miércoles, 5 de octubre de 2016

Las escuelas que cambian el mundo


Hay escuelas en España que están cambiando la educación. Escuelas que demuestran que otra forma de educar es posible. Escuelas que no están en Finlandia ni en Suecia; unas son públicas, otras rurales y algunas incluso están masificadas. Todas ellas son «Escuelas Changemaker» y están preparadas para liderar una verdadera transformación educativa. Son lugares que cuentan con alumnos, maestros corrientes, y padres cómplices detrás. Nos fijamos en escuelas de siete ciudades y pueblos de distintas comunidades autónomas que están luchando para que cada niño, niña y joven tenga la oportunidad de convertirse en un agente de cambio en la sociedad actual, y donde han comprendido que aprender a conservar nuestro entorno y construir un mundo mejor es tan innegociable como aprender a leer y escribir.

Algo se mueve en las escuelas. En alguna parte, cerca de nosotros, hay gente que transforma su descontento en ideas, que propone pequeños pasos con una dirección clara: hacer un mundo mejor, de habitantes más felices y con herramientas más útiles. ¿Más útiles para qué? Para la vida, para el presente. No es nuevo, lleva años extendiéndose la sospecha de que la educación actual no da respuestas a aspectos fundamentales en el crecimiento intelectual y emocional del niño, y cada vez son más los profesores que deciden capitanear este cambio, buscar soluciones y, sobre todo, ponerlas en práctica. César Bona es uno de estos maestros inconformistas y esperanzados, que ahora publica de la mano de Plaza & Janés Las escuelas que cambian el mundo, una inspiradora ruta por siete centros españoles que están entendiendo la educación de forma diferente: investigan, experimentan, escuchan las necesidades de sus alumnos y las atienden. Este libro nos permite acercarnos al futuro, conocer las escuelas del mañana. ¿Cómo son? ¿Dónde están? ¿Qué hacen? Lean.
            César Bona dice: “El fracaso escolar siempre es culpa del sistema y de los profesores, no de los niños”. Recuerdo, y seguro que ustedes también tienen algún caso cerca, al hijo de una amiga que, antes de acostarse, siempre les preguntaba a sus padres si al día siguiente tendría que ir al cole. Cuando le decían que sí, se agarraba un berrinche del que le costaba reponerse. Y esto un problema, un problemón. Y aquí está el primer (y gran) objetivo de estas escuelas pioneras y visionarias que se han propuesto hacer de la enseñanza algo diferente: que el niño tiene que ir feliz al colegio porque se le debe garantizar que juegue, que se relacione, que aprenda y que se potencien sus talentos. Cada alumno debe sentirse querido y respetado. Porque algo deja claro César Bona antes de recopilar y exponernos las experiencias educativas: que lo principal es el niño, no llenarlo de exámenes ni criarlo en la competitividad o en el pensamiento único sino velar por su bienestar, enseñarle a entender el mundo y estimular su curiosidad para que aprenda, para que asimile que él tiene la capacidad para solventar cualquier problema que se le presente. Hacer del niño una persona con recursos.
            ¿Qué tendrían en común estas escuelas modernas, estos profesores que apuestan por otros esquemas educativos? (Diré sólo unas pocas características, para no destripar el libro). Pues que todos van más allá de los objetivos curriculares y se preocupan del bienestar del niño, de buscar la armonía entre él, sus compañeros y el entorno. Fíjense, ya hay centros que dejan que los niños establezcan sus propias normas –es una forma de que los pequeños sientan que la escuela les pertenece-, que los enseñan a gestionar las emociones, a solucionar las discrepancias, a respetar las diferencias, a que cultiven su interés por lo que les rodea, a buscar soluciones a los obstáculos que se les presentan... ¡Ya hay centros que hacen esto! Y realmente, hay experimentos curiosísimos como clases con tres profesores, asambleas con alumnos de diferentes edades para abordar los problemas del centro, actividades solidarias impulsadas por los propios niños, como visitas al asilo o tareas de reciclaje, chavales que se autoevalúan en curiosidad, en emociones,... En definitiva, en las escuelas hay niños sanos, resolutivos y respetuosos que están aprendiendo a ser adultos sanos, resolutivos y respetuosos. Además, César Bona lo cuenta desde la sencillez, desde la cercanía, con los puntos de vista de los alumnos, de los profesores y de los propios padres.
            Cualquier ataque se viene abajo cuando los protagonistas, en este caso los niños, dicen que son felices. ¿Quién se atreve a corregirlos? Las escuelas que cambian el mundo es una esperanza para los que estamos convencidos de que el sistema educativo se ha quedado anticuado y necesita una revolución, que debe hacerse cargo de las necesidades de los nuevos niños. César Bona sabe cómo inspirarnos, cómo hacernos ver que se pueden hacer las cosas mejor. Necesitamos gente como él, con sus ideas y su arrojo. Es hora de enseñar a los niños no a competir sino a colaborar para hacer un mundo más feliz, más justo, más amable. Y los niños serán los responsables porque la escuela, ¡qué bonito!, puede (y debe) cambiar la sociedad. Una lectura imprescindible para los padres, para los maestros y para cualquiera que se preocupe por la educación.

5 comentarios:

  1. Me encanta César Bona y todo lo que dice. Todos los docentes tenemos mucho que aprender de él.

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  2. Parece interesante pero no creo que lo lea.

    Saludos

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  3. Como madre, me interesa mucho este libro, así que me lo llevo apuntado.
    Besotes!!!

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  4. Igual que Margari, como madre me interesa y me lo apunto. Mi hija hoy día va a un colegio que está dentro de un nuevo movimiento y estamos muy entusiasmada!
    Saludos

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