martes, 7 de marzo de 2017

Las bocas de la montaña (El señor del viento), Isabel del Río


SINOPSIS: Nicole y su padre viajan a las montañas para tratar de recuperar su vida, pero la aparición de la cara de un león blanco en la ventanilla del piloto asusta a la chica y, durante el ascenso hacia el santuario donde se hospedarán, no dejan de entrever cosas extrañas. Todo empeora cuando están a punto de llegar y una luz los deslumbra: su padre cree haber visto un águila que lo obsesiona de tal modo que le hace a encerrarse en su habitación para tratar de dibujarlo.
Una vez sola, Nico decide pasear por los alrededores, pero se siente observada y huye a su habitación. A la mañana siguiente se da cuenta de que los sucesos del día anterior no eran nada comparado con lo que le espera. Nada más despertar, encuentra unas extrañas huellas en la ventana y no logra dar con su padre.
Cuando el hostelero la acompaña a la habitación quedan horrorizados ante el espectáculo: las paredes y el suelo están forradas de bocetos de un ser medio ave medio humano, hay signos de lucha y las mismas huellas que ella encontró en su ventana. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué todos parecen ocultar dónde está su padre? ¿Para qué retenerla y esconder los dibujos?
No es la primera novela que leo de Isabel del Río y siempre suele sorprenderme por la imaginación que desborda. Si en La casa del torreón leemos una historia más oscura, en esta se deja llevar por la fantasía.

La idea de Las bocas de la montaña (El señor del viento) nació de un viaje que hicieron la autora y su pareja a un monasterio de Gerona, según me comentó cuando tuve el placer de presentarla en Valencia. Ella se quedó con las percepciones del viaje y de las sensaciones que pudo vivir mientras ascendía hacia la montaña. Es así como la autora le da voz Nico, una chica que ha perdido a su madre. En esta aventura que emprende, tanto ella como su padre tratan de encontrarse.

Al igual que le ocurrió a la autora en el coche en el que viajaba, Nico también experimenta una serie de acontecimientos a los que no les puede dar nombre. A partir de aquí, empieza un periplo para Nico que la llevará a conocer el mundo desconocido que está más allá de esas bocas de la montaña, un lugar no apto para todos aquellos que se olvidaron de sentir las señales que nos envía la vida.

Mientras leía la novela, la historia me recordó en algunos momentos a El mago de Oz, a Alicia en el país de las Maravillas (novela que la autora no ha leído) o a Las crónicas de Narnia, ese mundo paralelo que descubrimos cuando decidimos cruzar la línea de la fantasía.

La novela tiene un ritmo ágil, aunque creo que al inicio de la historia la autora se precipita un poco. Sin embargo, tras los primeros capítulos, la trama fluye muy bien. No solo es el lector quien acompaña a Nico en la mayor aventura que vivirá en su vida, también lo harán seres que se encontrará en este mundo, como Rico o Psilo. Si me tuviera que quedar con uno de ellos sería con Laúd, un personaje de lo más peculiar.

Si hay algo que me ha gustado es ver la evolución de Nico. Al inicio de la historia encontramos a una niña que no entiende lo que le ha tocado vivir o no encuentra su lugar en el mundo, y al final observamos cómo ha madurado, a qué ha tenido que renunciar en este camino hacia la madurez.

Esta es la historia iniciática de Nico a un mundo de fantasía que me habría gustado visitar. Para ello, la autora se vale de la mitología y de tradiciones para mostrar qué hay más allá de las bocas de la montaña.

Me cuesta definir a qué público va dirigido esta novela, pues si bien al inicio es más infantil-juvenil, al final tenemos la percepción de que es más madura de lo que principio parecía. Lo que sí que tengo claro es que esta historia me hubiera gustado leerla en mi niñez.

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