lunes, 4 de septiembre de 2017

Los prisioneros del paraíso


Praga, 10 de agosto de 1942. Hans Krasa, compositor y director de orquesta checo de origen judío, es arrestado por las SS y enviado al campo de concentración de Theresienstadt. Tenía 42 años. Junto a él, son confinados los compositores Gideon Klein, Pavel Haas y Viktor Ullmann, y un buen número de músicos y cantantes. Los mandos nazis, encabezados por Adolf Eichmann, quieren convertir a Theresienstadt en el campo modelo donde mostrar al mundo que a los judíos no sólo no se les extermina sino que se les permite mantener una vida cultural intensa y componer e interpretar música al más alto nivel. Hans Krasa y sus compañeros, que no se engañan sobre el destino que les espera, aceptan el juego diabólico que proponen los nazis con el objetivo de sobrevivir. La música como única forma de evitar el envío al campo de exterminio de Auschwitz y de hermanar a la humanidad condenada. Junto a todos ellos, otro personaje protagoniza esta novela: Elisabeth von Leuenberg, de origen noble y una de las científicas más prominentes de la Alemania nazi.

Ya hemos perdido la cuenta de las veces que el arte nos ha salvado de la tristeza, de las veces que la belleza, la genialidad y el talento han hecho del mundo un lugar mejor, más amable y, por supuesto, más estimulante. ¿Qué sería del hombre –y de la mujer, claro- sin la creación artística, qué seríamos como sociedad? El arte tiene un poder indiscutible: el de elevar el alma humana, el de sacarnos lo mejor, de salvarnos la vida. Y de eso vamos a hablar hoy –de salvar vidas, literalmente- con la novela Los prisioneros del paraíso, publicada por Galaxia Gutenberg y escrito por Xavier Güell, en la que nos narra la historia de un grupo de músicos encerrados en un campo de concentración nazi que consiguen sobrevivir gracias a la cultura, gracias a estimular artísticamente a los presos. Se basa en una historia real –la vida a veces tiene milagros así- en la que se unen dos conceptos en principio antagónicos: el arte y la muerte, el arte y la inhumanidad.
            Estamos en 1942. Las SS detienen en Praga al compositor y director de orquesta checo de origen judío Hans Krasa y a un buen puñado de músicos y los encierran en Theresienstadt, uno de los muchos campos de concentración de los nazis. Los protagonistas lo tiene claro: lo único importante es sobrevivir y para eso hay que agarrarse al arte, a la cultura. Y la música les da la respuesta. A pesar del hambre, del hacinamiento y de la humillación, un grupo de compositores y músicos deciden poner en marcha un proyecto musical en el que están involucrados los presos y también los niños. Un trozo de paraíso dentro del infierno. Se preguntarán ustedes por qué dieron el visto bueno los gobernantes alemanes al proyecto, qué sacaban de todo esto. Pues muy fácil: la comunidad internacional estaba ya pendiente de esos campos de concentración y los nazis querían dar una buena imagen, querían demostrarle al mundo que allí todo era idílico, legal y lógico. Y así se forma el milagro: la música salva a unos hombres de la barbarie, de la muerte. Lo más impactante de todo es que está basado en hecho reales, aunque uno de los protagonistas es una invención, que sirve para trabajar la estructura del misterio, de la acción y la intriga.
            Xavier Güell, director de orquesta, firma esta historia tan potente, tan reveladora sobre los horrores del fascismo. No se asusten, no piensen: "Oh, Dios mío, otra novela más sobre los nazis, qué cansado estoy". No se dejen lastrar por eso, porque la historia va mucho más allá de ese capítulo horrendo de la Historia reciente: es sobre hombres que no se rinden, sobre gente que tiene claro que el arte dignifica el alma humana, que ante el dolor, el sufrimiento y el hambre, queda el deleite de los sentidos. Es un homenaje a la superación. Su estructura es sencilla –con elementos cercanos al thriller, con sus guiños al amor- y su estilo tiende a lo poético, a contar las cosas desde un lugar a veces cercano, a veces rimbombante. Da igual. Güell sabe que tiene entre manos una historia que se sostiene sola y él sabe trenzar los mimbres para que quede una narración efectiva.
            Los prisioneros del paraíso es como ver crecer una flor en el desierto. Y entonces, uno tiene que hacer un esfuerzo por entender el mundo, por comprender que a veces la belleza surge en medio de la nada, entre la crueldad. Esta historia, inspirada en hechos reales, les recuerda a los lectores la grandeza del ser humano, su capacidad de supervivencia, de soportar lo insoportable. Y a esto también ayuda la literatura. Lo doloroso tiene algo de redención si se cuenta con gusto, con ternura. Donde hay arte siempre hay un trozo de paraíso. 

1 comentario:

  1. Este libro no es para mi a pesar de lo bien que hablas de el. Lo dejo pasar.

    Saludos

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