Un escritor es, en cierto modo, un secuestrador. Sí, como lo oyen. Y cuanto mejor escribe, menos piedad tiene con nosotros, los lectores. ¿Por qué? Porque nos encadena a la historia, nos quita el sueño (y a veces el hambre) y nos deja con un terrible Síndrome de Estocolmo. Pues, señores, la británica Mo Hayder parece manejar a la perfección todas estas pérfidas técnicas del escritor-secuestrador porque con El tratamiento, la nueva novela que publica Siruela dentro de su serie policiaca, nos tiene atados a las patas de la cama durante varios días, mientras nos cuenta la historia más bruta(l) que he leído en los últimos tiempos: el intento de desarticulación de una red de pederastia que lleva décadas actuando con total impunidad en un barrio a las afueras de Londres. Me he asustado (mucho). Me he entretenido. Me ha entretenido porque me he asustado. Y os lo advierto: el tema no es fácil.En el parque Brockwell, una tranquila zona residencial al sur de Londres, la policía encuentra a una pareja brutalmente atacada y encerrada en su casa durante tres días, aunque aún les queda algo peor por descubrir: el hijo de ocho años ha desaparecido. Cuando el detective Jack Caffery llega y analiza las pocas pistas que tiene, encuentra inquietantes semejanzas con oscuros acontecimientos de su propia experiencia: la desaparición de su hermano cuando tenía nueve años, posiblemente a manos de un pederasta de la zona, por lo que cada vez le resulta más difícil mantener la objetividad en el caso. A medida que la investigación y los análisis forenses avanzan, Caffery ve más conexiones entre pasado y presente, y entonces sus pesadillas se hacen reales.
A veces uno tiene el pálpito de que
un autor va a naufragar con su nueva novela antes incluso de haberla leído. Lo
intuye por el tema en cuestión o por la ambición desmedida. Algo así pensé de
Mo Hayder al revisar la sinopsis de la contraportada: abusos sexuales a niños. «Uhm», pensé. Y ahora, recién salido de
sus páginas, sólo puedo alabar a la autora por la valentía, por hablar con
crudeza, pero sin morbo de este tema espeluznante, y por enfrentarnos cara a
cara a una realidad tan aterradora. Tiene una prosa con carácter, dura como puñetazos, y que se empapa de
la escritura cinematográfica porque se estructura en escenas cortas que se van
desarrollando en diferentes escenarios, algo así como el montaje de cine. Jack
Caffery, el protagonista, es un policía
de catálogo: intrépido (incluso temerario), con una relación de pareja
destructiva, obsesionado con su trabajo y traumatizado por una experiencia del
pasado que interfiere de lleno en la investigación; de hecho, está a punto de echarla
por la borda. Este personaje principal, oscuro y carismático a partes iguales,
es la representación de ese eterno debate entre la responsabilidad y los sentimientos.
Lo emocional frente a lo racional.
Este
libro da miedo. Auténtico pavor. Y la culpa la tienen, por un
lado, la ambientación y ese pulso interno tan bien conseguido; y por otro, la
habilidad de la autora para dibujar personajes repulsivos: los buenos, los
malos y los muy malos están tratados todos con el mismo respeto (aunque no se
lo merezcan). Esto no evita la punzada en la tripa, y el gesto de disgusto
mientras leemos algunos pasajes. Esta historia, además de abordar este tema tan
escabroso-espeluznante-asqueroso, se convierte en una certera reflexión sobre
la infancia, los traumas, y la necesidad
de reconciliarse con el pasado. En un nivel muy sutil, nos hace reflexionar
también sobre la absurdez del arte, sobre esa delgada línea que separa la obra
maestra con la tomadura de pelo.
A pesar de ser la segunda entrega de
las investigaciones de Jack Caffery, en ningún momento se echa en falta nada. El tratamiento funciona como novela
independiente. Entre los grandes aciertos de Hayder resalto varios puntos de
giro impresionantes, donde nada es lo
que parece y que provoca que la investigación se ramifique por el sitio menos
pensado; y un diario del culpable
que se adjunta al final, a modo de anexo, y que le da a la historia una visión
más estremecedora.
El tratamiento es
una novela negra al uso, pero en la que encajan
a la perfección todas las piezas: una prosa potente, una historia sin
fisuras, y un desarrollo sorprendente y a la vez lógico; Y además, pondrá a
prueba tu resistencia cardiaca. Repito que el tema no es fácil –ni mucho menos–,
pero Mo Hayder consigue, a pesar del mal rato, encerrarnos en la historia y
hacernos temblar de miedo. Tiene un final tan álgido que lo primero que haces,
al terminarla, es ver cuándo se va a publicar la siguiente entrega: lo que yo os diga. Síndrome de Estocolmo.
PS: Y por cierto, qué edición más cuidada la de Siruela. En esto del placer de la lectura, todo suma.
No sé yo.. he terminado un poco cansada este mes de novela negra
ResponderEliminarlo dejaré para más adelante
un beesito
No me sonaba esta novela pero después de esta fantástica reseña, apuntadísima que me la llevo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Ufff me has dejado con ganas de leerla! Me la apunto! Graciassss
ResponderEliminar