En Memoria de chica, Annie Ernaux se sumerge en el verano de 1958, el de su primera noche con un hombre, en la colonia de S, en el Orne. Una noche que le iba a le dejar una marca indeleble, que iba a perseguirla durante años. Hasta la valiente decisión de reconstruirla escribiéndola, ayudada por fotografías y cartas recuperadas, sumida en una búsqueda: la de sus antiguos amigos y amigas, la de Él, ese primer hombre, pero sobre todo la de sí misma, aquella Annie que tanto le cuesta entender a la Annie actual, en un vaivén implacable entre el ayer y el hoy.
Te paras, oteas tu pasado y te ves como si
fueras otro. Casi no te reconoces, ¿quién es ése tan inocente, tan ilusionado?
Te preguntas cómo hubieras actuado con la experiencia que tienes ahora,
sabiendo de qué va la vida, y ye convences de que hubieras sufrido menos y
hubieras disfrutado más. Desde la distancia, nada parece realmente importante y
tú, con muchos años menos, provocas ternura, ganas de abrazarte. Es raro esto
de mirarse a los ojos a sí mismo después de tanto tiempo. Es lo que hace Annie Ernaux en Memoria de chica, publicado por la
exquisita Cabaret Voltaire, donde la autora, francesa, nacida en los 40, reúne
el valor suficiente para retroceder hasta su primera juventud, hasta ese verano
en el que pierde la virginidad y quizás también la autoestima-la confianza-la
seguridad, y se adentra en el inestable mundo de una mujer inquieta, con ganas
de desear y ser deseada, a finales de los 50 y principios de 60. Una historia sobre el tormento femenino. Sobre el sexo en la mujer.
Aborda
Annie Ernaux la autoficción –reconstruir su pasado, hablar de sus primeros pasos como
adulta- desde un punto de vista muy interesante: la distancia que dan los muchos años
(cincuenta) que han pasado desde la experiencia hasta la escritura. Es ella y no es ella. Es ella porque esa jovencita tiene su nombre
y su cuerpo, porque son sus recuerdos, pero nada queda de ella medio siglo
más tarde. Es por eso que escribe desde la tercera persona, lo que le permite abordarlo con perspectiva, ser crítica con ella misma, mirar los acontecimientos desde la voz de un narrador que
apenas recuerda, que comparte sus dudas y sus desvelos. La autora, como ella misma cuenta, es una hija única de
unos padres muy trabajadores, brillante y sobreprotegida, sin demasiadas
habilidades sociales, que un verano –el verano de 1958- va a un campamento de
voluntaria y se enamora (y se acuesta) con uno de los monitores, que se ríe de
ella, la utiliza a su capricho y la menosprecia en público. Se convierte en el
hazmerreír del campamento, en 'la medio puta'. Empieza aquí un via crucis,
absolutamente conmovedor, tremendamente honesto, por gustarle a los hombres,
por superar, a través del sexo, ese abandono, esa humillación.
Y
sus recuerdos, esa Memoria de chica, acaba convertida casi en una reflexión
–qué lúcida- sobre la sumisión al hombre, sobre la moral y los prejuicios,
sobre los tabúes del sexo femenino, sobre los dolores que acarrea. Y es ahí cuando
se pregunta qué tiene que hacer para gustar –la autora reconoce problemas de
comida en su juventud- y cuando descubre “una ley indiscutible, universal, la
de la brutalidad masculina” y no sólo en el sexo (con la penetración) sino en las relaciones amorosas. La voz
de Anne, una voz contundente, desnuda, que se debate entre la esclavitud y el
deseo de ser libre, es certera como una flecha, no se anda con rodeos, no le interesa nada a las afueras de esta honestidad. “Es éste un relato entre el sexo y la comida de la sangre y la carne". Annie, a través de esa jovencita desvalida, representa a muchas mujeres, que estuvieron, están y estarán bajo el yugo de la moral, de las habladurías y de la marginación. Y lo peor es que habla de los 50 con
un texto y unas reflexiones tremendamente actuales. Por desgracia.
Memoria de chica es un ejercicio de autoficción impecable, un
tributo a los recuerdos que conforman la realidad –una cualquiera, la que
prevalece- y abre un debate descarnado sobre la mujer, el sexo y la moralidad
en un mundo masculino. Y ella, la jovencita que fue y ya no es, se ve
vapuleada, humillada y empequeñecida por culpa de la carne, por los deseos.
Memorias de una chica es como un viaje iniciático por el infierno y si algo saca en claro la autora es
una argumentación sólida sobre la sumisión al hombre, sobre los peligros
sociales del sexo para una mujer. Y aplaudimos a la autora, por su honestidad,
por su valentía, por la capacidad crítica que tiene con ella misma. Y
felicitamos a la editorial Cabaret Voltaire por tantas alegrías literarias. ¡Bravo!
Pues no conocía este libro. Y creo que podría gustarme. Apuntado me lo llevo.
ResponderEliminarBesotes!!!