Y de repente un día te encuentras en los cuarenta y tantos, a la misma distancia de la cuna que de la tumba, y lo primero que te preguntas es cómo ha podido pasar todo tan rápido. “Pero si yo me siento como si tuviera veintisiete, treinta como máximo”, dirás. Es, pues, el momento de hacer cuentas y de poner en valor, de acostumbrarse a los fracasos, y de aceptar que la vida no ha sido lo que esperábamos (y que posiblemente ya no consigamos enderezarla). Aquí, en este delicado punto vital, se sitúa Nosotros, los de entonces, la nueva novela de Marta Rivera de la Cruz (Planeta), una tierna –que no edulcorada- historia sobre la amistad y los reencuentros, sobre los recuerdos, las rencillas y los silencios, sobre las cuentas pendientes: un grupo de amigos de la Universidad se reúne en un pueblecito francés después de más de diez años sin verse y bueno, las verdades van destapándose al mismo ritmo que las botellas de vino. Y no se preocupen, que no es una novela sobre el pesimismo, ni sobre lo terrible que es cumplir años.Seis amigos de la universidad. Doce años sin estar juntos. Dos días en un idílico hotel rural de la Provenza para desempolvar viejos recuerdos. Jorge, Valva, Lourdes, Cecilia, Roberto y Mauro se conocieron en la Escuela de Bellas Artes y fueron inseparables. Pero el paso del tiempo se ha encargado de poner distancia entre ellos. Un día, por medio de un mail, Jorge invita a todos a pasar un fin de semana en el hotel de Valva en Saint Rémy, porque hay una noticia que quiere compartir con ellos. Aunque la primera reacción de algunos es poner una disculpa, Robe explica a sus amigos que Jorge tiene algo muy serio que comunicarles y que es imprescindible que estén todos. En esas circunstancias, unos y otros dejan atrás sus obligacionesy parten a la Provenza. Estos seis amigos tendrán dos días para desempolvar viejos recuerdos, para curar heridas, para ventilar rencores, para aclarar malentendidos. Dos días para decirse cosas que se ocultaron, para brindar, bailar, llorar y reírse. Para hacerse reproches y para darse las gracias. Y, sobre todo, para renovar el cariño que habían dejado dormir durante demasiado tiempo. Nosotros, los de entonces es una historia de lealtades y afectos, teñida de la nostalgia por los veinte años y el duro aterrizaje en los cuarenta, cuando uno hace balance y admite que algunos sueños ya no pueden cumplirse..., ¿o quizá sí?
Tiene Nosotros, los de entonces cierta tendencia a lo teatral, y hablo de
que, durante muchos pasajes, parece un texto escrito para representarlo en un
escenario. ¿Por qué? Por el enorme peso de los diálogos, y por la naturalidad
con la que están construidos, porque se desarrolla casi en su totalidad en un
único escenario –ese delicioso hotelito rural-, por esa tela de araña de
relaciones en la que nada es lo que parece, y por los propios personajes, con
una evolución lógica y un tratamiento muy equitativo: cada uno tiene su momento de verdad, de ser absolutamente sincero. Con
un estilo llano –sencillo, asequible- y el enorme reto de hacer creíble el
comportamiento de estos cuarentañeros, Marta Rivera de la Cruz ofrece un retrato
honesto de una generación y de un momento concreto de sus vidas; y el mensaje
siempre apunta a la misma dirección: todos tenemos sueños no cumplidos, todos cargamos con nuestra cota de fracaso, en un campo o en otro. Y ésa es quizá la gran enseñanza, la de aprender a vivir con lo que no
esperábamos, la de aceptar eso de lo que no estamos orgullosos.
Insisto en el que no es una novela
triste ni descorazonadora. Es una historia coral, sin grandes aspavientos ni concesiones a la artificiosidad –como se
etiquetan ahora algunas fotos, #NoFilter–, donde se abordan temas
universales como la maternidad, el amor, la traición, el amor, el compromiso,
el amor y, cómo no, los sueños sacrificados. Y los roles de los personajes son
fácilmente reconocibles: el talentoso,
el extravagante, la guapa, la menos guapa, la graciosa y el que iba a su rollo,
y cada uno cumple su función en la trama de forma correcta. Además, la historia
está salpimentada –utilizo este adjetivo, algo cursi, por razones que ahora
entenderéis- con curiosas referencias al arte, y sobre todo a la gastronomía.
Sí, señor, la buena mesa tiene un peso importante en esta novela.
Nosotros,
los de entonces es un canto a la nostalgia, o no. Quizás sea un homenaje a
lo que fuimos y a lo que creímos que llegaríamos a ser. Quizás sea una
invitación a superarse y a seguir adelante. Posiblemente sea todo eso: una
historia sobre cómo hemos incorporado a nuestras vidas esos años locos de la
Universidad donde nos pensábamos adultos. La novela recupera un asunto en
apariencia viejo –la reunión de varios amigos y la revelación, poco a poco, de
ciertos secretos-, pero Marta Rivera de la Cruz tiene la habilidad de hacerlo atrayente,
de inyectarle una frescura que funciona muy bien. Y además, habla de eso que
nos preocupa a todos, de ese proceso imparable que es la madurez. Señores, el fracaso también forma parte de la vida. Porque nosotros, los de entonces, éramos esos
jóvenes enérgicos y soñadores que creíamos –realmente lo creíamos- que podíamos comernos el
mundo.
Pues es el tipo de novelas que me pueden gustar mucho. No sabía realmente de qué iba. Me la apunto.
ResponderEliminarBesos
No tiene mala pinta. Podría animarme con este libro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Este libro no es para mi, por lo menos en este momento.
ResponderEliminarSaludos
He leído otras novelas de Marta Rivera de la Cruz (La vida después y La boda de Kate) y todas me han gustado, así que esta la leo seguro. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarUn saludo