Es como el Laberinto de Espejos, esa engañosa atracción de los parques temáticos que juega a la claustrofobia y a la desesperación, y cuya única finalidad es que encuentres la salida y tomes una bocanada de aire fresco. Es también como avanzar con los brazos estirados en medio de la oscuridad o de la niebla palpando con los dedos, queriendo únicamente estar a salvo. Algo así consigue esta novela, La chica del tren (Planeta), de Paula Hawkins, importada directamente desde el Reino Unido y llamada a convertirse en uno de los thrillers del año por su insistente promoción, por el boca a boca y por el complejo truco narrativo que propone. Y es que la autora deja que la mayor parte de la historia la cuente Rachel, esa chica de la que hablábamos en la sinopsis, que coge cada día el mismo tren y que puede tener la clave para solucionar un posible asesinato; además, está intentando superar un abandono sentimental, tiene problemas serios con la bebida y encima arrastra varias lagunas que le impiden recordar hechos vitales. Esta narradora tan poco fiable –inestable, alcohólica e irresponsable– es la encargada de meternos en la novela, de sostener este thriller: y aquí aparece el dichoso Laberinto de Espejos.¿Estabas en el tren de las 8.04? ¿Viste algo sospechoso? Rachel, sí. Rachel toma siempre el tren de las 8.04 horas. Cada mañana lo mismo: el mismo paisaje, las mismas casas y la misma parada en la señal roja; son solo unos segundos, pero le permiten observar a una pareja desayunando tranquilamente en su terraza. Siente que los conoce y se inventa unos nombres para ellos: Jess y Jason. Su vida es perfecta, no como la suya: sin trabajo, abandonada por su pareja y con problemas de bebida. Pero un día ve algo. Sucede muy deprisa, pero es suficiente. ¿Y si Jess y Jason no son tan felices como ella cree? ¿Y si nada es lo que parece? ¿Y si ella tuviera la clave para resolver un misterio? Tú no la conoces. Ella a ti, sí.
La
chica del tren da lo que promete: así de coherente es su autora. Promete
adrenalina, viajes de ida y vuelta –a la locura, a la ebriedad, al olvido– y una
trama que va cogiendo velocidad hasta
que eres consciente de que no podrás bajarte de esta novela sin haberte leído
el final. No busques grandes figuras estilísticas ni música para los oídos
ni diálogos para repetir en cenas cool
con los amigos, porque no es ésta la novela. Esta historia se sustenta en tres
mujeres, unidas por circunstancias insospechadas, que están en momentos
importantes de sus vidas; y todas tienen algo que nos hacen desconfiar. Será la
desaparición de una de ellas la que sirva para hablar también de las emociones,
de la frustración y de la falta de autoestima o de amor. Y hago una parada para
hablar de estos personajes, redondos y con oscuridades, donde ninguno es tan
bueno como para adorarlo siempre ni ninguno es tan malo como para desearle lo
peor. O sí.
Dicen las frases promocionales en la
contraportada y en la faja que «dejarás de respirar», que «no podrás leer
demasiado deprisa», y que «la trama avanza como un tren desbocado». Como yo no soy una persona tan poco fiable
como la narradora –soy estable y responsable; y además, estoy sobrio– os
voy a contar que la historia comienza a un ritmo normal, casi más de tren de la
bruja que de AVE, y que es en el último tercio de la novela cuando parece que
se va a desbocar y vamos a salir todos despedidos. Se trata de una historia
contada por tres mujeres –y ninguna de ellas cuerda– y con unas relaciones tan
inesperadas entre ellas que hubiera sido muy fácil que el experimento no
funcionara. Pero funciona. ¡Funciona! El lector
siente el vértigo y la duda; se agarra a la silla cuando la novela toma
velocidad y termina absolutamente contagiado por esa paranoia que mantiene
desquiciados a los personajes.
No caeré en el tópico de decir que La chica del tren es un viaje
apasionante o adictivo ni que te pondrá a 280 por hora ni bla bla bla. Tienes aquí una novela al estilo de Perdida, de Gillyan Flynn, en la que al
posible asesinato hay que sumarle la poca fiabilidad de todos los personajes. Y éste es mi consejo: no te fíes de nadie,
porque la trama es como avanzar por un alambre o por la cornisa de un rascacielos, uno no termina
de estar seguro nunca. Lee, duda, y sigue leyendo: no puedes hacer otra cosa.
Llegarás al final y suspirarás de alivio, descansarás, porque has conseguido
salir y puedes reincorporarte a tu vida. Y justo después, con el libro
aún entre las manos, te alegrarás de ser
una persona normal.
PS: Así habla Rachel, la protagonista, en la página 145: «Ya no soy sólo una chica del tren que va de arriba abajo sin propósito alguno. Quiero que Megan aparezca sana y salva. De verdad. Pero todavía no.»
Tengo muchas ganas de leerla. La tengo por casa porque hace poquito organicé un sorteo. Esta semana que viene comenzaremos con la lectura conjunta. Ojalá que cumpla las expectativas, que son altas. Un abrazo.
ResponderEliminarEstaré pendiente a tu opinión, y así lo comentamos todo. Un beso.
Eliminar¡Hola Daniel!. Hace poco que la terminé y estoy totalmente de acuerdo con tu reseña. Solo que creo que el hecho de usar la primera persona hace que la acción no sea tan trepidante como parece. Quiero decir que, para mí, no ha sido una de esas novelas que lees en dos días, sino que necesita su tiempo. Desde luego, una vez que empiezas quieres saber cómo acabará. El personaje de Rachel me pareció genial: es complejo y me ha hecho juzgarla continuamente, compadeciéndola a veces y despreciándola otras. Es una novela a tener en cuenta. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarBesos.
Justo lo terminé ayer. Me ha encantado. No.podía parar de leer no.pensar en otra cosa
ResponderEliminarBesos
Muy buena reseña!!
ResponderEliminarA este libro le tengo el ojo echado asi que tarde o temprano terminara cayendo.
ResponderEliminarSaludos
Me apetece muchísimo este libro que está generando buenísimas opiniones. Lo leeré muy pronto.
ResponderEliminarBesos.