Cuando Nicki Clements se encuentra atrapada en un atasco, en medio de todos los coches ve un rostro que creía que no volvería a ver. Se trata, definitivamente, de él, el mismo agente de policía, parando ahora a cada uno de los vehículos en Elmhirst Road. Presa del pánico, Nicki hará una peligrosa maniobra con el coche con tal de poder evitar encontrarse con él. O eso es lo que ella cree. Al día siguiente, Nicki será interrogada en relación al asesinato de Damon Blundy, un polémico columnista que reside en las inmediaciones de Elmhirst Road. Nicki no puede responder a ninguna de las preguntas que le hacen los detectives. Desconoce por qué el asesino utilizó un cuchillo, y además de una manera tan peculiar, sobre el cuerpo del periodista o por qué la expresión NO MENOS MUERTO fue pintada en la pared del estudio de Blundy. Y Nicki tampoco podrá contar por qué ese día salió a toda prisa evitando pasar por Elmhirst Road, ya que para ello debería revelar un secreto que le podría arruinar la vida. Porque, a pesar de no ser culpable de asesinato, Nicki está lejos de ser inocente…
Como estar ante un banquete delicioso y no
saber con qué empezar. Como que te pique algo, todo el cuerpo, y no saber dónde
rascarte. O como tener el cable de los auriculares hecho un nudo y no tener ni
idea de cómo desenredarlo. Mentiras que
matan, una de las últimas apuestas de Roca Editorial en el género del
thriller y de la novela de intriga, provoca algo parecido a la impaciencia, a
un sobreestímulo, a unas ganas incontrolables de tirarte de los pelos. ¿La
razón? La cantidad de enigmas que la autora, Sophie Hannah, planea en las
primeras páginas, en los primeros tres capítulos. Tenemos un asesinato, un mail
seductor en una página de contactos y un personaje –una mujer- que ya desde el
principio nos parece una desquiciada y que, mientras va en coche, se da la vuelta
de forma apresurada porque no quiere que la vea un policía. ¿Qué está pasando
aquí? ¿Cuál es de los misterios queremos resolver antes? ¿Cuál es la relación
entre los tres escenarios? Lo que os decía, apenas hemos empezado a leer y ya
se nos ha secado la boca.
En
Mentiras que matan nada es lo que
parece. En esta historia todos tienen razones para mentir y todos tienen algo
que quieren esconder. Con este panorama, la autora se enfrenta a la ardua tarea
de resolver el conflicto sin perderse a ningún lector por el camino. Y lo
consigue gracias a una evolución lenta –con pies de plomo- y a una dosificación
casi matemática de la intriga. La víctima de asesinato es un columnista muy
conocido por no dejar títere sin cabeza, por atacar a cualquiera y por tener
una legión de enemigos. Ella es una madre infeliz, algo desequilibrada, con un problema
muy peliagudo: es una mentirosa compulsiva que no tiene escrúpulos en engañar
incluso en los detalles más pequeños; además, tiene una vida desconocida aparte
de su matrimonio. Son estos dos personajes –uno muerto y el otro vivo- los
pilares de esta historia que ahonda en conceptos interesantísimos, como las redes
sociales y la tendencia a criticar-vapulear-derrotar públicamente a cualquiera
que no piensa como nosotros, las páginas para ligar y lo que se esconde detrás
de ellas y, sobre todo, la necesidad de la mentira para relacionarnos con
nuestros semejantes. Y ofrece debates curiosos, como el poder de la opinión público
o si la infidelidad es siempre reprobable.
Tiene
esta novela un componente psicológico importante. Lo que nos hace tiritar (de
intriga, de impaciencia) no son las acciones –no hay grandes persecuciones ni
explosiones mortales ni nada parecido- sino la complejidad psicológica de los
personajes: ¿qué se esconde en la cabecita de cada uno de ellos? Sophie Hannah
consigue ponernos a la defensiva, hacer que no nos fiemos de nadie y andar (o leer) con la
sospecha a cuestas. Está, además, escrito con un estilo sencillo y efectivo,
casi transparente. La autora es consciente de que lo importante de la historia
son las mentiras, que van creciendo como una gran bola de nieve. Se suceden dos
narradores: uno en tercera persona y otro en primera (ella, la mentirosa) que
le da variedad y dinamismo al argumento.
Mentiras que matan conecta
con el lector en algo muy básico: la habilidad que todos tenemos para decir
mentiras. Sí, todos somos unos mentirosos. Engañamos cuando queremos protegernos, cuando queremos sacar provecho
o cuando queremos que no nos señalen como un asesino. Es esto último lo que
piensa la protagonista. Y tenemos una historia bien armada y bien desarrollada
que plantea multitud de misterios, que consigue provocarnos ese pinchazo en
mitad de la tripa. Es una novela que se sustenta en eso tan descorazonador de
no poder fiarse de nadie. De absolutamente nadie. Y la próxima vez que mientas
te preguntarás: ¿esta mentira me lleva a algún sitio?
Hola!
ResponderEliminarEn esta ocasión no coincidimos en apreciaciones, no me gustó nada esta novela. Menos mal que para gustos, colores.
Un beso
No había visto hasta ahora reseñas muy entusiastas de este libro... Ahora me haces dudar.
ResponderEliminarBesotes!!!