jueves, 3 de marzo de 2016

Aquellas maravillosas series


Si te preguntan quién dio la vuelta al mundo en 80 días y contestas «Willy Fogg»… Si te piden que cantes estas palabras: «Quijote, Sancho, Sancho, Quijote», y la música te sale sola… Si cuando oyes «Kit, te necesito» te imaginas a un señor hablando a un reloj de pulsera… Si Dylan de Sensación de vivir y Diana de V te parece gente MUY sexy… Si alguna vez has utilizado tu coche para ligar al mejor estilo Michael Knight… Si acabar como Las chicas de oro te parece un plan de futuro bastante apetecible… Si alguna vez, incluidas las últimas Navidades, les has pedido a los reyes El Halcón Milenario… éste es el libro que estabas esperando.
 La nostalgia y la primera cana aparecen, por costumbre, a la vez, y suelen tener un desarrollo similar. Una mañana cualquiera, te encuentras un pelo blanco, intuyes que has entrado en la madurez, y te pasas los días siguientes revisándote la cabellera, temiendo nuevos sustos. Con los recuerdos pasa lo mismo: una tarde cualquiera, sin previo aviso, te ves echando de menos las canciones, los amigos y la televisión de hace años, preguntándome cómo es posible que todo haya pasado tan rápido; y entonces sabes que te pasarás el resto de la vida con esos ataques de melancolía. Alberto Rey –conocidísimo crítico televisivo- parece habernos encontrado el punto débil y tira de guiños, emociones y pasado para hablarnos de Aquellas maravillosas series (Ediciones B), un particular viaje hasta los paisajes de nuestra infancia, a medio camino entre el análisis televisivo y la autobiografía televisiva –un género nuevo que sería algo así como contar tu vida a través de los programas que veías-. Este libro, especialmente indicados para los que nos hayamos encontrado la primera cana o hayamos terminado en una discoteca cantando las canciones de la infancia –yo digo que sí a todo-, se desmarca de la omnipresente reivindicación (y saturación) de los productos de los años 80 y 90 a través de un elemento nuevo o extra: el gamberrismo.
            “Vemos series porque vimos series”, dice Alberto Rey en la solapa y tiene toda la razón: ahí están, por ejemplo, desde V a Sensación de vivir pasando por Las chicas de oro, Verano azul, Los problemas crecen y Farmacia de guardia, todas ellas forman parte de nuestro primer acercamiento a la televisión, de nuestra configuración como telespectadores. Sí, pensarán que ustedes también podrían haber hecho con mucho gusto esta lista, pero el autor le da un toque personalísimo, una curiosa vuelta de tuerca. ¿Por qué? Porque él termina convertido en uno de los personajes de las series que analiza. Este libro, a la vez que nos azuza la nostalgia, alimenta ese impulso voyeur que todos tenemos. Y ahí está el Alberto Rey protagonista, entre deslenguado e ingenioso, que nos habla de sexo, de borracheras y de locuras, que se moja y que se mete en todos los fregados. Y que también nos revela, casi sin querer, alguna confesión íntima, como que no le vuelve loco Friends o ciertas fantasías con una actriz que comía ratones. Bueno, mejor que os lo cuente él mismo. Lo cierto es que la extraña apuesta narrativa funciona, esto es: entretiene, divierte y enseña, y además nos invita a debatir.
            No es un libro más sobre los 80. No es un refrito más. No es una secuela más a rebufo de una determinada moda. Aspira a ser otra cosa, y por eso que ofrece algo diferente. Está estructurado en capítulos cortos, aparentemente banales y ligeros, pero cimentados en argumentos sólidos, en una visión de la televisión muy particular. No se pierdan reflexiones potentísimas sobre, por ejemplo, El principito, Kirk Cameron o la influencia –no siempre buena- de Sexo en Nueva York en las mujeres de cierta generación. El libro, ya os he dicho que con un punto gamberro, está escrito con estilo deliberadamente desenfadado –aunque se percibe, ojo, un gran manejo del lenguaje- y con una clara influencia de las redes sociales, sobre todo en los chistes.
            Aquellas maravillosas series es una excusa perfecta para mirar atrás y suspirar, para hablar (una y otra vez) de esos programas que nos marcaron, igual que hablamos siempre de esa ruptura que no hemos superado. Alberto Rey nos propone un recorrido, o más bien su recorrido, por las series de los años 80 y 90 y nos hace sentir parte de algo, de una comunidad, de una mega-pandilla o de una secta televisiva, y eso mola. Mola mazo. Y uno asiente, como diciéndose a sí mismo que ha tenido una infancia fantástica, y asume que en cualquier momento soltará: “La tele de antes tenía un carisma especial; un no sé qué muy bonito”. Y así es cómo aparece irremediablemente la nostalgia. Pero el autor es demasiado listo para conformarse con la nostalgia. Y lo convierte en gamberrismo, en una revisión cómica y bestia de la televisión de hace treinta años, en un curioso ejercicio de memoria. Si la nostalgia es como una cana, la nostalgia que nos propone Aquellas maravillosas series sería como la primera cana, pero en nuestras partes.

PS: Este libro me ha refrescado el que puede ser mi primer recuerdo televisivo y que no es otro que un sofocón, viendo Candy candy.

3 comentarios:

  1. Qué te apuestas a que me paso el resto del día cantando lo de "Quijote,Sancho".Qué recuerdos más estupendos, desde luego que me haré con ese libro y obligaré a mis hijos de 17 años a leerlo, para que vieran qué bien lo pasábamos nosotros .
    Besos

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  2. Pero que maravilla!!! Gracias por darlo a conocer! Yo era muy de V y de El gran heroe americano, Dragones y mazmorras... jajajaja lo syfy ya me tiraba mucho.
    Saludos!

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  3. Uy este libro es 100% para mí. A ver si lo busco por ahí para hojearlo y ver qué tal es.

    Un abrazo ;)

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