jueves, 27 de noviembre de 2014

Signatura 400


Una bibliotecaria –triste, aburrida y que siente que se le escapa la vida en el sótano de la sección de Geografía- encuentra una mañana, antes de abrir, a uno de los usuarios habituales durmiendo entre sus libros. Desde ese momento y hasta la apertura del centro, esta anónima funcionaria sermonea al oyente espontáneo con disertaciones sobre su vida, sus lecturas, su trabajo, las signaturas bibliotecarias, (entre ellas la aberrante ausencia de la 400), sus escritores favoritos, los odiados y, cómo no, la famosa nuca de Martin, un joven que merodea por su sección y que la hace fantasear de nuevo con el amor.
 ¡La literatura o la vida!, eso podríamos gritar en el mismo tono de ¡La bolsa o la vida!, porque parece que siempre hay que elegir entre uno y otro: escribir o vivir, leer o vivir, crear o vivir. Y este dilema también se le presenta a la protagonista (sin nombre) de esta novelita, que después de veintitantos años en el sótano de una biblioteca, se lamenta así: ¿Para qué haber malgastado mi juventud en una biblioteca (…) si Martin no vuelve? Según parece, los libros no reemplazan a la vida, no la sustituyen. Ni a la vida ni al amor. Ella lo tiene claro: dedicarse a los libros es signo de que algo anda mal. Uno no se encierra diez horas al día para escribir si todo le va bien en la vida. La escritura sólo llega cuando algo no funciona. Si todo el mundo fuese feliz en la tierra, no se escribirían más que recetas de cocina y tarjetas postales, no habría ni libros, ni literatura, ni bibliotecas. Y ésta es sólo una de las muchas y contundentes reflexiones que la joven francesa Sophie Divry pone en boca de esta peculiar narradora en su obrita Signatura 400, a medio camino entre la novela y el ensayo, que tiene poco más de cien páginas y que nos trae –y con una edición excepcional, como siempre- Blackie Books.
Signatura 400 es un homenaje al maravilloso oficio de leer. Sí, a través de una protagonista-narradora desencantada, una perdedora en todas las parcelas de su vida, y de un estilo conciso, ágil y cautivador –no te preocupes porque no haya ni un solo punto y aparte-, nos habla de algo tan profundo como la relación de la lectura con el ser humano. Qué preciosidad, ¿no os parece? Yo no soy de subrayar libros, ni siquiera los míos –conozco a gente que lo hace, incluso los que no son suyos-, pero sí tengo esta obrita llena de papeles de colores, con flechas y exclamaciones, que me marcan esas páginas a las que deberé volver de vez en cuando. Divry nos habla con naturalidad y con un encanto contenido de la literatura que salva –la lectura es, junto con la amistad, uno de los recursos más eficaces para sobrellevar el dolor de la pérdida-, de los libros actuales -¿Qué tipo de literatura puede producir una sociedad en la que no hay guerras, ni epidemias, ni revoluciones? Se lo diré yo: ficciones estúpidas sobre buenas chicas y muchachotes valientes que se enamoran y se hacen sufrir sin quererlo y se pasan el día entero llorando y pidiéndose perdón-, del concepto de cultura, que es placer, pero también esfuerzo, y de ese rol divino que debe tener la bibliotecaria y que no es otro que el de hacer que se produzca un encuentro mágico entre el libro y el lector, como una especie de Celestina. Los dos juntos, libro y lector, en el momento adecuado de la vida de cada uno, eso puede producir chispas, una llamarada, una hoguera, puede cambiar una vida. Se lo juro. Y yo también lo juro.
Es una obra deliciosa, con una de esas protagonistas que uno ama en la literatura y que odiaría en la vida real: maniática del orden, obsesiva y desesperanzada que sólo encuentra sentido a su existencia entre los libros y en un amor que le da esquinazo. No le queda nada más. Ella, que a veces saca carácter, canaliza su rabia hacia los libros innecesarios, productos de temporada que se encargan, se imprimen, se televisan, se compran, se retiran, se destruyen, anti saberes-librescos, y para mantenerlos lejos (lo más lejos posible) propone un filtro, algo así como guardianes, que para eso la biblioteca es un templo, el centro de la Gran Consolación, y no debería profanarse con libros malos. Ella, bibliotecaria invisible, -¿acaso puede ser de otra forma una bibliotecaria? Llamar la atención es molestar- , también carga contra los políticos que no apoyan la cultura, contra Balzac, contra Napoleón y contra los lectores que sólo leen best-sellers. Posiblemente no compartas muchas de sus reflexiones. Da igual, qué alegría da cuando te topas con personajes que tienen una visión del mundo tan peculiar y que están tan desahuciados por la vida que sólo les queda el amor por los libros.
Ésta es una historia para bibliotecarios y lectores, para escritores, para los que se sienten más cómodo en una biblioteca que en la sociedad, para los que aman los libros y para los que quieren amarlos más, para los que, además de leer, quieren vivir. Porque ¿leer es siempre un sustituto de la vida o es como el IVA, que añade un complemento del 21%? Ahí os dejo la pregunta.
PS: Ah, y critica sin piedad a esos que van a la biblioteca a hacer ruido, a cuchichear o sólo a dejar pasar el tiempo porque tiene calefacción.
PS: Dice que escribir es sexual. Que los escritores suelen tener problemas sexuales: o por exceso o por defecto. (Jajajaja).
PS: El título hace referencia a la clasificación Dewey, que rige todas las bibliotecas del mundo a través de un sistema que elude la signatura 400, que ha quedado desierta con la migración de Religión y Lenguas a otros apartados.

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¿Y te resultaron interesantes las reflexiones? Un beso:

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    2. Sí, bueno, pero me pareció un libro muy aburrido.

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  2. Me ha parecido interesante, me lo apunto. Ahora que con lo de "Dice que escribir es sexual. Que los escritores suelen tener problemas sexuales: o por exceso o por defecto. (Jajajaja)." me has dejado muerta x) jajaaj
    un besito

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  3. Lleva tiempo entre mis pendientes este libro. A ver si logro hacerme con él prontito.
    Besotes!!!

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    1. Se lee enseguida y tiene unas reflexiones fantásticas. Un beso! Dani.

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  4. No conocía para nada este libro, pero me pica mucho la curiosidad, así que me lo anoto, que la reseña me ha convencido.

    Un besiño

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