Llanuras agrietadas, riberas de barro seco, ríos áridos, polvo amarillento, casas y naves industriales abandonadas. En la Europa que se aproxima, devastada por el cambio climático, decenas de miles de «emigrantes ambientales» marchan en dirección a Escandinavia, que, junto con las otras naciones cercanas al círculo polar ártico, se ha convertido en el territorio de clima más suave y más favorable para los asentamientos humanos. Livio Delmastro, viejo profesor de neurociencia, es uno de esos miles de "emigrantes". Dio clases en Stanford, tuvo una compañera excelente y fue padre, pero al final se vio obligado a regresar a una Italia casi desertizada y azotada por grandes desórdenes sociales y políticos, por la corrupción y por los enfrentamientos étnicos y la violencia en las calles. Allí pasó dieciséis años, solo en un mundo que se desmoronaba, sin ganas de vivir, pero sin valor para quitarse la vida. Luego, como muchos otros miles, tuvo que pagar a exploradores y guías, y ahora, víctima del hambre, la sed y los saqueadores, camina en una columna humana, entre turbas de desesperados, a través de tierras estériles, valles calcinados y ciudades en ruinas por un continente trastornado e irreconocible, hacia el Norte.
Esta
reseña no puede venir más a cuento. Ahora que Donald Trump, el excéntrico
presidente de EEUU (por si hay algún despistado que aún no lo conozca) se
plantea abandonar ese pacto global para frenar el cambio climático –él piensa
que es una invención, cosa de los demócratas o de mentes alarmistas– os traigo una
interesantísima historia sobre un futuro cercano y lógico, un futuro que parece
esperarnos ya a la vuelta de la esquina y en el que la mayor parte del planeta ha quedado inhabitable, desértica, y
millones de personas se han convertido en refugiados climáticos que abandonan
sus casas y peregrinan hasta los países del norte donde encontrar tierras
fértiles, temperaturas suaves y posibilidades de sobrevivir. Algo, ahí fuera es el título de esta
novela publicada por Alianza Editorial y escrita por el italiano Bruno Arpaia,
que podría enmarcarse dentro de ese género, llamado por algunos el Clima-ficción,
en el que se utilizan informaciones científicas como base argumental para las
novelas y que tiene como base el aumento de las temperaturas por culpa del ser
humano.
Lean
unos datos: en el año 2100 –quizás nosotros no estemos aquí, pero sí estarán nuestros
hijos y nuestros nietos-, la temperatura global habrá aumentado 12 grados (hoy,
en Sevilla, que se esperan 37 grados, serían 49) y la cota del mar subiría
otros diez metros, con lo que desaparecerían muchas zonas costeras. No es
invención, son datos reales confirmados por los organismos oficiales. Y sobre
esta alerta construye este escritor italiano una especie de fábula sobre la
nueva civilización, diezmada, desesperada, y sobre nuestro planeta, convertido
en un enorme desierto donde sólo sobreviven los países del norte, blindados a
los refugiados. Sí, ya no queda nadie en
Francia, España, Italia o Portugal. La vida ahí se ha hecho insoportable. Y
conoceremos la situación de mano de Livio, un profesor que forma parte de ese
ejército de emigrantes que sale a la fuerza de su país buscando una oportunidad,
la última. El autor plantea temas interesantísimos: como las organizaciones
(medio mafiosas) que conducen a la gente desesperada hasta campos de refugiados
y a los que piden grandes cantidades de dinero –los pobres están condenados a
morir–, la lucha individual por sobrevivir, las guerrillas que se encargan de
quitar la comida y el agua a los pocos que tienen, el miedo de los países del
norte de perder sus privilegios… El
mundo se ha quedado sin recursos para tantos habitantes. Sólo quedarán los más
fuertes. O los más ricos.
Estamos
acostumbrados a las películas sobre desastres climáticos –se me ocurre, a bote
pronto, El día de mañana–, pero no
tiene nada que ver con Algo, ahí fuera,
que está concebida como una historia más reposada, más reflexiva. Esta novela
parece olvidarse de la acción y del drama, y el narrador se coloca en una
postura de serenidad para contar cómo ha cambiado el mundo, cuáles serán las
consecuencias de nuestra pasividad actual. El estilo es sencillo, pausado,
tendente siempre a la concisión, con frases cortas y palabras precisas, lo que
hace todavía más terrible la historia. El autor, concienciado con este tema desde
siempre, ya avisa de que los refugiados climáticos ya existen, pero que se
mueven entre países africanos, o en California. “No somos conscientes del
problema”, reconoce.
Algo, ahí fuera es
una visión terrible, escalofriante del futuro que nos espera como Humanidad. El calor, el desierto, el polvo, la falta de
agua, morir deshidratado o achicharrado. Bruno Arpaia sabe, desde la sencillez,
mostrarnos un problema, meternos miedo, contagiarnos de la catástrofe. Además,
tiene la lucidez para imaginar ese nuevo mundo con tantos detalles que parece
real. Tristemente real. Yo sigo
confiando en que la literatura tenga el poder de despertar conciencias, de
ponernos en movimiento, de que nos comprometamos con algo. Esta historia es un
chute de realidad, una bofetada con la mano abierta, un zarandeo. Y si esta
visión de los refugiados climáticos no es capaz de conmoverte o de ponerte los
pelos de punta, tienes un problema.
No me termina de convencer, por ahora no creo que lo lea.
ResponderEliminarSaludos
Pues no me importaría leerlo. Tiene buena pinta.
ResponderEliminarBesotes!!!