viernes, 8 de diciembre de 2017

Una noche de invierno


Una mañana fría de Navidad, una mujer de mediana edad hace balance de los trece años transcurridos desde que recogió a su niña en un orfanato ruso. Aunque no es precisamente el día más apropiado para rendir cuentas, el impulso de sincerarse y de enfrentarse a su propia decepción hace que madre e hija se enzarcen en una larga discusión en la que aflora el abismo que las separa. Bajo el fuego cruzado de amargos reproches, el vínculo amoroso, profundo e inextinguible, se presenta como el último recurso para superar la crisis y recomponer la relación. Sin embargo, en una jornada aciaga, mientras una feroz tormenta de invierno se abate sobre la zona, un acontecimiento inesperado condiciona de forma dramática la estabilidad de la familia.


El invierno llega siempre cargado de noches largas, frías. Las relaciones, sobre todo las más cercanas, las más íntimas, se congelan de vez en cuando por culpa de algún invierno largo, frío. Y uno no puede hacer nada por evitarlo. En esos casos, los únicos refugios válidos son la luz y el calor, un abrazo. Así de sencillo. Así de complicado. La nieve bloquea las puertas de las casas y también los afectos. Las tormentas no sólo cortan las carreteras sino también la capacidad de comunicarse. El frío del paisaje y el frío del corazón en una misma estampa. Ya se imaginan ustedes de qué vamos a hablar en la reseña de la historia de hoy, una de las últimas apuestas de la exquisita editorial Salamandra, donde nos trasladamos a un particular día de Navidad en el que una madre y su hija (adolescente y adoptada) se sinceran, se pelean, se derrumban y, al final, se rinden. Dos mujeres deciden poner en orden sus recuerdos, airear sus rencillas mientras fuera la nieve lo cubre todo, las deja incomunicadas. Hoy hablamos de Una noche de invierno, de la escritora Laura Kasischke, que ha recibido el Gran Premio que otorgan las lectoras de la revista Elle.
            Imagínense el escenario. Es el día de Navidad y la protagonista se ha levantado tarde, tardísimo. Su marido ya ha salido, en dirección al aeropuerto, para recoger a los familiares que se unirán al almuerzo y su única hija está de un humor de perros, especialmente hostil. Una fortísima tormenta de nieve dinamitará los planes navideños y dejará a las dos mujeres incomunicadas, solas, asustadas. Y es ahí cuando se desata la verdadera tormenta: madre e hija les ponen palabras a sus sentimientos por primera vez. Salen los miedos, las rencillas y los reproches; salen las decepciones, los lamentos y las tristezas. Todo sale en esta historia estimulante pero también claustrofóbica que obliga al lector a presenciar este choque entre madre e hija, del que ninguna de las dos saldrá indemne. Una noche de invierno va más allá porque no sólo aborda la maternidad sino aspectos más profundos como la adopción o el encuentro de unos padres con un hijo extraño. Y va lanzando reflexiones que se van quedando en el lector: Nadie nace sin una herencia, del tipo que sea. ¿Con qué herencia habrá nacido Tatiana, la hija adoptada en un orfanato de mala muerte en Rusia? Y es esa parte misteriosa la que va enfriando el ánimo de la madre. ¿Cuál es nuestro destino? ¿Podemos escapar de él? 
            No saldrán de esa casa. Hablo de las protagonistas y de los lectores. Toda la novela –tiene poco más de 200 páginas- de desarrolla en ese hogar en el que tendrán que permanecer a la fuerza, en contra de su voluntad. El exterior es hostil, pero no más hostil que el interior. La historia, que a veces tiene visos de obra de teatro, está concebida como un viaje del presente al pasado, como una acumulación de emociones no resueltas, como un intento de congraciarse con la propia experiencia vital. El estilo es dulce y suave, de gran calado, tiende a la poesía y a la descripción, a la belleza en todo momento. No hay grandes dosis de acción, no hay grandes artificios. Todo es diálogo, ¡y qué diálogos! Y les aseguro que tiene uno de los finales más impactante que he leído en años, algo así como una avalancha que te sepulta y que te deja inmovilizado, al borde del colapso.
            Prepárense, porque las noches de invierno llegan y lo mejor es que nos cojan preparados. Una madre. Una hija adolescente, adoptada. Una nevada. Y mucho pasado. No hace falta nada más para meternos en esta noche larga y fría. Y no podrán salir, no querrán hacerlo, porque a pesar de la tormenta y los reproches siempre queda una pregunta: ¿hay algo más curativo, más incondicional que el amor de una madre? Lean esta historia contundente y raramente bella porque lo que sé es que no les dejará fríos. Y en cuanto la terminen se sentirán un poco más huérfanos.
 

3 comentarios:

  1. Tiene muy buena pinta este libro, me lo apunto.

    Saludos

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  2. ¡Hola!

    No conocía el libro y tiene una pinta estupenda! Me lo apunto :)

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  3. A mí me pareció un bodrio. Y al final hacía rato que ya sospechaba la razón del absurdo... no lo recomendaría

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