertes más desconcertantes como la de Tutankhamón, Nefertiti o Julio César hasta las de los Kennedy, Marilyn Monroe o Bruce Lee, de las que en la actualidad siguen vertiéndose regueros de tinta, con las más increíbles teorías sobre sus trágicos finales. Un libro ameno y riguroso que se adentra en grandes hallazgos arqueológicos, sorprendentes enigmas escondidos tras obras de arte como las colosales cabezas olmecas, el cadáver acéfalo de Goya, La Pesadilla de Füssli o los lugares más intrigantes como los de la leyenda del laberinto de Cnossos, la gran pirámide de Keóps, las estatuas de la isla de Pascua o el triángulo de las Bermudas. Un recorrido extenso y detallado por todos los acontecimientos, lugares y personajes que han mantenido en vilo a la humanidad a lo largo de la Historia.


¿Qué sería de nuestra vida sin misterios? ¿Qué estímulos nos quedarían si lo entendiéramos todo, si lo comprendiéramos todo, si no hubiera lagunas para el conocimiento humano? Pues sí, qué aburrimiento, qué sosería. Para recordarnos que el mundo está lleno de sombras, para contagiarnos de ese cosquilleo que nos entra en el estómago cuando no somos capaces de encontrar una respuesta lógica a algo, llega este libro, que resume todo su contenido en el título: Grandes enigmas y misterios de la Historia, publicado por Almuzara y escrito por Carlos Taranilla de la Varga en el que, y no voy a desvelar nada nuevo, se hace un recorrido por las personas, los hechos y los lugares con más secretos de la historia de la humanidad. Y si usted, como yo, tiene alma de cotilla, siga leyendo, porque vamos a hablar de eso. De lo que nadie sabe. De lo que nos seguimos preguntando, generación tras generación.
            ¿Marilyn Monroe fue asesinada? ¿Qué querían expresar nuestros antepasados con las pinturas rupestres? ¿Cuáles son las palabras que dijeron los astronautas en la primera misión a la Luna que no se oyeron en la Tierra? ¿El alma de verdad pesa 21 gramos?¿Qué son los quipus? ¿Qué dice el apocalipsis de San Juan? Como éstos hay más cien enigmas que se plantean en este libro y, ojo, no todos tienen solución, pero el autor tiene la virtud de exponerlos y compartir cuáles son los datos que tenemos disponibles, pero no se moja, por lo que deja que sea el lector el que llegue a sus propias conclusiones. Fíjese qué responsabilidad: que el receptor valore la información y decida qué cree y cuál es su postura. Cada tema es como un fogonazo que nos deja pensativo, con la mente a mil revoluciones y deseando que alguien, quien sea, nos dé la solución a los misterios.
            Grandes enigmas y misterios de la Historia, que ya va por la segunda edición, está pensado para el gran público: capítulos cortos, un lenguaje claro, directo y sin demasiadas complicaciones, y temas que son muy efectistas y en los que caben desde algunos pasajes bíblicos a batallas misteriosas, desde personajes que revolucionaron su tiempo hasta obras de arte con mensajes ocultos. Hay temas que darían para mucho más de un par de páginas, pero entendemos que esto es una guía, un aperitivo. Lo mejor (y también lo peor) es que son misterios que nos pueden sonar a todos, como la pirámide de Keops, las gigantescas cabezas olmecas o la energía de Stonehenge. El próximo reto es que el autor investigue más y realmente nos deje asombrados ya desde el planteamiento, con hechos que ni nos suenen.
            Entréguense al misterio, convénzanse de que hay cosas que no saben y que nunca sabrán. Este libro es un homenaje a eso, a los grandes secretos de la Historia, a esas sombras que nunca podremos iluminar. El autor ha hecho un trabajo curioso y nos lo ha puesto en bandeja. Grandes enigmas y misterios de la Historia es ideal para desconectar –para pensar en otra cosa, en otros mundos-. Bueno, no. Este título es para que les eche humo el cerebro y para dejarles en un estado catatónico. Bueno, conozcan estos secretos, y tendrán tema de conversación para cualquier cena con amigos. Hagan la prueba.

                                                                                                             Daniel Blanco 

Días sin final


Después de alistarse con apenas diecisiete años en el ejército de los Estados Unidos en la década de 1850, Thomas McNulty y John Cole, su compañero de armas, luchan en las guerras indias y, posteriormente, en la guerra de Secesión. Tras huir de terribles penalidades, estos serán para ellos días llenos de vida y asombro, a pesar de los horrores de los que son testigos y cómplices a la vez. Sus existencias cobrarán una mayor plenitud que peligrará cuando una joven india se cruce en su camino y surja la posibilidad de una felicidad duradera... siempre y cuando logren sobrevivir. La última obra de Sebastian Barry nos lleva por las llanuras del Oeste hasta Tennessee y es una auténtica obra maestra, tanto por la atmósfera que recrea como por su lenguaje. Estamos al mismo tiempo ante una intensa y conmovedora historia de dos hombres y la vida que les toca vivir, y una nueva mirada sobre algunos de los años más fatídicos en la historia de los Estados Unidos.


Todo el mundo habla de este libro. Me llegan recomendaciones desde diferentes puntos, con diferentes voces. Y estoy intrigado. Decían que era la última sensación, que tenía revolucionados a grandes nombres de la literatura –entre ellos, al premio Nobel del año 2017, Kazuo Ishiguro- y que la historia podría recordar a la laureada película Brokeback Mountain. Les hablo de Días sin final, uno de los últimos lanzamientos de la editorial ADN, escrito por Sebastian Barry y ambientado a mediados del siglo XIX en la convulsa Norteamérica, con las guerras indias primero y la Guerra de Secesión después –esas batallas entre los Estados del Norte y los Estados Confederados del Sur, enfrentados por el futuro de la esclavitud; los primeros querían abolirla, los segundos, no. Y en este paisaje bélico, tenemos a dos protagonistas, dos jóvenes, soldados, valientes y enamorados que tienen un único objetivo: ser un poco felices.
             Empecemos a dejar algunas cosas claras. Días sin final no es una historia de amor. Días sin final tampoco es una historia bélica. Días sin final no es una novela al uso. O quizás lo es todo a la vez. Les ubico: cuando conocemos a los protagonistas, Thomas y Cole, ellos son ya una pareja que habla con normalidad de sus sentimientos, de que se van a los barracones a follar, de que se echan de menos desesperadamente. No hay novedad ni asombro en este hecho. Es más, en la primera parte de la novela, su relación queda casi relegado a un segundo plano por los conflictos bélicos. Se habla de las bombas, de las estrategias militares, del sufrimiento de los pobres jóvenes obligados a alistarse en el ejército. Se habla de las matanzas de mujeres y niños, de las enfermedades y del hambre. Y es ahí, en mitad de la muerte y de la destrucción donde brota el amor, como una flor en un estercolero. Por eso insisto en que no es una historia de amor al uso: es una novela sobre la universalidad de los sentimientos, sobre la valentía y el deseo, sobre el amor como excusa para sobrevivir. Tiene Días sin final grandes aciertos y, sobre todo, escenas muy ilustrativas con respecto a algunas costumbres de los Estados Unidos del siglo XIX: los hombres que, para entretener a otros hombres, se disfrazaban de mujer y actuaban delante de ellos. Y era normal. Y estaba aceptado. O los blancos que se pintaban de negro para hacer comedia sobre los esclavos: estos espectáculos se llaman Minstrel.
            No es una novela fácil. Me explico: en un mercado saturado de historias ligeras, el autor tiene una apuesta clara, que no es otra que la de narrar con calma, que la de contarnos con detalle todo lo que ve, que la de sustentar la narración en la descripción. Los diálogos están casi reducidos a lo mínimo. No cae en lo fácil de la acción, ni en darle al público giros ni efectos. La prosa avanza con serenidad, es lenta, se recrea en las cosas pequeñas. Y una decisión curiosa: el narrador se muestra a veces bastante torpe, quizás porque es uno de los soldados el que narra la historia. Y, fíjense, que teniendo elementos muy llamativos al alcance de la mano, prefiere tirar por el camino más difícil, menos efectista, más sobrio. Quizás al principio cueste coger el ritmo, pero uno se acostumbra a la ruda delicadeza del señor Barry.
            Hay tiempos tan felices que parecen que van a durar siempre. Hay etapas en la que no nos atrevemos a pedir nada más y que parecen que no van a acabar nunca. Días sin final cuenta precisamente eso: dos jóvenes en un escenario de guerra, de muerte y de dolor a los que salva el amor. Y ahí están los dos: admirándose, echándose de menos, defendiéndose. Porque en la debilidad sale el amor. Y el lector se da cuenta de que no hacen falta escenas dramáticas ni grandilocuentes promesas  porque lo importante se demuestra en los pequeños hechos, en los gestos cotidianos. Días sin final es una experiencia nueva, valiente, complicada a ratos. Atrévanse.
 
                                                                                                        Daniel Blanco.
 

viernes, 20 de julio de 2018

Mejor la ausencia


'Mejor la ausencia' nos presenta una familia destruida, atravesada por la violencia de su entorno. Amaia, la pequeña de cuatro hermanos, narra ese entorno brutal desde su mirada de niña y adolescente. Compartimos con ella su miedo, su perplejidad, su rabia, ante un padre que hiere, una madre que se esconde, tres hermanos que, como ella, sólo buscan salir adelante. Amaia es la joven que se enfrenta, hasta alcanzar sus propios límites, a este mundo hostil. Amaia es también la mujer que años después vuelve a su pueblo para encontrarse con un pasado irresuelto. En ese camino de ida y vuelta, en sus huidas y regresos, descubrirá, a su pesar, que nadie escapa del entorno en el que se cría, de la familia que le toca en suerte. Y que reconocerlo es la única manera de sobrevivir.

Aunque la sombra de Patria, la novela de Fernando Aramburu, es alargada –de hecho, sigue siendo, años después de su publicación, una de las novelas más vendidas–, la escritora vasca Edurne Portela arma un relato crudo, valiente, desnudo sobre los años dorados de la banda terrorista ETA desde un prisma doméstico, casi cotidiano, en su novela Mejor la ausencia, que publica Galaxia Gutenberg. Y nos metemos en una casa cualquiera y conocemos a una familia corriente para saber, a través de los ojos de una niña que no ha conocido otro entorno, cómo se gesta la violencia, cómo les afecta y cómo contribuyen (o no) a perpetuarla. Porque, y aquí está uno de los cimientos de esta historia, este terror es asunto de todos y a todos les corresponde parte de responsabilidad.
            Nos ponemos de lado de la narradora, Amaia, una niña y después adolescente, que dedica todo su esfuerzo en ponerle un poco de su infantil cordura a la situación que la rodea. Porque esa situación que la rodea no es otra que la muerte y el silencio, que la lucha sangrienta como forma de conseguir unos objetivos, del odio como forma de crecer, de la necesidad de posicionarse: estás conmigo o contra mí. Y son sus ojos inocentes, ésos que no han conocido otro paisaje social y político, los que nos acercan al terror, los que van desgranando, y además de una forma devastadora, cómo la violencia se va haciendo un hueco en el día a día de una familia, cómo desvirtúa las relaciones personales, cómo copa las conversaciones en la mesa y cómo llena de odio, de furia y de miedo –según el caso- a sus miembros. Y eso es un hogar. El hogar de la protagonista. Sí, ETA mata a unos, aterroriza a otros, convence a unos pocos y cambia, de una forma u otra, la vida de todos, lo quieran o no.
            Desde la portada –con la imagen de un peluche- hasta la prosa, todo pugna entre la inocencia y la violencia, entre la niña-testigo y los adultos-odiadores, entre la paz y la furia. Y ésa es la vida que se nos muestra, la que se manifiesta en los pequeños detalles, en el día a día. Con un estilo conciso, corto y brillante, con unos diálogos tan naturales que parece que estamos oyendo a los personajes, la autora es capaz de levantar ante nuestros ojos una realidad complejísima, es capaz de incomodarnos haciéndonos partícipes de un entorno hostil. Los que tenéis en mente la omnipresente Patria, es éste un relato menos edulcorado –y entiéndanme-, más descarnado, más duro y más gris, que confirma a Edurne Portela como una de las narradoras más firmes del panorama. Ella vuelve a abordar este delicadísimo asunto después de su lúcido ensayo El eco de los disparos.
            Mejor la ausencia es la historia de una familia cimentada en el miedo y en la violencia, porque el miedo y la violencia durante muchos años en el País Vasco no pertenecieron sólo a la calle y a las manifestaciones, a los atentados o a los despachos de los políticos, sino también a las relaciones entre padres e hijos, a las caricias de una madre, a una pesadilla. No, el terror se cuela debajo de las puertas y entra en casa pegado a los talones de los ciudadanos, y lo ennegrece todo, lo transforma todo, lo pudre todo. Y así lo narra la protagonista, una niña, que intenta entender el mundo que le ha tocado vivir. Y qué bien lo narra Edurne Portela, porque ahí está la vida de una familia y también la de una sociedad, y la de un fantasma enorme: el miedo que, muchas veces, desemboca en violencia, en destrucción, en un odio absoluto.

                                                                                                                  Daniel Blanco

miércoles, 18 de julio de 2018

El cuarto mono


El detective de la policía de Chicago Sam Porter investiga el caso de un hombre atropellado, pues los indicios en la escena del crimen apuntan a que se trata de El Cuarto Mono, un asesino en serie que ha estado aterrorizando la ciudad. Su modus operandi consistía en enviar tres cajas blancas a los padres de las víctimas que secuestra y mata: una primera con una oreja, una segunda con los dos ojos, y otra con la lengua; y finalmente dejar abandonado el cuerpo sin vida en algún lugar. El hombre atropellado llevaba una de esas cajas blancas. Se inicia así una frenética carrera contrarreloj para averiguar dónde se encuentra encerrada la próxima víctima.



De los asesinos, nos fijamos siempre en sus acciones, en cómo siembran el mal y castigan a sus semejantes. Importa su grado de maldad (o de sadismo), cuáles son sus razones para matar y cuánto tardamos en encarcelarlos. Pero, ¿cómo se crea un asesino? ¿En qué momento una persona descubre que disfruta matando y que, además, tiene la sangre fría para llevarlo a cabo? Imagínense a un niño que disfruta torturando animales o a un adolescente rebelde, ¿cómo terminan convirtiéndose en delincuentes? Y sobre esto vamos a hablar con una de las apuestas veraniegas de Destino, El cuarto mono, una novela de A.J. Baker, en la que, tirando de misticismo, se inspira en Kikazaru, Iwarazu y Mizaru, esos monos que representan “No oigas el mal”, “No hables el mal”, “No mires el mal” para retratar a un asesino sin escrúpulos. El autor propone la existencia de un cuarto mono, que sería “No hagas el mal” y dibuja un escenario de terror. Y aquí tenemos la razón de ser del asesino, un hombre que decide castigar a familiares muy cercanos de alguien que haya hecho algo mal y que se hace llamar El cuarto mono.
              La historia arranca con el atropello mortal de un hombre que se disponía a mandar a Correos una caja con la oreja de una muchacha desaparecida. Este hecho apunta hacia un asesino en serie que actúa siempre de la misma manera –envía una oreja, los ojos y la lengua a sus familiares– para después matar a la víctima, todo un homenaje a los tres monos. Esta muerte del peatón, en principio accidental, pone en marcha el reloj para la resolución de este caso a manos del agente Porter, un hombre con ciertas cicatrices emocionales que deberá poner todo su ingenio al servicio del caso. Hay de todo: acción, pistas falsas, mucho diálogo, un final en el que encajan todas las piezas y una narración donde vemos cómo se forja ese asesino. Y es aquí precisamente donde está una de las grandes novedades de este thriller: que no sólo seguimos los pasos de la investigación sino que conocemos un diario en el que El cuarto mono narra ese periodo de su vida en el que decide repartir su justicia en el mundo y acabar con cualquiera que haya cometido una ilegalidad. Y créanme, esta parte ocupa casi la mitad de la extensión y es mucho más interesante que el thriller en sí. Ha sido un gran acierto porque asistimos a la infancia de un niño en apariencia normal obligado por los padres a hacer cosas… dejémoslo ahí, cosas.
            Aunque la historia se extiende durante más de 570 páginas, no se preocupen: la historia está bien contada, sin grandes pretensiones y con un estilo ameno, rápido y cuajado de diálogos. Como manda el género, la prosa es casi transparente, la acción no da respiro y los personajes están dibujados a trazo gordo, excepto el del asesino, que es absolutamente fascinante. El tiempo, como avanzaba antes, se desdobla en dos momentos: el presente y el pasado, las acciones del asesino y la creación del asesino. Y en el fondo de la cuestión hay un hombre desencantado con el mundo, que no confía en la justicia ni en que el tiempo lo ponga todo en su sitio, que carga con una infancia peculiar y que hace gala de una falta de empatía absoluta con los otros. Algunos capítulos se acercan al gore, pero nada insoportable.
            El cuarto mono viene a entretenernos este verano con un thriller bien armado y con un bloque muy interesante: el de la creación de un asesino. La infancia versus la maldad. La inocencia versus la muerte. Y el núcleo familiar como germen de todo. La historia tiene una senda por explorar con el peso de los padres en la educación de sus hijos. Ahí lo dejo. Después de haberse colocado en los primeros puestos de las listas de ventas de medio mundo, llega a España para advertirnos de que no está bien hacer el mal, que portarse mal tiene consecuencias. Y sí, ahora miraremos con otros ojos esos monitos que utilizamos como emoticonos del WhatsApp.

                                                                                                     DanielBlanco


domingo, 8 de julio de 2018

Historia de la violencia


La madrugada de un veinticinco de diciembre, cuando regresaba a casa tras cenar con sus amigos más íntimos, Édouard se encontró casualmente con un desconocido y lo invitó a su apartamento. Unas horas más tarde, en un acto de una brutalidad inusitada, el hombre lo violó e intentó estrangularlo. Basándose en esta experiencia traumática, el autor ha realizado un audaz ejercicio de catarsis literaria no sólo para analizar y comprender los impulsos más viles y ultrajantes de los que es capaz el ser humano, sino también para explorar las múltiples facetas de la violencia.


Después de dejar a medio mundo boquiabierto con su debut literario, Para acabar con Eddy Bellegueule, las truculentas vivencias de un niño homosexual en un pueblo perdido de Francia, el jovencísimo autor galo Édouard Louis vuelve a la carga con Historia de la violencia, también de manos de la exquisita editorial Salamandra, donde se relata el caso real, verídico y documentado de un abuso por parte del narrador-escritor a manos de un joven al que conoció la noche de Navidad. Esta novela es la historia de su violación. Así, sin pelos en la lengua, sin pudor. De nuevo, su vida, sus experiencias le sirven de base a Louis para su creación literaria. Los libros parecen sus diarios, esos que todos teníamos de pequeño con un candado. Y sus lectores tenemos la llave para abrirlos. 
              Sí, el autor, en un depurado ejercicio autoficcional, narra su violación, como si necesitara poner orden al caos que desencadena, verbalizando sus sensaciones y dándoles voz a todos los que lo acompañaron en sus visitas al hospital y a la comisaría. Uno, en principio, puede pensar que es una de esas historias que hemos oído otras veces. No: un joven coquetea de camino a casa con otro joven. Los dos suben al apartamento. Los dos se besan, pasan la noche abrazados, hablan de sus familias y de sus deseos. En un momento dado, uno de los dos, el extraño, sufre un arrebato de ira y lo viola, intenta estrangularlo. Éste podría ser el resumen telegráfico y éste podría ser el argumento de una novela simplona, pero no esperamos eso de Edouard Louis: él es capaz de ir más allá, de hablar de la violación desde terrenos pocas veces explorados. Están la culpabilidad (incluso al denunciarlo), la necesidad de hablar de eso a todas horas (como si fuera parte de su identidad), su propia sorpresa ante el posible brote de racismo (el agresor era inmigrante), la burla soterrada de los demás y ese rechazo a la alegría, a la propia y a la ajena. Y así, con calma, teje una curiosa reflexión sobre las víctimas de violación, que tiene el matiz nuevo de ser él, un joven abiertamente homosexual, el que denuncia este abuso.
              Es evidente que Edouard tiene un estilo propio, una prosa a medio camino entre la dureza y la rabia, como un camino de piedras. Frases cortas, palabras hirientes, ciertos claroscuros. Es una novela lenta, pausada, con grandes travesías de reflexión, con una acción casi reducida a lo mínimo. El autor sabe qué quiere hacer con esta historia y no es sucumbir al amarillismo sino analizar esa violencia que late dentro de los seres humanos y esa compasión que sale incluso en los momentos más inverosímiles. Y hablo aquí de lo que podría ser uno de los pilares de este libro: la relación de cariño o dependencia que se establece desde el agredido hacia el agresor. Como si intentara disculparlo.
            Cuando pensábamos que este autor había agotado su capacidad de asombrarnos después de su arrebatadora primera novela (léanla, léanla), vuelve con Historia de la violencia, más dura, más descarnada sobre el abuso de poder y el sexo, sobre la sumisión y la culpa, sobre la necesidad de perdonar al otro y sobre la violencia. Y siéntanse a pensar en la violencia que nos rodea, en la que nos ha salido a todos en algún momento, en la que ya aceptamos y hemos normalizado. Y piensen largo rato en esto dejándose guiar por este autor, y asientan o rebátanle sus opiniones, porque de eso se trata: de debatir, de mirarnos a nosotros y a los demás. Y no esperen más (ni menos) de este nuevo libro del prodigioso Édouard Louis, porque ésta sí es una verdadera historia de la violencia.

                                                                                                             Daniel Blanco