martes, 19 de enero de 2016

Los supervivientes


La supervivencia empieza el primer día de curso… y dura toda la vida. El colegio Agustín de Foxá se encuentra en venta. Las personas que han estado vinculadas a él (profesores, alumnos y padres) comienzan un baile de pequeñas mezquindades tras el que ninguno volverá a ser el que era. Un antiguo alumno comienza a preparar un encuentro entre compañeros que se convierte en una cruzada para traer al chico más popular y rico de la promoción, un inútil heredero de un equipo de fútbol de segunda. Y María Victoria, una profesora llena de algo tan peligroso como la ilusión y falta de algo tan necesario como la agudeza, acaba por unir a los únicos supervivientes de un mundo que se cae a pedazos.
 Vivir es sobrevivir, o así al menos lo plantea Jimina Sabadú en esta historia, ganadora del XX Premio de novela Ateneo Joven de Sevilla. Uno sobrevive en el colegio, después en el instituto y en la universidad; cuando crece, sobrevive a los fracasos, al desamor o al desempleo; y le siguen la nostalgia, la vejez y los recuerdos. El ser humano se pasa la vida renaciendo del propio caos, emergiendo de no sé cuántas cenizas y jurando que no se va a rendir jamás. Dedicamos mucho tiempo a sanarnos las heridas, a recomponernos. Es, a grandes rasgos, lo que cuenta la autora en Los supervivientes (Algaida), un libro que nos lleva hasta un colegio, el Agustín de Foxá, para hablarnos de multitud de universos: el de los alumnos que establecen relaciones más o menos (in)sanas con sus compañeros, el de los adultos que estudiaron allí y que aún siguen repitiendo ciertos patrones, el de los profesores que dedican el talento que tienen a la enseñanza y el de los padres de los estudiantes, que lo vean como algo lejano, distante. Y en esta historia aparecen, cómo no, el bullying, la popularidad, el éxito y la decepción. El colegio, como metáfora de la vida, y también como entrenamiento de lo que está por venir.
            Tiene un poso pesimista esta novela, sí, y no me pregunten por qué, es quizá por esas relaciones viciadas, en los adultos y en los jóvenes; por esa crueldad, ese desánimo y esa sensación de ¿y esto es todo lo que hay? O quizá porque hay una profesora que quiere publicar un libro y que escribe en un blog unos post malísimos. (Hija mía, así nunca llegarás a nada). Es cierto que sobrevuela en toda la novela una pesadez profunda y quizás innata al ser humano; los momentos de alegrías son pocos y los personajes, todos, están continuamente en una lucha, sacando a la superficie sus pequeñas mezquindades. Qué agotador. Y volvemos al título, que nos recuerda de lo que nos habla esta historia, de sobrevivir.
            Jimina Sabadú apuesta por capítulos cortos que permiten abarcar a todos los personajes de esta novela coral –no se angustien si se pierden entre un mar de nombres y apellidos, terminarán por encontrarse–, por un estilo conciso, eficaz y con numerosas referencias a la generación que nació en los ochenta. Además, hay capítulos, en esto de la comunicación moderna, que son muy frescos porque reproducen cadenas de mails o post en un blog. Eso sí, me he topado con algunos párrafos descuidados: repetición de una palabra muchas veces en un par de líneas o el uso de estructuras arcaicas. A pesar de todo, la novela avanza con una fluidez indiscutible, y nos va demostrando, a través de las diferentes escenas, que la vida de los adolescentes y de los adultos se parecen más de lo que creemos: la búsqueda de la pertenencia a la comunidad y de la aceptación, la obsesión por el amor, la crueldad como única forma de canalizar las propias frustraciones.
            Los supervivientes habla de ti y de mí. Esta novela-espejo pone encima de la mesa las batallas cotidianas y constantes, y nos enfrenta a los derrotados, a ésos que deambulan por la vida –y por sus páginas– intentando ser felices, a costa de lo que sea, aunque a veces no sepan muy bien dónde está esa felicidad. Y están los torpes, la gente sin talento o, simplemente, los que han tenido mala suerte. Sí, la vida está llena de ellos. A pesar del pesimismo y la dureza, nos alegramos de haber leído a Jimina Sabadú, que seguro dará que hablar. Un placer. Y felicidades, por el premio Ateneo Joven, al que sólo pueden presentarse menores de 35 años.

2 comentarios:

  1. Me apetece ponerme con esta novela. Estoy leyendo muy buenas opiniones sobre ella.
    Besos

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  2. Este tipo de libros suelen gustarme, puede que lo lea :)
    parece estar medianamente bien
    un beesito

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