Palabra de Virginia Woolf: lo que ella diga va a misa. Que mi admirada autora de La señora Dalloway se deshaga en alabanzas para esta obra es, a priori, garantía de éxito. Y que encima Oscar Wilde –El retrato de Dorian Gray- y Robert Louis Stevenson –La isla del tesoro, El extraño caso del doctor Jeckyll y míster Hyde- sólo tengan buenas palabras para el estilo de George Meredith termina de convencerme y me pone en una situación de tremenda curiosidad ante El general Ople y lady Camper, una novela injustamente olvidada, escrita en 1877 y que la joven editorial Ardicia rescata y traduce por primera vez a nuestro idioma. Gracias de antemano. Esta historia, de 110 páginas, retrata con una mordacidad asombrosa la sociedad inglesa de la época a través de dos vecinos, un militar retirado y una aristócrata excéntrica, que se relacionan de una forma tan peculiar que no sabemos hasta el final si es amistad, amor o sólo juego. Y atención porque, en esta novela (de hace un siglo y medio) nos encontramos a una protagonista femenina que destaca por su inteligencia, no por su sumisión; por su malicia, no por su ternura; por marcar los ritmos en sus relaciones con los demás, no por dejarse avasallar. Así de adelantada es ella. ¿Qué la hace única?: “Su capacidad para preguntar y exigir respuestas rápidas y deslumbrantes; (…) sus lecturas variadas, su habilidad para poner a los demás en ridículo”. Hablaremos después más en profundidad de lady Camper.Una pequeña localidad de la campiña inglesa servirá como telón de fondo al divertido encuentro de la atípica y entrañable pareja formada por el general Ople, un militar retirado, y su excéntrica vecina, lady Camper. Él cae rendido a sus pies, pero ella no está dispuesta a facilitarle las cosas y lo pondrá continuamente a prueba con un único objetivo: mofarse de las convenciones sociales. Las diferencias de clase, la reivindicación de los derechos de la mujer o la moderna concepción del amor son algunos de los temas recurrentes en la narrativa de George Meredith, que aparecen aquí con un ingenio y una ligereza que no siempre encontramos en sus novelas más extensas
Qué bien envejece la ironía
británica y qué bien viene de vez en cuando un chute de ese humor refinado
y sereno en el que nunca se sacrifican las formas, en el que todo se dice con
una sonrisa encantadora. A mí me fascina que
dos personas se estén poniendo verde a la cara y no pierdan la compostura,
es más, se sigan tomando el té en una taza de porcelana con el meñique
levantado. Qué educados son. Y de situaciones como éstas está cuajada la
novela, que no es más que una comedia victoriana, con momentos divertidísimos
en los que no dejamos de ver a lady Camper poner en apuros al bonachón de Ople.
Ella se define como refinada, aristocrática y guapa, los demás la llaman
excéntrica porque no la entienden. También es muy tiquismiquis y dice estas
cosas: “Las frases vulgares suelen
tolerarse, salvo cuando los culpables son allegados nuestros porque
entonces, además de ofendernos, nos comprometen”. Él, sin embargo, es más
parado, roza lo simplón y se ve sobrepasado por esta mujer. Lady Camper es, sin
duda, el azote, el motor, la maquiavélica.
No
os voy a engañar: hay que hacer un
esfuerzo extra para acercarse al estilo del señor Meredith, que sucumbe a las
convenciones literarias de la época con una prosa barroca y alambicada, que
casa muy bien con la historia, pero que le resulta lejana al lector actual.
Ojo, es un estilo cuidado, impecable y poderoso,
como dicen algunos, pero tan trabajado que exige un alto nivel de
concentración. Y así nos habla de la hipocresía, de las ridiculeces y las
falsas virtudes. Del esnobismo, la pedantería, la ignorancia. De que hay mil
formas de amar y de relacionarse.
Para todos los que quieran pasar un
fin de semana en la campiña inglesa o les guste imbuirse en ese ambiente que ha
popularizado Downton Abbey –sí, ya
sé que es un poco posterior- es una novela perfecta. El general Ople y lady Camper bebe de esa tradición inglesa de
tratar la comedia con elegancia, con una sutileza que la hace todavía más
efectiva, como también hicieran otros como William Makepeace Thackeray. Y lo más admirable de todo es que un
hombre, George Meredith, sea tan valiente como para reivindicar el papel de una
mujer inteligente, independiente y libre a finales del siglo XIX: ahí, abriendo
caminos. El broche de oro lo pone un posfacio de Virginia Woolf. Pues
felicidades.
no pinta mal pero no me llama mucho...la prosa esta tan poderosa y pulcra me termina cansando, y para libros reivindicando el papel de la mujer tengo muchas novelas románticas, que aunque parezca que no, hay muchas que abogan y reivindican eso mismo
ResponderEliminarun beesito
Buenas! Gracias por pasarte. Buen puente. Un beso fuerte. Dani.
EliminarAunque tiene buena pinta, lo voy a dejar pasar porque no me termina de convencer.
ResponderEliminarSaludos
No me importaría hacer ese esfuerzo extra... Creo que este libro me gustaría, así que apuntado me lo llevo.
ResponderEliminarBesotes!!!