Vivir es sobrevivir, o así al menos lo plantea Jimina Sabadú en esta historia, ganadora del XX Premio de novela Ateneo Joven de Sevilla. Uno sobrevive en el colegio, después en el instituto y en la universidad; cuando crece, sobrevive a los fracasos, al desamor o al desempleo; y le siguen la nostalgia, la vejez y los recuerdos. El ser humano se pasa la vida renaciendo del propio caos, emergiendo de no sé cuántas cenizas y jurando que no se va a rendir jamás. Dedicamos mucho tiempo a sanarnos las heridas, a recomponernos. Es, a grandes rasgos, lo que cuenta la autora en Los supervivientes (Algaida), un libro que nos lleva hasta un colegio, el Agustín de Foxá, para hablarnos de multitud de universos: el de los alumnos que establecen relaciones más o menos (in)sanas con sus compañeros, el de los adultos que estudiaron allí y que aún siguen repitiendo ciertos patrones, el de los profesores que dedican el talento que tienen a la enseñanza y el de los padres de los estudiantes, que lo vean como algo lejano, distante. Y en esta historia aparecen, cómo no, el bullying, la popularidad, el éxito y la decepción. El colegio, como metáfora de la vida, y también como entrenamiento de lo que está por venir.La supervivencia empieza el primer día de curso… y dura toda la vida. El colegio Agustín de Foxá se encuentra en venta. Las personas que han estado vinculadas a él (profesores, alumnos y padres) comienzan un baile de pequeñas mezquindades tras el que ninguno volverá a ser el que era. Un antiguo alumno comienza a preparar un encuentro entre compañeros que se convierte en una cruzada para traer al chico más popular y rico de la promoción, un inútil heredero de un equipo de fútbol de segunda. Y María Victoria, una profesora llena de algo tan peligroso como la ilusión y falta de algo tan necesario como la agudeza, acaba por unir a los únicos supervivientes de un mundo que se cae a pedazos.
Tiene un poso pesimista esta novela,
sí, y no me pregunten por qué, es quizá por esas relaciones viciadas, en los adultos y en los
jóvenes; por esa crueldad, ese desánimo y esa sensación de ¿y esto es todo lo
que hay? O quizá porque hay una profesora que quiere publicar un libro y que
escribe en un blog unos post malísimos. (Hija mía, así nunca llegarás a nada).
Es cierto que sobrevuela en toda la novela una pesadez profunda y quizás innata
al ser humano; los momentos de alegrías son pocos y los personajes, todos,
están continuamente en una lucha, sacando a la superficie sus pequeñas
mezquindades. Qué agotador. Y volvemos
al título, que nos recuerda de lo que nos habla esta historia, de sobrevivir.
Jimina
Sabadú apuesta por capítulos cortos que permiten abarcar a todos los personajes
de esta novela coral –no se angustien si se pierden entre un mar de nombres y
apellidos, terminarán por encontrarse–, por un estilo conciso, eficaz y con
numerosas referencias a la generación que nació en los ochenta. Además, hay
capítulos, en esto de la comunicación moderna, que son muy frescos porque
reproducen cadenas de mails o post en un blog. Eso sí, me he topado con algunos
párrafos descuidados: repetición de una palabra muchas veces en un par de
líneas o el uso de estructuras arcaicas. A pesar de todo, la novela avanza con
una fluidez indiscutible, y nos va demostrando, a través de las diferentes
escenas, que la vida de los adolescentes
y de los adultos se parecen más de lo que creemos: la búsqueda de la
pertenencia a la comunidad y de la aceptación, la obsesión por el amor, la
crueldad como única forma de canalizar las propias frustraciones.
Los supervivientes habla
de ti y de mí. Esta
novela-espejo pone encima de la mesa las batallas cotidianas y constantes, y
nos enfrenta a los derrotados, a ésos que deambulan por la vida –y por sus páginas–
intentando ser felices, a costa de lo que sea, aunque a veces no sepan muy bien
dónde está esa felicidad. Y están los
torpes, la gente sin talento o, simplemente, los que han tenido mala suerte.
Sí, la vida está llena de ellos. A pesar del pesimismo y la dureza, nos
alegramos de haber leído a Jimina Sabadú, que seguro dará que hablar. Un
placer. Y felicidades, por el premio Ateneo Joven, al que sólo pueden
presentarse menores de 35 años.
Me apetece ponerme con esta novela. Estoy leyendo muy buenas opiniones sobre ella.
ResponderEliminarBesos
Este tipo de libros suelen gustarme, puede que lo lea :)
ResponderEliminarparece estar medianamente bien
un beesito