Tras el éxito cosechado con Palabralogía (Crítica, 2014) en el que Virgilio Ortega proponía un apasionante viaje por el origen de las palabras, el autor acaba de publicar Palabrotalogía (Crítica), libro en el que se centra en la etimología de las palabras malsonantes. En esta ocasión, Ortega plantea una guía para descubrir la Pompeya del año 79 y, de su mano, podremos leer los grafitos de sus paredes. Este tratado (muy soez, pero muy culto y, sobre todo, muy divertido) nos permitirá descubrir allí los secretos de nuestras palabras obscenas.
ATENCIÓN:
esta reseña no está recomendada para menores de 18 años, tampoco para los
timoratos, los prejuiciosos o los que se sonrojan con facilidad.
«¡Coño!» «¡Puta!» «¡Cojones!» «¡Carajo!»
«¡Verga!» «¡Follar!»… (Os confieso que es la primera vez que escribo estas
palabras, o al menos que las escribo en un ámbito público). Y podría llenar así
tres párrafos porque hoy os hablo –o más bien os habla Virgilio Ortega, el
autor– de las palabras guarras, de su
origen y de la evolución que han experimentado a lo largo de sus más de dos mil años de historia, sí, porque todas estas
palabrotas, señores, ya se decían en la Pompeya del año 79. Y ahí siguen,
decorando las paredes de esa ciudad sepultada por las cenizas del Vesubio, y
formando parte de nuestra habla cotidiana. Palabrotalogía –a ver quién es capaz de decirlo de un tirón– les da
su sitio (y también un poco de cariño) a más de mil palabras soeces. Está editado
por Crítica (Planeta).
Hoy
nos vamos a desquitar de esta fascinación tan humana que es decir tacos: «Ramera» «Zorra» «Sodomita» «Erección»
«Cunnilingus», y siempre con la excusa de comentar este ensayo novelado o
esta novela ensayística, en la que el autor, simulando un viaje en el tiempo
hasta los primeros años de nuestra era, se traslada a Pompeya y allí, cogidos
de su mano, lleva a los lectores a los prostíbulos, a las saunas y a las tabernas (lo mejor de
lo peor), para descubrirnos el origen de muchas palabrotas que decimos hoy. Lo
primero que hacen los niños cuando aprenden a leer es buscar en el diccionario
las palabras prohibidas: «caca», «culo», «pedo», «pis». Y algo parecido es lo
que hacemos nosotros, los adultos, con este libro, acercarnos a él casi de
puntillas, como si estuviéramos haciendo algo mal, como si estuviéramos
desobedeciendo alguna orden. Y dice el señor Ortega que no hay palabras buenas o malas, sólo palabras condicionadas por la carga moral que les ha impuesto el ser humano. Virgilio Ortega tiene el don del
buen profesor: cuánto sabe y qué forma más amena tiene de exponerlo, de contagiar su
entusiasmo. Palabrotalogía ofrece una
lectura divertida y apasionante, capaz de provocarnos algún que otro rubor.
Y como sois unos incrédulos
(in-crédulo: del verbo credere, que no se cree nada), os voy a dar unos cuantos
ejemplos: ¿Sabéis que escroto significa ‘bolsa de piel’, que glande, ‘bellota’; y que fimosis, ‘amordazar’ o ‘poner un bozal’? ¿Sabéis que los romanos tenían
sesenta formas de decir puta, entre ellas ramera, meretriz, gaditana…? ¿Sabéis adónde estás mandando a alguien a
quien le decís ‘Vete a hacer puñetas’? (A hacerse una paja). ¿Sabéis que
follar viene de fuelle y del ruido que hace, y que guarro procede de la voz
onomatopéyica de los cerdos, Gorr, gorr? ¿Sabéis por ejemplo que vagina -¡qué
machista!- significa la funda de la espada? ¿Sabéis que los romanos ponían
imágenes de penes por todos sitios, porque creían que atraía la virilidad y que
servía contra el mal de ojo? ¿Sabéis qué
significa ‘culibonia’ o que el clítoris lo descubrió Colón en el siglo XVI,
y que carajo viene del latín y significa ‘palo’, ‘verga’? Pues éstas son sólo
algunas de las curiosidades de este libro que con tanto tino ha escrito
Virgilio Ortega. Y no habla sólo de palabras, sino de las inscripciones que
llenan Pompeya y que nos dejan joyas como éstas: «Aquí me tiré a la tira de
tías», «Nada más llegar aquí, jodí y me volví a casa», «Encolpio cagó bien aquí».
Sed
valiente, desprendeos de los prejuicios y leed Palabrotalogía y no porque yo lo diga, sino porque os dará temas de
conversación, chascarrillos y curiosidades con las que presumir en las cenas
con los amigos, o en una cita. La recopilación de Virgilio Ortega, gran
conocedor de la cultura grecolatina, es un curioso ejercicio de memoria y un
apasionante viaje etimológico que nos lleva hasta el origen de nuestras
palabras guarras. Porque ¿quién no necesita sacar los pies del plato en alguna
ocasión? Después de leerlo, oiremos las palabrotas con más cariño. Y para despedirme: «¡Coño!» «¡Puta!»
«¡Cojones!» «¡Carajo!» «¡Verga!» «¡Follar!»
Pues no conocía este libro, pero fíjate que has conseguido que me llame muchísimo. Me lo apunto.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Pues la verdad parece interesante! Un beso!
ResponderEliminar¡Hola! Adoro la etimología y la cultura grecolatina, así que creo que este libro me está llamando a voces. Gracias por descubrirmelo porque no lo conocía! ^_^
ResponderEliminarUna curiosa lectura, no la cnocía, si tropiezo con ella por ahí, le echaré un ojo.
ResponderEliminarSaludos.
Una lectura fuera de lo normal. Me lo apunto para echarle un ojo.
ResponderEliminarSaludos
Curioso este libro. No me hubiera fijado en él, pero ahora vas a hacer que lo busque.
ResponderEliminarBesotes!!