jueves, 16 de junio de 2016

Aguacero


Año 1955. El inspector Ernesto Trevejo recibe el encargo de investigar cuatro crímenes en un pueblo de la sierra madrileña donde se está construyendo un pantano: dos guardias civiles han sido torturados hasta la muerte; el alcalde del municipio y su esposa, ejecutados a sangre fría. Un posible asesino en serie podría aterrorizar a la región mientras se desarrollan las obras. El asunto debe ser resuelto–y silenciado- cuanto antes. Siguiendo los pasos de una investigación que destapará odios, secretos e intereses ocultos, el lector se traslada a una España en blanco y negro. De fondo, el rumor incesante de la lluvia que acompañará al protagonista en su viaje a un escenario rural, remoto, casi salvaje.

En el imaginario colectivo, la España rural de los años 50, en plena dictadura franquista, es gris y corrupta; sí, más gris y más corrupta que la de ahora. Piensen por un momento: una aldea perdida en mitad de la sierra, una comunidad de forasteros que construye un pantano, unos roles establecidos –el cura, la guardia civil, el tabernero, el rojo, la maestra, la puta-, un falso acusado, la falta de luz, la lluvia y la sospecha. El escenario, ya de por sí, luce mucho para un thriller con cuatro muertos, muchos sospechosos y unos habitantes que se callan o mienten. Nadie es de fiar, nadie parece trigo limpio. Aguacero, el debut literario de Luis Roso, publicado por Ediciones B, se convierte en una historia a medio camino entre lo político y lo doméstico, entre lo público y lo íntimo, donde se nos presenta al novato inspector Ernesto Trevejo y que nos habla de las bajas pasiones, las venganzas, y el perdón, de los enfrentamientos ideológicos, de los vencedores y los vencidos, de las ganas de matar.
            Parece tener muy claro Luis Roso cómo distinguirse de las muchas novelas negras que abarrotan las baldas de las librerías. Primero, con un escenario atípico: viaja hasta los años cincuenta para sacarnos de nuestra zona de confort y para encerrarnos en un pueblo del que es difícil escapar y donde todos son sospechosos; segundo, apuesta por un ritmo pausado y sin grandes subidas de adrenalina, donde todo parece discurrir de forma calmada, sin apenas sobresaltos y sin picos de tensión; y tercero, con un protagonista corriente, el inspector de la Brigada de Investigación Criminal franquista Ernesto Trevejo, que no destaca ni por su físico ni por su agudeza, ni tampoco por su valentía: es, por lo tanto, un tipo corriente que se encarga de hacer su trabajo lo mejor posible y que sólo tiene un don: la desconfianza ante todo. Con este cóctel narrativo, lo que se levanta ante los ojos del lector durante toda la novela es, por supuesto, la sospecha, la sensación de que el peligro está latente y puede venir de cualquier sitio, la lluvia que moja el paisaje y que lo hace todo borroso.
            No pasa desapercibida la documentación que hay detrás de Aguacero. Hay fechas, nombres y hasta detalles, como bebidas, gestos o marcas de cigarro. Esas pinceladas –pocas, para mi gusto (ya saben que me apasiona el ámbito doméstico de la posguerra y me he quedado con ganas de más)- le dan un punto muy favorecedor a la novela, aunque tengo la sensación de que podría haberle sacado más partido a la rutina de los pueblos, a esos años del miedo. Aun así, la historia se sostiene y el culpable, como en cualquier thriller que se precie, no se adivina hasta el final. ¡Bien! Además, hay un par de vueltas de tuerca que se agradecen y que ayudan a rizar el rizo. Presten atención a la relación tan peculiar -y tan cervantina- del protagonista con su ayudante, Aparecido, porque funciona de maravilla.
         Aguacero hunde sus raíces en la novela negra con la intención de darle algo de originalidad al género. Se agradece que un autor tan joven -26 años- apueste por una historia ambientada en la época de sus abuelos, y ¿saben lo mejor? Que lo hace bien, y sale airoso, y monta una historia que se sostiene porque acierta de pleno en algo fundamental para el thriller: que el culpable y la motivación para matar sean creíbles. Aquí lo son. Luis Roso debuta con una historia consistente y serena, que no es más -esperemos- que el inicio de una larga carrera literaria.   

2 comentarios:

  1. Pues me alegro de saber que te ha convencido porque voy con ella la próxima semana. Espero disfrutar como tú.
    Besos

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  2. Pues cuéntame qué te ha parecido! Un beso!

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