Una famosa escritora vuelve al Medio Oeste americano, a la ciudad de su infancia, y desencadena una serie de historias narradas por aquellos que la conocieron: recuerdos de soledad y condescendencia, sutiles y poderosos sentimientos; y el siempre creciente abismo entre el desear y el tener.
En el
pecado va la penitencia. El ser humano siempre tiende a rodearse
de otros, a intentar comunicarse, a trabajarse su pertenencia a la comunidad,
pero esto a veces lo único que hace es subrayar sus soledades, dejarlo con una
desagradable sensación de ser un incomprendido, una rara avis. Este afán por relacionarse implica también
un riesgo: el de mostrar las debilidades o, algo mucho peor, el de conocer las
debilidades del otro. Queremos estar con los demás, pero los demás a menudo
nos resultan insoportables. Y sobre esta potente contradicción se levanta Todo es posible, una de las últimas
apuestas de Duomo Nefelibata que confirma a Elizabeth Strout, su autora, como
una de las voces narrativas más valientes y más asombrosas del panorama actual
gracias a esta historia coral sobre un puñado de habitantes del Medio Oeste
americano que se relacionan entre ellos casi como animales, sabiendo sólo
pueden ser depredadores o presas.
Todo es posible. O no. Porque en esta
historia lo único posible es sentirse superior al otro, protegerse del dolor y
no frustrarse demasiado, notar un latigazo de felicidad que desaparece poco
después. Conocemos, por ejemplo, a un hombre que cree haber sentido a Dios en
el incendio que destrozó su casa, a una mujer de la que los demás se ríen por
su gordura y que vive enamorada de un vecino, a una pareja que le deja una habitación
a una fotógrafa mediocre y se dedican a espiarla, a una escritora famosa que se
reencuentra con su familia casi veinte años después y a la dueña de un hostal
que no perdona sentirse traicionada por sus clientes. Y todo en una atmósfera
claustrofóbica y también sugerente; los personajes se relacionan en una curiosa
tela de araña hasta que dejan claro que son inadaptados, que nadie, por mucho
que los quiera, los entiende. Ni siquiera la familia es un refugio, ni siquiera
en el hogar están a salvo. Y así, este catálogo de protagonistas acaban
convertidos en símbolos poderosos de la complejidad del ser humano, de su
incapacidad para entender al otro, para quererlo por lo que es.
Elizabeth
Strout, que ganó el Pulitzer por su grandiosa novela Olive Kitteridge, vuelve a dar una lección magistral de estilo. Su
mirada –¡Oh, Dios mío! – es alucinante, es única, como si la autora fuera una
exploradora que encuentra detalles que nadie más ve. Su prosa cuidadísima se
revela como un envoltorio precioso, como un aura cegadora que rodea la historia. Dotada
con un talento especial para los diálogos, deja que sus personajes se
relacionen a través de la palabra hablada en escenas que parecen pequeñas obras
de teatro. Ella sabe dar la información justa, sabe presentar a sus
protagonistas en una frase, sabe cómo ir manejando el ritmo para ir
acompasándose al de ese desasosiego que impregna la novela. E insisto: hace
falta que confluyan muchos aciertos para construir una novela como ésta.
Todo es posible es un auténtico
despliegue de virtuosismo literario. Su autora no sólo es capaz de crear
personajes sólidos o historias sugerentes sino que las cuenta con una mirada
peculiar, con un estilo único. Hay pocas veces que sucede esto: que uno quiera
ser parte de un libro, que uno quiera convertirse en algún personaje de la historia para formar parte de su belleza. Porque sí, porque la incomprensión, porque esa
torre de babel en la que vivimos –y donde cada uno parecemos hablar un idioma
diferente- es caótica y a veces desesperante, pero hay una forma preciosa de
contarlo: la de Elizabeth Strout. Esta novela va, sin dudarlo, a la lista de
las mejores de este año.
Este libro no es para mi, lo dejo pasar.
ResponderEliminarSaludos