viernes, 16 de octubre de 2015

El último rebaño


Ésta es la historia de un niño llamado Kester. Es un niño muy especial, aunque el aún lo ignora. Ahora mismo, lo único que sabe es esto: 1. En su habitación hay una bandada de palomas alborotadas.2. Le están hablando.3. Su vida nunca volverá a ser como antes... El último rebaño está ambientado en un mundo –lejano– en el que han desaparecido todos los animales por culpa de un virus, el ojo rojo. Los humanos viven encerrados en un complejo, de donde no pueden salir y en el que, para sobrevivir, se alimentan de una pasta rara que crea una empresa. En este escenario, Kester, un niño solitario y sin familia, que ha perdido la capacidad de hablar, empieza a oír voces… Y eso será el principio de una transformación que quizá lo ponga en peligro: a él y la sociedad que han creado.
 “Sólo les falta hablar”, dicen los que tienen mascotas cuando comprueban que sus animalillos entienden sus palabras y sus emociones, se dan cuentan de sus estados de ánimo y que, además, actúan en consecuencia. Bien, pues con El último rebaño no va a hacer falta eso de imaginarse qué dirían nuestros perros, nuestros gatos o nuestras ardillas porque su autor, Piers Torday, coloca al frente de su historia a un protagonista que ha perdido la capacidad de hablar –no dice ni mu en toda la novela-, pero que tiene el don de comunicarse, de manera telepática, con los animales. Este talento le resulta especialmente útil en un escenario distópico y espeluzante: un mundo más o menos lejano en el que ha desaparecido de la faz de la Tierra todas las especies (o casi todas). Este título, una de las grandes apuestas de este curso para el público infantil y juvenil de la editorial Salamandra, se podría catalogar dentro el género de novela medioambiental, thriller infantil verde o ecológico, un libro de aventuras protagonizado por animales. Y además, empezamos a comprobar algo que podría convertirse en tendencia, que las distopías –esos mundos futuros con una realidad torcida- se acercan cada vez más a los lectores más jóvenes con historias, por ejemplo, como éstas.
            ¿Cómo sería un mundo sin animales? ¿Y también sin agricultura? ¿De qué nos alimentaríamos? Kelter, el joven héroe de El último rebaño, nos lo cuenta: vive en un complejo fortificado, continuamente bajo vigilancia y con normas muy estrictas, y lleva, desde que recuerda, comiendo una pasta rosa hecha de no sé qué. Todo esto cambia cuando unas cucarachas -¡qué asco!- se le acercan para pedirle ayuda. Y será así, y después de escapar de esa ciudad-cárcel, cuando empiecen esas aventuras para salvar la única colonia de animales que aún no ha muerto de un virus letal, el ojo rojo. Para vivir estas aventuras estará acompañado por una joven malhumorada y protestona que tiene una debilidad: su gato, al que no deja de abrazar. Entre los dos, deberán cuidar de los últimos animales, mantenerlos a salvo de los intereses oscuros y de unos malvados cazadores y, sobre todo, protegerlos de la enfermedad para que puedan repoblar el planeta.
            Sí, se trata de un libro para el público infantil, pero que encaja a la perfección con los gustos de adultos: es una novela novedosa que entretiene y que se recibe de una manera muy agradable porque está llena de mensajes y porque propone un interesantísimo debate sobre las políticas medioambientales y sobre nuestras responsabilidades en el cuidado de nuestro planeta. No se preocupen por el estilo, porque el autor no lo infantiliza; de hecho, tiene una forma de narrar extrañamente potente, y muy fluida, y además, trata al niño como lo que es: un ser inteligente y que es capaz de valorar la buena prosa. El último rebaño se ha hecho con algunos de los premios de literatura infantil y juvenil más prestigiosos del último año. Y son merecidos.
            La literatura es una forma tan buena como otra cualquiera de enseñar a nuestros niños a mimar a nuestros animales, a cuidar del entorno que nos rodea. El último rebaño se alza como uno de esos libros que, además de entretener y divertir –que lo hace- trae mensajes necesarios y que nos ayudan a ser mejores personas, a ser más respetuosos con los demás y con el planeta. ¿No debería ser ése la meta de todos los seres humanos?
PS: Durante un par de páginas, El último rebaño se ha convertido en una novela de terror propia del mismísimo Stephen King porque relata la escena en la que Kester se despierta en su cama y se ve cubierto de cucarachas que le piden ayuda. Esta historia no hubiera existido conmigo como protagonista porque las hubiera matado a todas.


2 comentarios:

  1. No conocía esta novela y suena muy interesante. El tema ecológico siempre me ha interesado y últimamente me he aficionado a las distopías. Además, me gusta mucho el estilo de la portada. Me haré con él si puedo. Gracias por la recomendación.

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  2. No me convence mucho por lo que lo voy a dejar pasar.

    Saludos

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