Ligues fallidos, cibersexo con final infeliz, obsesiones bizarras con Justin Bieber, hadas madrinas Kardashian, sexo con Pokémons y pandillas de gatos malotes que adiestran a nuestra esforzada heroína en el noble arte de madurar. Gina Wynbrandt no se detiene ante nada y ante nadie en su espectacular debut gráfico. Tras plantar el campamento base en un territorio surreal y desternillante donde se juntan la autobiografía y lo fantástico, la autora elabora parábolas extremas sobre el mundo en que vivimos, sometidos a todo tipo de presiones, exigencias y necesidades, tanto en el mundo real como en el virtual. El resultado es una mirada fresca a las lides más tristes del amor y la carne, sazonada con visiones muy sabrosonas de la cultura popular.
Es
curioso: repaso las anotaciones que he ido haciendo mientras leía esta novela
gráfica y sólo encuentro Jajajaja.
Jajajaja. Qué bueno. Jajajaja. ¡Qué locura! No me lo puedo creer. Y nada
más. Supongo que estaba demasiado ocupado riéndome a carcajadas como para ser
más explícito. Aunque aportan poca información, estas frases ilustran muy bien
cómo me lo he pasado leyendo Que alguien
se acueste conmigo, por favor, publicada por Reservoir Books y creada por
la originalísima Gina Wynbrandt. Y el planteamiento es el siguiente: tenemos a
la protagonista, una jovencita del montón, entrada en carnes y poco agraciada,
obsesionada con internet, con Justin Bieber y con guardar fotos de actores
guapos; y la pobre, como bien adelanta el título, sólo pide alguien que se
acueste con ella, que alguien la haga sentirse deseada. Vamos, lo que se viene llamando 'estar cachonda perdida' (permítanme la expresión, porque éste es el tono de esta novela gráfica). Y os doy una pista de
lo disparatadas que son las cinco historias que conforman este título: ella guarda
esperanzas de liarse con Justin, a ella se le aparece Kim Kardashian –y “su
culo mágico”, lo dice ella, no yo- para ayudarla a brillar, ella provoca la
muerte de Channing Tatum y, además, se queda embarazada de un hombre-gato para dejar de ser adolescente en
una trama con referencias a Sailor Moon.
Sí,
la imaginación de esta autora es portentosa. Y no sólo eso: sino que es capaz
de usar los referentes modernos, los ídolos de masas –Zac Efron, One Direction,
el omnipresente Justin Bieber- para hablar de los tormentos de una jovencita con las hormonas por las nubes que
no cumple los cánones de belleza establecidos y que está obsesionada con el
sexo, con gustar, con llamar la atención de su
Justin o de cualquier hombre que se deje. Y de paso, nos hace un repaso al fenómeno fan y nos lleva
hasta ese punto de locura que ataca a algunos cuando se enamoran locamente de
alguien famoso. Los dibujos, señores, tienen carisma porque son irreverentes, porque
son capaces de sacrificar la belleza para ser conmovedores, porque son maravillosamente provocadores.
Ella,
como personaje, tiene unas posibilidades infinitas. ¿Por qué? Porque es
deslenguada, atrevida y a la vez patética, porque recurre a los trucos más desastrosos para ligar, como tomarse
una cerveza y decir en voz alta: "Uy, tengo que tener cuidado para que no se aprovechen
de mí porque estoy un poco borracha", porque se insinúa a todo bicho viviente y es rechazada continuamente,
porque se levanta de todos los tropezones. Y ojo, quizás así leído os suena un
poco vulgar o anticuado: no lo es. Que alguien se acueste conmigo, por favor es una fotografía mordaz y divertidísima
de una generación desquiciada. En esta época en la que todos estamos tan
pendientes del glamour, de los selfies con filtros y de acumular ‘me gusta’, Gina
Wynbrandt nos muestra los rincones más lóbregos de la adolescencia y su
relación con el sexo, con la fama y con querer ser adulto.
Que alguien se acueste conmigo, por favor es un chute de
gamberrismo, un homenaje al disparate, una vuelta de tuerca a la comedia
irreverente. La autora tiene la capacidad de reírse del mundo en el que le ha
tocado vivir y para eso crea una protagonista desvergonzada a la que las cosas
no le van demasiado bien en el tema del sexo. Y si además, aparecen Kim Kardashian,
como un hada madrina que acumula la magia en el culo, un Justin Bieber que
quiere alejarse de la fama y Sailor Moon, todo se vuelve kitsch,
deliciosamente kitsch. Es un soplo de aire fresco, una bofetada de realidad. Y
no encuentro otra forma mejor de terminar esta reseña que así: jajajaja.
Jajajaja. Jajajaja. Jajajaja. Etc.
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