Yo tengo dos tías monjas, carmelitas descalzas; son hermanas y ambas entraron en el convento al cumplir dieciocho años. Llevan allí desde entonces, casi tres décadas. Es por esto que le tengo un cariño especial, e irracional, a la figura de Santa Teresa de Jesús: la revolucionaria, la que abanderó una profunda remodelación en los carmelos, la primera mujer en escribir una autobiografía en la Historia de la Literatura, la que se descalzó y abrazó la pobreza, la autora de versos tan bellos comoLa Inquisición contra Teresa de Jesús. Durante el reinado de Felipe II, el Santo Oficio se lanza con auténtica obsesión a controlar la sociedad española. Nadie está libre de sospecha. Don Rodrigo de Castro, un inquisidor implacable, se ha consagrado concienzudamente a realizar pesquisas sobre las mujeres que caen en éxtasis o tienen visiones, por si fueran alumbradas. En medio de todo eso, una mujer se afana por vivir una fe auténtica y una espiritualidad pura: Teresa de Jesús, la figura más grande y universal de la España del XVI, que será largamente acosada por los inquisidores, algo que se ocultó durante mucho tiempo y que hoy, por fin, sale a la luz.
Yo ya
no quiero otro amor
pues a
mi Dios me he entregado
y mi amado es para mí
y yo soy para mi amado.
Pues ahora, gracias a la escrupulosa tarea de
investigación del sacerdote y escritor Jesús Sánchez Adalid nos acercamos a un
episodio desconocido en la vida de esta peculiar monja (1515-1582), y que no es
otro que la insistente persecución a la que fue sometida por parte de la
Inquisición, temerosa de que sus éxtasis y sus arrebatos místicos fueran cosa
inventada. Y para que nos hagamos una idea: la influencia de esta mujer es tal que, por un ejemplo, el Papa
Juan Pablo II aprendió castellano sólo para estudiar a los místicos del siglo
XVI. Esta novela, Y de repente, Teresa,
está publicada por Ediciones B.
Andaba
el Santo Oficio revuelto en aquella época: algunos religiosos españoles fingían
apariciones, arrobamientos y visiones sólo
para conseguir donativos y arrimarse a los poderosos. Es maravilloso el
caso de Magdalena de la Cruz, una caradura que afirmaba que no necesitaba comer
ni beber porque se alimentaba de la Comunión, aunque en muchas ocasiones fue
descubierta de madrugada engullendo a escondidas y a dos manos. Con este
panorama, no es de extrañar que Santa Teresa, con esa forma tan carnal y tan espontánea de definir su espiritualidad,
levantara sospechas. Quien a Dios tiene,
nada le falta. Sólo Dios basta, decía y predicaba, y parecía que pasaba de
todo. Ella, visionaria a intrépida, fue víctima de la incomprensión, de la
persecución y del odio de muchos miembros de la iglesia. Y de repente, Teresa no es una biografía al uso, sino que se centra
en relatar (y en hacernos comprender) un episodio concreto: las suspicacias que
levantó en la Inquisición. ¡Cuántos quebraderos de cabeza les dio! Y fijaos, Sánchez Adalid lo cuenta desde la asombrada
mirada de los inquisidores para desmarcarse de ese maniqueísmo tan caduco
que divide a los personajes entre buenos y malos.
A
veces no somos conscientes de la dificultad que implica escribir novela
histórica: primero, porque son necesarios meses (quizá años) de paciente
investigación, después hay que seleccionar la información y, sobre todo,
narrarla de forma que sea asequible para el gran público. ¡Ahí está el quid de la cuestión: hacer la historia atractiva! El
autor de Y de repente, Teresa lo hace
con maestría: en sus casi 600 páginas, mantiene un ritmo constante y con pasajes
que le hacen un guiño a la novela de aventuras, y también a la de intrigas. Sánchez
Adalid arma una novela cercana, valiente y ambiciosa, con una prosa ágil y
sonora. Desfilan por esta historia multitud de personajes reales, como el Inquisidor
don Rodrigo de Castro y la princesa de Éboli; y además, nos ofrece un particular
recorrido por ciudades como Toledo y Sevilla.
Santa Teresa de Jesús es ya de
por sí un personaje fascinante, uno de ésos por los que cualquier escritor moriría (y mataría) por tener en sus novelas. El
acierto de Sánchez Adalid en Y de
repente, Teresa es el de ofrecernos un trabajo pulcro y, sobre todo,
entretenido en el que somos capaces de ver a una protagonista santa, y también
humana, con sus sufrimientos y sus vacilaciones. Yo me reconozco apasionado por
esa monja, que además tenía un gran oído
para la poesía: Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero, que muero porque no muero. Cualquier excusa es
buena para leer esta historia, pero ahora, que se celebra en quinto centenario
de su nacimiento, más. Yo no tengo más que decir. Ah, sí: Y de repente, una gran novela.
PS: Por cierto,
os voy a decir una cosa (una tontería): Yo vivo en Sevilla, y, después
de leer este libro, pienso: la de veces que Santa Teresa de Jesús pasó frente
mi casa.
Mi madre es una FAN con mayúsculas de este autor
ResponderEliminarYo de momento me he leído 4 libros suyos, y ufff.. sí escribe bien, pero peca de pasarse de descriptivo y de meter la iglesia hasta en la sopa
EL único que disfruté de verdad, fue el Mozárabe, que si no has leído, te lo recomiendo de verdad, creo que te gustará :)
Con este, sé que antes o después estará en casa porque es el "autor" de mi mami, pero no sé si me animaré a leerlo
un beesito
Me apunto tu recomendación. Muchísimas gracias... ¡Un besito!
EliminarPues tiene muy buena pinta, la buscaré, a ver que tal...
ResponderEliminarSaludos.
Si te gusta el Siglo de Oro y la figura de Santa Teresa, te encantará. Ya me irás diciendo. ¡Un abrazo!
EliminarNo me termina de convencer este libro asi que lo voy a dejar pasar.
ResponderEliminarSaludos
No conocía la novela, pero me has dejado muy intrigada. Si puedo, me haré con ella.
ResponderEliminarUn besito.
Pues ya me irás contando. A mí es que me fascina el personaje de Santa Teresa. ¡Un beso!
EliminarMuy buena pinta tiene esta novela. La tendré en cuenta.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me la llevo que he oído y leído comentarios muy buenos. Con el tuyo más puntos que ha ganado ;)
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte. Un beso!
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