Como el valiente que se lo juega todo a una carta, Carlos Montero lo supedita todo al misterio, a la intriga, y a los quiebros argumentales inesperados. Así se muestra él: como un verdadero mago del suspense doméstico, de las maldades cotidianas. El autor, que es además un experimentado guionista –no es vano está detrás de las series Física o Química y El comisario, entre otras-, se ha hecho merecedor del Premio Primavera que convoca la editorial Espasa y el Ámbito Cultural de El Corte Inglés con El desorden que dejas, un desasosegante thriller protagonizado por una profesora de instituto que tendrá que sustituir a una joven que, al parecer, se ha suicidado en circunstancias poco claras. La tranquilidad le dura poco, porque ella empezará a sufrir también el acoso, la persecución y el peligro y, como toda heroína que se precie, se comprometerá con la justicia e intentará por todos los medios sacar a relucir la verdad. Al precio que sea.La novela ganadora del último Premio Primavera es un intenso thriller psicológico protagonizado y relatado en primera persona por Raquel, una joven profesora de literatura en horas bajas que acepta una suplencia en un instituto de Novariz, el pueblo de donde, casualmente, procede su marido. En su primer día de trabajo, la joven se entera de que Elvira, su predecesora, se ha suicidado y al finalizar las clases encuentra en su bolso una nota que dice: «¿Y tú cuánto vas a tardar en matarte?». Decidida, Raquel intentará averiguar quién está detrás de esa amenaza, e inevitablemente empezará a obsesionarse con la antigua profesora. ¿Qué le ocurrió? ¿Qué la llevó a la depresión si los alumnos la adoraban? ¿Realmente se suicidó o alguien acabó con su vida? ¿Se está repitiendo el mismo patrón con ella? Y sobre todo, ¿por qué de repente algunos indicios apuntan al marido de Raquel?
Leía
el otro día el auge en la literatura del domestic
noir, algo así como la novela negra de andar por casa, en la que el enemigo
puede ser cualquiera de nuestro entorno. Un ejemplo de este subgénero podría
ser La chica del tren. Y aquí está
uno de los grandes aciertos de Carlos Montero: la capacidad de hacer el peligro palpable, de obligarnos a dudar de
todos, hasta de los más cercanos, y de hacernos mirar atrás porque nos
sentimos intimidados. El miedo está latente, como un monstruo que se intuye. En esta historia no sólo están los alumnos que se enfrentan
al profesor, sino los compañeros herméticos, los habitantes de un pueblo
nublado y extrañamente silencioso, y los miembros de una familia política
distante. A todo esto le sumamos un duelo aún no superado. Raquel, la
protagonista, se nos presenta como una mujer con su propio catálogo de miedos,
muy bien definida, y absolutamente verosímil. Además, aborda asuntos actuales, como el
acoso escolar, las drogas, la corrupción o el poder del dinero; vamos, los
temas universales de toda la vida.
Comienza
esta reseña hablando de que la intriga que se lo traga todo, y que queda
perfectamente contagiada gracias a una ambientación impecable y a unos
personajes con su cuota de oscuridad. Y el autor sabe lo que hace. El misterio empieza álgido y se
mantiene así hasta el final, a pesar de varias decisiones muy arriesgadas en la
resolución de los problemas. He notado,
y quizás sea cosa mía, algunos párrafos algo descuidados, con poco brillo,
como palabras repetidas muchas veces en la misma frase, o expresiones como
“tenía cero escrúpulos” o “llevaba un reloj que podría darle de comer a media
África”, que me resultan algo pueriles. Entiendo que busque la naturalidad,
pero me chocan. A pesar de todo, no es nada escandaloso.
El desorden que dejas es un buen
thriller doméstico, es un buen vicio literario: engancha, despista, asusta y se mete dentro. La novela de Carlos
Montero tiene el poder de hacernos desconfiados, de ponernos al acecho y de
volvernos vulnerables. Algo es innegable: consigue que nos convirtamos en
habitantes de ese pueblo, en visitantes de ese instituto, y en mejores amigos
de la protagonista, Raquel. Esta historia vibra, está viva. Dice el dicho que todo por la pasta, y todo también
por el misterio. Y con esta intriga en
cantidades industriales, sólo queda disfrutar.
Y sí, recuerda un poco –por el ambiente que desprende- a la
trilogía de Dolores Redondo.
Por
cierto, a esta edición del Premio Primavera se presentaron casi mil
manuscritos de 36 países.