EL SECRETO DE LOS DIOSES OLVIDADOS
Rafael González

SINOPSIS: (de la propia editorial)
1929. El Imperio Germano-Ruso nacido tras la victoria del Káiser en la Gran Guerra controla desde Berlín casi toda Europa. A lo largo del continente las tensiones entre vencedores y vencidos, imperialistas y Bolcheviques, se encuentran en un peligroso punto de ebullición.
En París, eruditos especialistas en la leyenda de la Atlántida han hecho un gran descubrimiento en secreto. Datos que revelan una sorprendente verdad tras el relato de Platón. Pero alguien más está al tanto de sus investigaciones, y quiere apropiarse de ese fabuloso tesoro.
Cuando la conspiración salga a la luz, un joven correo de la resistencia va a ser la única esperanza de los científicos para proteger el secreto que ocultaban los diarios de un famoso novelista francés. Jean Fontanabella y su improvisado aliado, Marcel DeFer, serán testigos a partir de ese momento de prodigios como ningún hombre recordaba jamás.
OPINIÓN:
Tengo la costumbre de leer todo lo que los editores ponen a nuestra disposición antes de acometer la novela en sí misma (solapas, contraportada, prólogo, prefacio…). Me gusta hacerme una idea de a qué me voy a enfrentar. En este caso tanto la biografía del autor (un joven superdotado, licenciado en historia del arte, guionista y dibujante de comics,…), como los extremadamente elogiosos comentarios de otros autores me hacían recelar un poco. Tiendo a ser un tanto desconfiado. Pero hay que reconocer que la novela está a la altura de lo que promete.
El autor combina muy hábilmente la ucronía (definida por el DRAE como una reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder) con la novela de aventuras y de espías, la ciencia ficción (a lo Verne o Wells), la fantasía y la mitología. Mi desconfianza inicial se originaba en la suposición de que tiene que ser muy difícil meterse en semejante jardín y que el producto final no sea un pastiche. Por supuesto la suposición es cierta, la dificultad existe, pero no es imposible salir airoso, y aquí está “El secreto de los Dioses olvidados” para demostrarlo. Y además lo logra en poco más de 250 páginas. Ahí es nada.
Me descubría a mí mismo evocando a Tintín, a Blake y Mortimer (en esa pareja protagonista), a Indiana Jones (en esa escena en la iglesia, en busca de la reliquia), a H.G. Wells y Verne (la anticipación de nuevas fuentes de energía, las máquinas voladoras), al Alan Moore de “La liga de los Hombres extraordinarios” (la manera de integrar la fantasía en un contexto histórico alternativo), al Mike Mignola de “Hellboy”, pero sin llegar a tener la sensación de que el autor estaba copiando a los genios (lo que sin duda hubiera dado lugar al temido pastiche), sino sabiendo cómo permanecer original.
Es más, es posible de que esas referencias que evocaba al leer fueran cosa mía. Tal vez nunca formaron parte de los planes del autor. Muchas veces, cuando leemos, acude a nosotros nuestro bagaje. Inconscientemente echamos mano de todo aquello que en mayor o menor medida nos ha influido. Y supongo que lo mismo pasa en el proceso creativo. En este caso no puedo por menos que pensar que Rafael González y yo hemos compartido algunas lecturas y algunas películas.
La irrupción de lo sobrenatural y mitológico se produce de manera fluida y se integra bien en el relato. A mí, particularmente, es lo que menos me gusta de la novela, pero porque la mitología y el misterio de la Atlántida no forman parte de mis inquietudes y preferencias, no porque no esté bien tratado ni desarrollado. Particularmente, en este apartado, me resulta más atractivo el personaje de la chica que tiene visiones, aunque, para mi desgracia, está menos desarrollado de lo que hubiera deseado.
En fin, una buena novela, muy inteligente y muy hábilmente estructurada, que interesará sin duda a aquellos que les guste la fantasía, la novela histórica, la aventura y la ciencia-ficción más clásica.
En el platillo de los aspectos negativos cabría darles un pequeño tirón de oreja a los editores por haber dejado que se colaran algunas erratas (por ejemplo la omisión de palabras que hacen incomprensible una frase) o, supongo que resultado del tratamiento informático del texto, dejar que una línea empiece con un punto que tendría que haber quedado al final de la línea anterior.
Tal vez sea ponerse un poco tiquis-miquis, pero a mí personalmente son detalles que me incomodan mientras leo.
Hasta la próxima, amigos y amigas, y felices lecturas.

Próxima reseña: Cazadores de sombras, Ciudad de Ceniza