Alice Gauthier, una respetable profesora de matemáticas de sesenta y seis años, aparece muerta en su bañera; todo parece apuntar a un suicidio, pero ciertos detalles, como un extraño signo trazado en el lugar del suceso, hacen pensar que quizá haya algo más detrás de su muerte, por lo que el caso es derivado al equipo de la Brigada Criminal del comisario Adamsberg. Al poco, una mujer dice haber enviado una carta que la muerta había escrito a un tal Amadée Masfauré..., cuyo padre se habría suicidado dejando un signo similar. Las sospechas se confirman al comprobar que ambas muertes tenían algo más en común: las dos víctimas formaban parte de una trágica expedición a una remota e inexplorada isla de Islandia, diez años antes… Un extraño club de admiradores de Robespierre, viejos rencores familiares, pistas falsas, reminiscencias de antiguos mitos nórdicos…, y la imbatible sagacidad de Adamsberg y su brigada son los ingredientes de la magnífica nueva obra de la reina de la novela negra europea.
Y
justo al terminar de leer Tiempos de
hielo, me queda claro que no es éste
un thriller al uso, y por varias razones: por su estilo, pulido de forma
impecable; por la contundencia de la trama; porque, en un momento dado, diverge
en dos caminos aparentemente contradictorios, y porque he tenido la sensación
durante las más de 340 páginas de que lo importante no era la resolución sino
el camino. Y así ha sido. Esta novela, escrita por Fred Vargas y aplaudida en
media Europa por crítica y público, se presenta como una de las apuestas más fuertes
de la editorial Siruela del último trimestre. Desde luego, la capacidad de la
autora para armar una historia de intriga conectada con la Revolución Francesa provoca una fascinación indiscutible. El
argumento podría resumirse más o menos así: después de varios asesinatos,
los investigadores que se ocupan del caso miran hacia Islandia, adonde viajaron
todas las víctimas hace unos años y donde se quedaron atrapadas durante una peligrosa
tormenta, pero una serie de pistas los llevarán hasta un club secreto de
admiradores de Robespierre; allí se siguen representando, con absoluta
fidelidad, algunos de los encuentros más importantes de la época del Terror.
Como un juego de rol con personajes históricos.
Frédérique Audoin-Rouzeau, la mujer
que se esconde detrás del pseudónimo de Fred Vargas –y no es la única autora que decide escribir novela policiaca bajo un
nombre masculino–, explora territorios vírgenes en esto del thriller y sale
victoriosa. No sólo hablo de abrir dos vías de investigación y de ser capaz de
que el lector mantenga la duda hasta el final, sino de que construye un potente
argumento sobre una época fascinante en la conquista de las libertades y sobre
las consecuencias que podría tener más de doscientos años después. Como manda
el género, hay asesinatos, persecuciones y pistas que salen a la luz cada
cierto tiempo, pero se aborda todo con una profundidad inusual al ir haciendo referencia continuamente a
la herencia, al destino, a la dictadura del AND y a las cargas del pasado.
Es una novela de intriga, claro, pero tiene un trasfondo mucho más oscuro,
mucho más fangoso, algo así como una cueva en la que uno no se atreve a entrar.
Ya me entenderán cuando lo lean.
Tiempos
de hielo también va a su aire en el asunto del ritmo: sus pasos hacia la
resolución son pausados, algo que puede acabar con la paciencia de más de uno,
pero firmes, con cierto gusto por los
detalles, y por las situaciones en apariencia banales –no olvidemos que es
una autora francesa–. Los personajes, de cierta complejidad psicológica, quedan
algo difuminados ante la potencia de la trama y de las referencias históricas.
Apuntaba antes –y lo vuelvo a repetir ahora– que la autora se enfrenta a la
escritura desde la delicadeza, desde la musicalidad, una decisión que realmente
agradece el oído del lector. Eso sí, no os esperéis una de esas lecturas
vertiginosas a las que estamos tan acostumbrados ahora y en las que están
pasando cosas diferentes cada dos páginas, no. Fred Vargas se toma su tiempo (y
el tuyo).
Amantes del thriller, de Islandia o
de Robespierre, salgan de su zona de confort y atrévanse con Tiempos de hielo, aunque sea sólo para
demostrar que el género adopta formas inéditas, se despereza y llega hasta
nuevos rincones. Fred Vargas firma una novela inteligente –y a veces sesuda–
sobre el poder que tiene el pasado en el presente, sobre la carga genética de
nuestros antepasados, sobre las rencillas que siguen aún candentes. Y deja al lector que se pierda, que pase
frío y que sueñe con estar a salvo para después darle un abrazo y mostrarle
el final. Por algo dicen de Fred Vargas que es la autora más potente (y más
rentable) del género en Europa. Y encima este año, Tiempos de hielo es uno de los títulos más vendidos de Siruela.