Os salvaré la vida es una sólida y emocionante novela que recrea la vida de Melchor Rodríguez, personaje histórico y singular absolutamente apasionante con un papel infravalorado hasta ahora durante la Guerra Civil y en la trayectoria del anarcosindicalismo español. El Ángel Rojo, como es conocido, defendió a ultranza siempre, aun a riesgo de su propia vida, todo aquello en lo que creía y puso fin a las lamentables sacas producidas a principios de la guerra, sacas que se cobraron la vida de miles de españoles. Director de Prisiones, evitó vejaciones en las cárceles y ejecuciones irregulares y arbitrarias. Tras la guerra, fue detenido y juzgado. En uno de los consejos de guerra al que fue sometido, en una escena casi de película, solo el testimonio del general del bando nacional Muñoz Grandes y miles de firmas de personas a las que había salvado, de todo sesgo político, evitaron que lo condenaran a pena de muerte.
De
repente, aparece un hombre con la mirada más alta de lo normal, alguien que
demuestra su enorme valentía en tiempos de guerra, un
ejemplo real de justicia para las generaciones venideras. ¡Qué necesarios son
los héroes, y no sólo en la literatura! Sobre esto vamos a hablar hoy, con
motivo del último Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio, que convoca la
editorial Espasa y que este año ha recaído en Os salvaré la vida, una historia escrita por Joaquín Leguina y Rubén
Buren, que reconstruye la vida de Melchor Rodríguez, más conocido como El ángel rojo, bautizado así por su
compromiso con la vida, por su rechazo de la crueldad, por su defensa de la
justicia en los años más difíciles. Nos trasladamos, durante los próximos
minutos, al Madrid de la Guerra Civil, a esa ciudad sitiada por los nacionales y castigada por las
bombas, encogida de miedo.
No
se lo pregunten más: la hazaña de Melchor Rodríguez fue la de salvar miles de
vidas. Él, anarcosindicalista convencido y delegado de las prisiones donde se
encerraba a los presos del bando nacional, consiguió poner un poco de cordura
en todo el conflicto: se opuso a los fusilamientos colectivos, evitó vejaciones
y humillaciones, y defendió la paz, la compasión y la convivencia en un momento
especialmente complicado. “Siempre se puede morir por las ideas, pero nunca
matar por ellas”, fue su máxima, y a llevó a rajatabla hasta el final. Os salvaré la vida nos permite conocer
al hombre que hay detrás del político, acercarnos a sus convicciones y ver cómo
arriesgó su propia seguridad por proteger a sus enemigos: los refugiaba en su
casa, los ayudaba a huir… Sí, un héroe, en toda la extensión de la palabra. Y como casi todos los héroes, tuvo que
cargar con la incomprensión de su entorno más cercano, por ejemplo, su esposa,
que prefirió huir ante la cercanía de la muerte.
Toda
la estructura narrativa está al servicio de esta puesta en valor del El ángel rojo. El estilo es sencillo y
espontáneo –no hay visos de barroquismo o de intención poética-, con un gran
peso de los diálogos, y está dividido en capítulos que van relatando trozos de
su vida privada en un intento por retratar al hombre que moldeaba al político. Encontramos tres grandes bloques en la historia: la época en la casa de acogida donde se escondía a los que estaban en peligro,
la situación del Madrid de la época y la rendición del bando republicano, y el desenlace de los muchos personajes que pueblan la historia. Hay que subrayar la historia está muy bien documentada. Aquí radica uno de los grandes
logros de la novela: sacar del olvido a uno de esos personajes a los que la
Historia debería estar eternamente agradecida. Sin gente como él –sin sus
principios, sin su arrojo-, la cifra de muertos durante la Guerra Civil hubiera
sido mayor, mucho mayor. Y encima, tiene un final taquicárdico: un consejo de guerra en el que piden la muerte del protagonista. No se asusten, a pesar de la guerra y los peligros, tiene un evidente halo de ternura: está escrito desde el cariño, ya que uno de
los autores, el dramaturgo Buren, es familiar directo de Melchor Rodríguez.
Os salvaré la vida
es una de esas historias desconocidas, pero necesarias, que nos demuestran que en
un escenario de terror –el de una guerra– puede salir un héroe. Y le ponemos
nombre, Melchor Rodríguez, y conocemos sus hazañas: la de mantener a cientos de
personas con vida. Esta novela, que funciona como una biografía novelada, como
un tributo póstumo, se lee con curiosidad y, sobre todo, con admiración. Porque
es así como debemos tratar a los que nos dan lecciones de humanidad, a los que
nos enseñan que la bondad lo compensa todo. Incluso la derrota.