martes, 31 de enero de 2017

Dos chicos besándose


Craig y Harry tienen diecisiete años, un pasado en común y un objetivo actual: batir el récord del beso más largo de la historia. Y, de paso, demostrar que dos chicos besándose es algo completamente normal.«Ese es el poder de un beso: no puede matarte, pero sí devolverte a la vida».

Es uno de los mayores errores, pensar que ya está todo conseguido, que no hay que seguir luchando, que hemos llegado a la meta, a la cota más alta de aceptación y respeto. Hablo del colectivo LGTBI (no sé si me dejo atrás alguna letra), de una minoría históricamente marginada que ahora, al menos teóricamente, goza de igualdad. No nos engañemos, las cosas no son perfectas. En este tema viene a echarnos un capote Dos chicos besándose, la novela de David Levithan que con tanto acierto ha publicado Nocturna Ediciones y que toma como base un hecho real, el que protagonizaron dos chavales cuando quisieron marcar un nuevo récord del beso más largo del mundo y estuvieron casi treinta y tres horas pegados, de pie, sin comer ni hablar. Esta anécdota sirve para presentarnos a los protagonistas, todos menores de veinte años: los dos chavales que se acaban de conocer y están fascinados el uno con el otro, los que llevan un tiempo saliendo, pero uno de ellos lo hace a escondida de su familia, al que los padres echan de casa porque lo descubren hablando en un chat con otros hombres. Y a todos los une lo mismo: las cosas que para los demás son fáciles, para ellos no lo son tanto. Como si la vida tuviera para ellos un plus más de dificultad. Amar se convierte en un acto de valentía, en un ejercicio de riesgo. Y lo dice así en la página 14: “Sabemos que algunos seguís asustados. Sabemos que algunos todavía permanecéis en silencio. Que ahora (la situación) sea mejor no significa que todo esté bien”.
            Os habrá sorprendido algo en la anterior cita: ese narrador que se mete en la historia, que habla como si fuera un dios o alguien que ve la vida desde lo alto. Han acertado ustedes y es éste uno de los grandes aciertos del autor: crear un narrador que representa a todos los gays que han muerto, que han tenido que vivir en otras épocas mucho más terribles, que han sido vapuleados por el sida, por la ignorancia, por la violencia. Es decir, y fíjense qué planteamiento tan interesante: la generación de homosexuales que ya murieron narran a los lectores la historia de estos jóvenes a los que las cosas se le presentan algo más fáciles, pero no del todo. “Nuestra felicidad contenía desobediencia y miedo”. O cuando hablan del sida: "Nosotros no elegimos nuestra identidad, nacimos así, pero fuimos elegidos para morir por ella”. Hay algo maravilloso en esta historia de Dos chicos besándose y es obligar a los adolescentes a mirar para atrás, a saber que antes de ellos hubo otros gays que les abrieron el camino y que lucharon mucho más que ellos.
            Confieso que al principio, durante las primeras páginas, estaba algo perdido. No sabía qué me estaban contando, si era un ensayo, un fluir de conciencia o una recopilación de reflexiones, pero no: es una historia coral, entre lo terrible y lo tierno, en el que varios jóvenes se enfrentan a la aceptación de su identidad. Y el texto, escrito desde un respeto y una dulzura incuestionables, consigue eso tan difícil en estos tiempos: unir, potenciar la comunidad y el compañerismo porque como dice el narrador: “cuando rechazan a uno, nos rechazan a todos”. En Dos chicos besándose están varios amores homosexuales y también están todos los dolores: el de los padres que no aceptan, el de los odiadores profesionales que escupen su veneno sin control, el de los compañeros que insultan, que pegan, que avergüenzan. Y así es todo en esta historia: entre lo maravilloso y lo espantoso.
            Dos chicos besándose es un homenaje a las generaciones homosexuales que nos han precedido, porque a veces es necesario pararse, mirar atrás y dar las gracias. Gracias. Es también un retrato de una minoría, la gay, a través de las experiencias de varios jóvenes que sufren, que se desesperan y que piensan en la muerte y, sobre todo, es un canto a la valentía, a la confianza y al amor. Con que un solo lector se haya sentido mejor después de leerlo, habrá merecido la pena, porque este libro, señores, es sanador, es reconciliador. Es como un abrazo después de un disgusto. En este siglo en el que todavía siguen suicidándose adolescentes -sí, adolescentes- para no sufrir las burlas por su homosexualidad, libros como estos son imprescindibles. 

4 comentarios:

  1. Parece interesante pero con la de pendientes que tengo lo dejaré para más adelante, gracias por la reseña.
    Un beso

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  2. ¡Hola!
    Yo adoro (A D O R O) este libro y por eso siempre entro a ver que dice la gente de él :D (soy una curiosa, vamos). Me gusta que guste y me encanta que además se remarque lo de los narradores. Las historias corales son preciosas, pero es que la manera de narrar fue uno de los grandes aciertos del libro :P

    Nea.

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  3. ¡Hola!

    Me alegra que te haya gustado ^^ A mí me llama bastante la atención esta novela por la temática que trata en general, pero entre alguna que otra opinión no tan positiva que he leído desde que se publicó y el hecho de que se trate de una novela coral y no una novela como las que suelo leer me echa un poco para atrás y me está retrasando bastante a la hora de decidirme a leerlo o no =/ Supongo que tarde o temprano lo leeré por quitarme ese gusanillo de encima, así que espero que al menos me guste :)

    Gracias por la reseña. ¡Besos!

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  4. Libros aún muy necesarios, como bien indicas. No me importaría leerlo.
    Besotes!!!

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