Prósperos y sofisticados, aunque también disfuncionales, los Mandible esperan la herencia del nonagenario patriarca. Pero como fallece en plena crisis, la lluvia de millones con la que contaban hijos y nietos se disipa en el aire. Y los miembros de esta familia de clase alta se ven envueltos en situaciones para ellos inauditas: Carter, incapaz de afrontar el pago de la residencia de su senil madrastra, se ve obligado a acogerla en su casa; Avery se indigna porque ya no puede permitirse comprar aceite de oliva; su hermana Florence tiene que alojar a familiares que se han quedado sin hogar en su pequeño apartamento; a Nollie, escritora que ha vivido felizmente expatriada en París, no le queda más remedio que regresar a un país que le resulta irreconocible... Sólo la generación más joven, representada por el adolescente Willing, bicho raro y economista autodidacta, es capaz de buscar salidas imaginativas a la crisis.
Los que dicen que el amor mueve el mundo es que no han leído Los Mandible. Una familia: 2029-2047, publicada
por Anagrama y escrita por Lionel Shriver, que ya nos dejó a todos
boquiabiertos con Tenemos que hablar de
Kevin. Esta vez no tenemos que hablar de Kevin sino de economía, de dinero
y de bienestar. Imagínense la situación: el dólar se ha derrumbado, la gente ha
perdido sus ahorros o no puede disponer de ellos, los padres sacan a sus hijos
de las universidades porque no tienen recursos, los salarios son tan bajos que
los chinos fabrican en América, no hay suficiente agua para todos, una col en
el supermercado vale 30 euros, ha cerrado Amazon y el New York Times, los
libros sólo existen en el recuerdo y en las estanterías de algunos nostálgicos,
Estados Unidos es mayoritariamente latina y habla español, los más jóvenes no
saben escribir sus nombres a mano, y esto por nombrar sólo algunos datos de ese
futuro que imagina Shriver y en el que la economía se ha ido al traste y nos ha
hecho a casi todos vagabundos de la noche a la mañana. Se ha acabado la clase
media, se ha acabado la seguridad. El futuro es un bosque borrado por la
niebla. Porque sí, porque lo que realmente mueve el mundo moderno es el dinero.
Lionel Shriver sabe cómo meter el
dedo en la llaga, cómo hacer que la literatura desestabilice al lector, algo
así como obligarte a atravesar un puente endeble por encima de un barranco. Y
para ello recurre a una distopía en la que imagina un mañana cercano, dentro de
doce años, para demostrarnos cómo dependemos del dinero, cómo esta sociedad se
lo ha jugado todo a una carta, cómo la economía global –esa que nosotros no
controlamos, ésa que se decide en los despachos– no sólo maneja nuestras vidas sino
que tiene el poder de destrozárnoslas sin previo aviso. Y conocemos a los
Mandible, una familia típicamente anormal que se da cuenta que se van a quedar
sin la herencia del Gran Hombre (agente literario, por cierto) después de que
el presidente americano, el latino Alvarado, haya decidido reiniciarlo todo y
hacer que desaparezcan los ahorros de los ciudadanos. Así de duro. Para
sobrevivir, los miembros de la familia acabarán todos bajo el mismo el techo y
de esta forma, Los Mandible se
convierte en una novela de terror por una razón muy sencilla: porque asistimos a
la decadencia del ser humano, a cómo reaccionamos cuando nos quitan la
seguridad, cuando lo único que importa es sobrevivir. Y así nace el racismo, el
odio, las ganas de eliminar al otro; las rencillas, las angustias y la
claustrofobia. Terror en estado puro en el que el monstruo es algo invisible
que no se puede controlar: la economía.
Lionel Shriver vuelve a ponerse el
disfraz de narradora mordaz, de crítica irónica, con esa mirada tan suya capaz
de ridiculizar al ser humano casi sin quererlo. Su estilo, contundente, con
cierto abigarramiento, se pone al servicio de la historia. No hay prisas por
contar, no hay ansias por que la trama avance. Se trata de observar, de dejar
que los personajes actúen, y eso lo hace de maravilla. Los miembros de la
familia Mandible se van definiendo a ellos mismos a medida que van saliendo –o los
van echando- de su zona de confort hasta que pierden la cabeza, hasta que se
dejan llevar por las pasiones, por las malas. En este libro son especialmente
delicados los diálogos, porque a veces pecan de ser demasiado explicativos,
como si los propios protagonistas supieran que alguien (el lector) los está
escuchando-leyendo y tienen que dejarlo todo claro, clarísimo, para que no se
pierdan, para que lo entiendan todo. Es quizás la parte más artificial. No hay
de qué preocuparse: su virtuosismo descriptivo, su capacidad para contar los
detalles sigue intacta, brilla más que nunca.
¿Y si el futuro fuera lo que ha imaginado Shriver? ¿Y si
aún estuviéramos a tiempo de hacer algo? ¿Y si por el contrario lo único que
nos queda es rezar para que nada cambie o para que todo esto estalle lo más
tarde posible? Y todas las respuestas podrían estar en Los Mandible, esta historia sobre una familia en un escenario
apocalíptico en el que el dinero es el único dios vivo y la única religión útil.
Ya lo he dicho antes: literatura de terror en estado puro porque no hay nada
más escalofriante, nada más paralizador que ver en lo que nos estamos
convirtiendo y sospechar que nada se puede hacer por cambiar. Una novela sobre
la ansiedad y la inestabilidad, sobre el infierno que supone no saber qué nos
traerá el futuro (económicamente), sobre dejarnos desnudos en la jungla. ¿Podré
vivir? ¿Tendré pensiones? ¿Y si me quedo sin nada? Lionel Shriver lo ha vuelto
a hacer. ¿El qué? Dejarnos boquiabiertos, diseccionar lo que somos, quitarnos
el aire en mitad de la lectura. Y nos enfrenta a un mundo, el que estamos
construyendo, que vive un nuevo crack del 29.
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