sábado, 16 de abril de 2011

Crónica de La hora del recreo

Recreo… hay palabras que cobran significado según quién las nombra. Cuando era pequeña, recuerdo que me encantaba que llegara el recreo para salir al patio y jugar con mis amigos. A la goma, al escondite, al pilla pilla, al pollito inglés, a policías y ladrones… eran juegos que hoy en día siguen dibujando una sonrisa en mi cara cada vez que echo la vista atrás, a mi infancia, o cuando me imaginaba cómo jugaba mi hijo en el patio con sus amigos. Sin embargo, este simple hecho es imposible para muchos niños del mundo. La mayoría de ellos ni siquiera se plantean si es justo o no salir al recreo, pues no conocen otra realidad que trabajar. Muchos niños no sabían el significado de esta hermosa palabra hasta que no fueron a la escuela.

Recreo:

1. Diversión, distracción o entretenimiento.

2. Tiempo durante el cual se interrumpen las clases en los colegios para que los alumnos descansen o jueguen: llevo un bocadillo para el recreo.

3. Lugar destinado al descanso o a la diversión.

Estas son algunas de los significados de la palabra recreo. En el mundo hay 215 millones de niños que trabajan para ayudar a sus familias; de ellos, 14 millones son niños latinoamericanos. La fundación de Telefónica: Proniño, lleva años invirtiendo en la educación de los más desfavorecidos en América Latina. A día de hoy son poco más de 215 mil niños becados y con la esperanza de enseñarles a leer y a escribir, y esperan que a finales de año haya 230 mil niños estudiando en las escuelas.

Lo que La fundación de telefónica pretende abordar no es tarea fácil: erradicar el trabajo infantil, no sólo en América latina, sino que este ejemplo se contagie a muchos más países del mundo. Es posible que sea un sueño, pero los sueños, a veces, se hacen realidad. Lo que sí que es cierto es que no podemos quedarnos de brazos cruzados y mirar hacia otro lado cuando hay niños que trabajan en lugar de estudiar y jugar.


Hace poco más de dos meses Anika entre libros me invitó a un encuentro con varios escritores en el que presentaban un libro: La hora del recreo. En este encuentro estarían algunos de los 16 autores que han participado en esta joya que recomiendo a todo el mundo. Fernando Marías y Carlos Spottorno –los editores- tenían un reto muy difícil por delante. Encontrar historias, de las casi 10.000 fotografías que se hicieron, que removieran nuestras conciencias. Una vez que tuvieron esas fotografías se les dio ocho de ellas a 16 autores comprometidos con la realidad social.

Los autores tuvieron que enfrentarse al nombre de un niño, y a partir de aquí crearon sus pequeñas-grandes historias. Es una manera de sacar del anonimato a esos 215 millones de niños que trabajan en el mundo. Y es que las cifras nos abruman tanto que nos olvidamos que tras estos números hay hambre, miseria y la esperanza de un futuro mejor que nunca llegará para muchos de ellos.

Una vez sentados en las mesas, yo estuve muy cerca de Carlos Spottorno. Según nos explicaba este fotógrafo hay ciertas realidades que incomodan al ciudadano, y que cada vez con mayor frecuencia los dominicales no quieren ofrecer a sus lectores historias que les amarguen el domingo. Es posible que sea una postura egoísta, pero no podemos olvidar que lo que desean es vender el mayor número de periódicos, y ciertos temas pueden hacer que el lector se decida o no a comprarlo.

Marta Rivera de la Cruz también hizo una reflexión que me gustó bastante. Pese a que Telefónica sea una multinacional, gracias a este hecho puede invertir en un proyecto como la fundación Proniño. Y es que hasta no hace tanto tiempo nuestros padres, nuestros abuelos vivían una realidad muy parecida a la que viven millones de personas en el mundo. La educación es básica para crecer como personas, para seguir avanzando, para soñar, pero sobre todo, para que nadie nos engañe. El conocimiento es el único camino que hay para luchar contra las injusticias, contra los abusos de poder.

Aunque parezca extraño, muchos niños están agradecidos de poder ir al colegio, caminar varios kilómetros a través de la selva para aprender a leer y a escribir. Van con una sonrisa en los labios, esperando quizás, esa hora del recreo para dejar volar su imaginación y soñar con ser la maestra, o el arquitecto que saque de pobres a su familia. Muchos de ellos ni siquiera tienen una mesa para estudiar, pero no se desaniman por este contratiempo. Una cama, una silla o el suelo pueden servir para apoyar un libro.

Para entender un poco su día a día, estos niños trabajan y estudian. En la mayoría de los casos apenas saben usar el lenguaje y contestan con monosílabos antes de empezar la escuela. No están acostumbrados a pensar, pues desde que se levantan hasta que se acuestan están trabajando. La escuela les da la posibilidad de conocer el universo de las letras y de los números, un universo que en España es un derecho, pero que en otros países, por desgracia, no lo es.

Comentaba también Carlos Spottorno, que muchos niños empezaban muy pronto a beber y a repetir el modelo machista de sus padres (sí, en plural. Muchas mujeres se quedan embazadas una vez tras otra, de diferentes hombres, con la esperanza de que uno de ellos las saque de la miseria. Así pues los niños tienen tantos padres como amantes tiene una madre). Y son los mismos padres quienes obligan a los niños a trabajar, a aportar un dinero a casa mientras ellos se dedican a beber y maltratar a sus mujeres.

Por último decir que este no es libro que dedica el 0’7 % de sus beneficios a la fundación Proniño, este libro dedica todos los beneficios al proyecto de sacar de la miseria a los niños del mundo, y es algo más que una sucesión de bellas imágenes que esconden una terrible realidad. Porque como le dijo una vez el padre de Fernando Iwasaki al autor: Hijo, me has superado. ¿Quién no desea, como padre, ver que nuestros hijos son mejores que nosotros? Cuesta 20 €, pero os aseguro que el libro cuesta mucho más que estos euros.

Sólo me queda agradecer a todo el equipo que ha hecho posible este proyecto. Las 16 historias, con sus fotografías correspondientes, han hecho que me emocione, que llore con estos niños que tienen nombre, y que afortunadamente no es mi hijo. Deseo de todo corazón que muy pronto puedan ver sus sueños hechos realidad.

También agradecer a Anika entre libros que se haya acordado de mí para conocer un poco más de cerca este proyecto. Si queréis conocer su crónica podéis pinchar AQUÍ

Fotos: La hora del recreo, Anika entre libros y Elena Martínez Blanco.

11 comentarios:

  1. ¡Gracias, Anabel! Sabía que cada crónica aportaría algo diferente. Mil besos!

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  2. He visto el libro y parece fantástico, mi recomendación también, aunque aún no lo he terminado de investigar del todo.

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  3. Gracias por la crónica, Anabel.
    Me ha parecido un propósito estupendo el de este proyecto.

    Besotes ^^

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  4. Muy buen texto, Anabel. Has reflejado el evento y lo que allí se habló estupendamente. A ver lo que me queda a mí, que aun no he podido empezar! poco me habéis dejado entre todos!

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  5. Es un proyecto interesante, sin duda. Un tema muy complicado, la vida es muy dura y está en manos de todos hacer que el corazón de los otros se ablande aunque sea un poquito.

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  6. Se trata de un buen proyecto, ya que a partir de una buena educación se pueden cambiar muchos aspectos de la vida diaria de un niño o una niña, porque ell@s lo tienen muy difícil...

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  7. Es verdad, espero que este proyecto ayude a muchos niños de mi region!

    besos!

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  8. Qué buena crónica, Anabel. Fue una jornada fantástica (ya se ve en las fotos, por cierto).
    Un abrazo.

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  9. Un gran proyecto ;)
    Gracias por la crónica!

    Un besote!

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  10. Ha sido una crónica estupenda, ojalá todos los niños del mundo puedan tener algún día su rato de recreo. Un beso

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  11. Gracias por darnos a conocer este proyecto, que ojalá tenga mucho éxito.
    Un abrazo.

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