martes, 2 de diciembre de 2014

El patio inglés


Pablo es un joven de los años ochenta que ha comenzado Derecho y que vive con su familia en un piso que da a un patio inglés. Los fines de semana sale con sus amigos a emborracharse, ha tenido alguna novia y forma parte de un círculo literario que le ha permitido publicar un artículo bastante polémico en un periódico. Sus padres le notan distante, apático y a vueltas con el mundo, una actitud común en la gran mayoría de los adolescentes. Sin embargo, un día, ante el asombro e incomprensión de sus progenitores, abre la ventana del comedor y se lanza al vacío.
 Para los padres –y yo no lo soy, pero me lo imagino- no hay una pregunta más terrible que la de ¿qué hicimos mal? Sí, se sienten culpables de las malas decisiones de los hijos, de sus infelicidades y de sus desvaríos. ¿Qué hicimos mal?, se machacarán una y otra vez, como si ellos pudieran haberlo evitado, como si hubieran fracasado estrepitosamente en la tarea de cuidar y guiar a otros seres humanos, y se torturan  porque creen que la han pifiado en una de las pocas cosas importantes de la vida. ¿Qué hicimos mal? es la pregunta de la frustración, del descalabro, de la decepción. Bueno, pues a este espinoso tema se enfrenta el escritor Gonzalo Garrido en su nueva novela El patio inglés, que publica la editorial Alrevés y que llega a las librerías después de su éxito Las flores de Baudalaire, aunque en esta ocasión se olvida de las aventuras detectivescas y se adentra en un tema muy literario y que a mí me apasiona: las delicadas relaciones entre padres e hijos. Los saltos generacionales, el universo íntimo. Las dos visiones: la madurez y la juventud. La incomprensión, la impotencia y el sufrimiento.
El patio inglés es de esos libros en los que no importa el qué sino el cómo. Igual que pasa en Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez. Sabemos desde el principio que Pablo se ha tirado por la ventana frente a la mirada espantada de sus padres y que sobrevive en un hospital, entubado, pero ¿qué le ha llevado a hacerlo? ¿Por qué para un joven es una opción lanzarse al vacío? Nuestro protagonista es un estudiante que puede ser cualquier adolescente que se incorpora a la vida adulta y que se da cuenta de que le queda grande: el amor, los amigos, los padres y las traiciones de todos ellos. Los jóvenes, durante unos cuantos años, se convierten en extraterrestres que no entienden el mundo ni saben hacerse entender, y qué bien refleja Gonzalo Garrido este abismo. La novela está estructurada en capítulos cortos, cortísimos, en los que se van alternando los monólogos interiores de dos voces: la del padre, que le habla directamente al hijo para decirle que lo hizo lo mejor que supo y el hijo, que a modo de diario, deja claro que no encuentra nada que lo motive. Y así vamos entrando en el ambiente viciado de aquella casa, el de los reproches callados y los silencios hirientes. Esta historia fluye con una desnudez sencilla, sin artificios. Asistimos a una especie de vis a vis entre un padre y un hijo y, os lo digo, es imposible tomar partido por ninguno de ellos.
            Y hablan de secretos. El hijo descubre que el padre no es perfecto y lo odia por querer de hacer de él un abogado de éxito. El padre sabe que su hijo se está metiendo en temas políticos –incluso con referencias a ETA-, que guarda revistas porno en su cuarto y que está con una chica de la que no está enamorado. Los padres lo saben todo, aunque se hagan los tontos. Gonzalo Garrido se vale de un estilo claro y con ciertos toques de lirismo para adentrarnos en el tenebroso mundo de las relaciones familiares. Y uno acaba el libro con la certeza de la incomunicación, de que algunas veces no se puede salvar a los demás, hay que dejarlos caer. Y de nada importan el amor y los sacrificios, de nada la entrega, porque el hijo parece inmune a todo.
Es un libro para esos adultos que aún recuerdan qué perdidos estaban cuando eran jóvenes. Tiene la sencillez y la cercanía con las que deben ser contadas las historias profundas, ésas que nos importan. Y uno, como en la vida, no termina de entender al cien por cien a ninguno de los personajes, sólo puede compadecerlos y hacer un mohín con los labios. Gonzalo Garrido, gracias a Alrevés Editorial, nos enseña que Un patio inglés puede ser el símbolo de la claustrofobia, del desencanto y del silencio, de un fututo sin salida.

PS: Yo le daría dos “guantás” bien dadas –ojo, es una metáfora- al Daniel de los dieciocho años.
PS: Y una línea sacada de la historia. Una cosa es cierta: necesito que me necesiten. No para sentirme importante, sino para sentirme vivo.

4 comentarios:

  1. Por ahora lo voy a dejar pasar que no me termina de convencer.

    Saludos

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  2. Un autor con el que no me he estrenado aún. Y por lo que cuentas, no me importaría nada estrenarme con este libro.
    Besotes!!!

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