sábado, 14 de enero de 2017

New York, New York...


La megalópolis de nuestros días, la ciudad de las ciudades, la ciudad que nunca duerme,Nueva York, es el hogar del nuevo libro de Javier Reverte. Después de una estancia en la urbe de varios meses ininterrumpidos, en los que el autor dedicó todo su tiempo tan solo a escribir y pasear las calles neoyorquinas, este texto va contándonos el día a día de una metrópoli fascinante y cargada de energía, que al habitarla nos ofrece casi siempre una visión llena de vitalidad. En su inimitable estilo, Reverte nos cuenta la historia de la ciudad, nos describe sus barrios -Harlem,el Village,el Midtown,Hell’s Kitchen,Chinatown,Broadway...-, se asoma a sus rincones menos conocidos, pinta sus dos ríos, habla de los escritores que han trabajado sobre ella, camina Manhattan de arriba abajo y de lado a lado, y nos retrata otros barrios cercanos, como Brooklyn y la isla de Roosevelt. Es un libro escrito con amenidad, humor, ternura y al que invade un aroma de extravagancia y un sonido sutil de trompeta de jazz.


Entre mis propósitos de 2017 –ahora que todavía estamos queriendo ser mejores y más felices– siempre aparece Nueva York. Sí, la ciudad: visitarla, vivirla, mirarla, envidiarla, perderme, dejarme fascinar. Cualquiera que la haya conocido, me entiende. O debería. Por eso no encuentro mejor forma de empezar el año literario que con un homenaje a mi querida New York, a través de las confesiones, a medio camino entre la guía turística y el diario íntimo, de uno de los grandes periodistas de viajes de nuestro país, Javier Reverte, que no se cansa de pregonar su amor por la Gran Manzana. Yo os confieso mi debilidad, cualquiera que ame la ciudad de los rascacielos ya me cae automática bien. New York, New York viene respaldada por la editorial Plaza & Janés.
            La historia, según él la cuenta, es la siguiente: el autor, enamorado como un adolescente de Nueva York, gana un generoso premio literario y no se le ocurre forma mejor de gastarlo que cruzando el charco durante tres meses. Es el sueño de muchos, algo así como el culmen de la felicidad. Por eso, este libro parte de un escenario maravilloso: el del turista que llega por enésima vez a la ciudad con ganas de sentirse un habitante, con el propósito de descubrir los rincones y sobre todo a las personas y, sobre todo, con la certeza de que está viviendo un momento único. Y feliz. Y eso se nota, se transmite en el tono y en la fascinación, en la forma de describir la ciudad. Como decía antes, está contando a modo de diario, de forma cronológica, desde que aterriza hasta que se le acaba el chollo, durante noventa días y noventa noches, que por algo es la ciudad que nunca duerme. Y aprovecha sus vivencias para hablarnos de Nueva York. Y sí, la ciudad, más allá de Sexo en Nueva York, de los escenarios de las películas de Woody Allen o del pijerío de Gossip Girl es mucho más, y con una parte no tan brillante. No tan glamourosa, pero también real.
            Javier Reverte es honesto con el lector, y le habla de la soledad de Nueva York –no os imagináis cuánto y en qué proporciones-, hace un repaso a su corta historia, explica por qué son tan católicos los americanos y los negros (y los negros americanos) o, por ejemplo, cómo se explica que haya un millonario por cada 24 personas. Y así, el propio autor se va fundiendo con el paisaje y nos lleva a la Fraunces Tavern, la taberna más antigua de la ciudad, nos acompaña a la Hispanic Society y al MET o nos invita a una noche de jazz en el mítico Blue Note. Nos habla de los perritos calientes, de los parques y de la amabilidad de los neoyorquinos; ay, sí, qué amables, qué cercanos. Y en sus páginas se respira Nueva York, ahí está condensada su esencia y su carisma. El carisma de Nueva York, esa atracción innegable que sentimos muchos. New York, New York es, además, un libro que puede resultar curioso para los expertos en la ciudad y revelador para los novatos. No descubre –al menos a mí- muchos lugares nuevos, pero viajar al lado de una eminencia como el señor Reverte es siempre un gustazo.
            Ahora que estamos todos diseñando mentalmente el año, apúntense Nueva York: la ciudad y también el libro, que es una buena forma de ir abriendo boca. Javier Reverte habla de él mismo, de lo que siente y de lo que le rodea, porque nunca está de más visitar un lugar de la mano de un viajero profesional. Y él sabe y se le nota y ama lo que ve. Él, como muchos otros, se siente cómodo en Nueva York, aunque a veces, en algunos capítulos, tenemos que recomendarle mentalmente que deje de tontear con la camarera o que se le deje de caer la baba con alguna neoyorquina. New York, New York compensa, porque a Manhattan hay que ir, aunque uno no quiera. ¿Todavía necesitáis que os convenza? Leed: “Y Nueva York, igual que el jazz, es sobre todo libertad. Quizás sea esa una de las razones por las que esta urbe nos hace sentirnos felices”. 

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