martes, 2 de mayo de 2017

Mentiras que matan


Cuando Nicki Clements se encuentra atrapada en un atasco, en medio de todos los coches ve un rostro que creía que no volvería a ver. Se trata, definitivamente, de él, el mismo agente de policía, parando ahora a cada uno de los vehículos en Elmhirst Road. Presa del pánico, Nicki hará una peligrosa maniobra con el coche con tal de poder evitar encontrarse con él. O eso es lo que ella cree. Al día siguiente, Nicki será interrogada en relación al asesinato de Damon Blundy, un polémico columnista que reside en las inmediaciones de Elmhirst Road. Nicki no puede responder a ninguna de las preguntas que le hacen los detectives. Desconoce por qué el asesino utilizó un cuchillo, y además de una manera tan peculiar, sobre el cuerpo del periodista o por qué la expresión NO MENOS MUERTO fue pintada en la pared del estudio de Blundy. Y Nicki tampoco podrá contar por qué ese día salió a toda prisa evitando pasar por Elmhirst Road, ya que para ello debería revelar un secreto que le podría arruinar la vida. Porque, a pesar de no ser culpable de asesinato, Nicki está lejos de ser inocente…

Como estar ante un banquete delicioso y no saber con qué empezar. Como que te pique algo, todo el cuerpo, y no saber dónde rascarte. O como tener el cable de los auriculares hecho un nudo y no tener ni idea de cómo desenredarlo. Mentiras que matan, una de las últimas apuestas de Roca Editorial en el género del thriller y de la novela de intriga, provoca algo parecido a la impaciencia, a un sobreestímulo, a unas ganas incontrolables de tirarte de los pelos. ¿La razón? La cantidad de enigmas que la autora, Sophie Hannah, planea en las primeras páginas, en los primeros tres capítulos. Tenemos un asesinato, un mail seductor en una página de contactos y un personaje –una mujer- que ya desde el principio nos parece una desquiciada y que, mientras va en coche, se da la vuelta de forma apresurada porque no quiere que la vea un policía. ¿Qué está pasando aquí? ¿Cuál es de los misterios queremos resolver antes? ¿Cuál es la relación entre los tres escenarios? Lo que os decía, apenas hemos empezado a leer y ya se nos ha secado la boca.
            En Mentiras que matan nada es lo que parece. En esta historia todos tienen razones para mentir y todos tienen algo que quieren esconder. Con este panorama, la autora se enfrenta a la ardua tarea de resolver el conflicto sin perderse a ningún lector por el camino. Y lo consigue gracias a una evolución lenta –con pies de plomo- y a una dosificación casi matemática de la intriga. La víctima de asesinato es un columnista muy conocido por no dejar títere sin cabeza, por atacar a cualquiera y por tener una legión de enemigos. Ella es una madre infeliz, algo desequilibrada, con un problema muy peliagudo: es una mentirosa compulsiva que no tiene escrúpulos en engañar incluso en los detalles más pequeños; además, tiene una vida desconocida aparte de su matrimonio. Son estos dos personajes –uno muerto y el otro vivo- los pilares de esta historia que ahonda en conceptos interesantísimos, como las redes sociales y la tendencia a criticar-vapulear-derrotar públicamente a cualquiera que no piensa como nosotros, las páginas para ligar y lo que se esconde detrás de ellas y, sobre todo, la necesidad de la mentira para relacionarnos con nuestros semejantes. Y ofrece debates curiosos, como el poder de la opinión público o si la infidelidad es siempre reprobable.
            Tiene esta novela un componente psicológico importante. Lo que nos hace tiritar (de intriga, de impaciencia) no son las acciones –no hay grandes persecuciones ni explosiones mortales ni nada parecido- sino la complejidad psicológica de los personajes: ¿qué se esconde en la cabecita de cada uno de ellos? Sophie Hannah consigue ponernos a la defensiva, hacer que no nos fiemos de nadie y andar (o leer) con la sospecha a cuestas. Está, además, escrito con un estilo sencillo y efectivo, casi transparente. La autora es consciente de que lo importante de la historia son las mentiras, que van creciendo como una gran bola de nieve. Se suceden dos narradores: uno en tercera persona y otro en primera (ella, la mentirosa) que le da variedad y dinamismo al argumento.
            Mentiras que matan conecta con el lector en algo muy básico: la habilidad que todos tenemos para decir mentiras. Sí, todos somos unos mentirosos. Engañamos cuando queremos protegernos, cuando queremos sacar provecho o cuando queremos que no nos señalen como un asesino. Es esto último lo que piensa la protagonista. Y tenemos una historia bien armada y bien desarrollada que plantea multitud de misterios, que consigue provocarnos ese pinchazo en mitad de la tripa. Es una novela que se sustenta en eso tan descorazonador de no poder fiarse de nadie. De absolutamente nadie. Y la próxima vez que mientas te preguntarás: ¿esta mentira me lleva a algún sitio? 

2 comentarios:

  1. Hola!

    En esta ocasión no coincidimos en apreciaciones, no me gustó nada esta novela. Menos mal que para gustos, colores.

    Un beso

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  2. No había visto hasta ahora reseñas muy entusiastas de este libro... Ahora me haces dudar.
    Besotes!!!

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