Igual que los erizos utilizan púas para protegerse, los adolescentes cuentan con sus propias defensas —un atuendo agresivo, una actitud provocadora— para preservar una identidad aún incipiente. Sin embargo, aunque a veces parezca lo contrario, los adolescentes necesitan y agradecen unas relaciones amorosas y positivas con sus padres y otros adultos de su entorno. ¿Cómo descifrar sus códigos y vencer sus barreras? ¿Cómo ganarnos su confianza y mantener los canales abiertos? En suma, ¿cómo abrazarlos a pesar de los pinchos? Con pequeñas historias y doce principios pensados para fomentar la comunicación, la confianza y la autoestima de nuestros hijos, Brad Wilcox y Jerrick Robbins han creado un manual que explora los grandes temas de la educación adolescente: desde pistas para interpretar sus emociones o ideas para poner límites hasta sugerencias para hablar de sexo o para abordar temas como el alcohol, el tabaco y demás. Además, cada capítulo incluye propuestas concretas para abrir puertas, derribar muros y vencer miedos.
Hace unos años se puso de moda eso de
tener un erizo como mascota. De hecho, yo estuve a punto de hacerme con uno. Estos
animalillos son monos, no dan ruido (ni ladran en mitad de la noche) y además,
le otorgan al dueño un plus de originalidad y extravagancia. Pero hay muchos más erizos de los que nos pensamos. Los expertos Brad Wilcox y Jerrick
Robbins utilizan este símil, el del erizo, para hablar de la adolescencia, de esa época en la que los chavales se
alejan, se callan y parecen hastiarse del mundo y, sobre todo, de los adultos.
Les suena, ¿verdad? Bajo el sugerente título de Cómo abrazar a un erizo, publicado por Urano, los autores nos proponen
un estudio, que es también una guía práctica y un manual de comportamiento, donde dan
claves para tener una relación sana y positiva con ellos, a pesar de sus púas. El planteamiento es muy interesante
porque aborda sin complejos esta etapa y establece, desde el principio, un gran pilar: los adolescentes, a pesar de sus malas formas, anhelan la
conexión con los mayores y agradecen las relaciones positivas. Entonces, ¿qué debemos hacer los adultos para charlar con ellos sin
terminar enfadados, para que confíen en nosotros, para ser parte de su mundo?
Pues, lo primero, y en cantidades industriales, paciencia –hay que dejar que el
erizo nos huela y se acostumbre a nosotros-, estar receptivo para propiciar el
acercamiento y actuar desde el cariño, la comprensión y la escucha afectiva.
Vayamos por partes.
Se nota, ya desde las primeras
páginas, que los autores han tratado con adolescentes. Se ve en la forma que los
definen, en la lucidez para identificar sus problemas y en cómo plantean las
soluciones útiles. Se habla, y sólo daré un par de claves para no destripar el
libro, de saber leer las necesidades no expresadas de los jóvenes, de establecer límites y
hacer cumplir la autoridad, de escucharlos con atención, de restringir la
tecnología –por ejemplo, no a comer con el móvil encima de la mesa- y de hacerlos
responsables de sus acciones. Además,
dedican un capítulo precioso al contacto físico, a la magia de los abrazos y a
lo positivo de las muestras de afecto, ya sean con un beso o una felicitación.
Va todo dirigido a lo mismo: a la construcción de la autoestima y a conseguir que
el adolescente haga valer su opinión sin dejarse influenciar por la masa. Hay
una cosa muy curiosa que es cómo el entorno nos doblega. Es decir, que si todos
los niños de la clase van a patear una papelera, uno lo hace por no sentirse
excluido, aunque no quiera. Los autores también dan claves para abordar este tipo de situaciones
complicadas.
Cómo
abrazar a un erizo está escrito de una forma sencilla y amena,
aportando ejemplos propios e intercalando sus recomendaciones con casos reales.
Los autores, ya lo decía antes, tienen los pies en la tierra y hablan de
técnicas al alcance de cualquiera para mejorar la convivencia, aunque dejan
siempre claro que es necesario trabajar duro, ser paciente y estar siempre al
acecho. Completan sus claves con encuestas reales en las que descubrimos, por
ejemplo, que ocho de cada diez
adolescentes prefieren cenar con sus padres a hacerlos solos. No evitan los
temas más controvertidos, como el sexo, el tabaco o el alcohol. A un niño de
doce años no se le puede contar por enésima vez lo de la cigüeña y los niños
que vienen de París.
Cualquiera que tenga un erizo en su
entorno debería leer esta guía, por curiosidad, por ser práctico, porque si un
solo consejo sirve para hacer más feliz a un adolescente (y al adulto) habrá
merecido la pena. Cómo abraza a un erizo
es honesto, es lúcido y es real. A mí, que doy conferencias por los institutos,
me ha servido para entenderlos más, para aprender ciertas técnicas, para
preocuparme por sus inquietudes. Porque los adultos, en estos casos, no podemos
quedarnos de brazos cruzados ni ponernos a su altura. Debemos tomar las riendas
para ayudarlos a atravesar la adolescencia. Es hora de actuar, y de actuar
correctamente.
¡Hola!
ResponderEliminarQué guía más interesante. Desde luego, sería útil para que los padres no se desesperaran tanto con el comportamiento de sus hijos y para que los hijos entendieran un poco mejor a sus padres. No la conocía. ¡Gracias por la reseña!
Un saludo imaginativo...
Patt