Hay pasiones tan intensas que podrían derretir la nieve de las estepas rusas. Hay amores tan entregados que nunca se superan y que se llevan casi como una condena, como una bola de hierro en los tobillos. Hay mujeres que aman demasiado, y hombres que no terminan de cogerle el tranquillo a eso del compromiso y las promesas. Y hay historias románticas del siglo pasado que ya no se ven, quizá para beneficio de nuestra salud mental y emocional. Hoy reseñamos Una pasión rusa, la última novela de Reyes Monforte, publicada por Espasa en una edición con pasta dura, y que ha sido galardonada, además, con el prestigioso Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio: una historia que relata la cómoda (al principio) y angustiosa (después) vida de la española Lina Codina, la leal compañera del genial compositor Prokófiev, a la que el destino le tenía preparados un par de sustos, y que sirve para hacer un repaso del mundillo cultural de la primera mitad del siglo XX en Nueva York, París y la antigua Unión Soviética.Impredecible, bellísima y dotada de un hondo sentimiento, como la música compuesta por el genial Serguéi Prokófiev, así era Lina, su musa, su amante y su esposa. Nacida en Madrid en 1897, con apenas 20 años se enamoró perdidamente del que sería su marido, del hombre y también del genio. «La princesa Linette», «mi Avecilla», como la llamaba Prokófiev, comenzó junto al compositor la vertiginosa andadura que da cuerpo a esta novela, que transcurre en los grandes escenarios del siglo XX, desde el Nueva York de los rascacielos, al París de las vanguardias y el glamour, donde la pareja formaba parte del círculo más exclusivo de intelectuales y artistas: Coco Chanel, Hemingway, Picasso, Matisse, Ravel, Diáguilev... Los años transcurrieron luminosos hasta que Prokófiev decidió regresar a la Unión Soviética, donde pretendía consagrar el éxito cosechado en el resto del mundo. Allí, tras los dramáticos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Lina fue acusada de «espía extranjera» bajo el terror estalinista, encerrada y torturada en la siniestra Lubianka y condenada a trabajos forzados en el gulag. Solo su fortaleza, su pasión por la vida y el amor indestructible que sentía por su marido le permitieron sobrevivir.
Si nos fijamos en el título y
le echamos un vistazo a la sinopsis, podemos hacernos una idea de las
grandes tramas que van a aparecer en la novela: por una parte, el amor, esa historia
de atracción y sensualidad que se establece al instante entre los dos
protagonistas y que va perdiendo brillo a medida que avanza la historia; y por
otro, la música, el arte, la cultura de unas décadas especialmente complicadas,
aunque bien es cierto que las aspiraciones creativas de Lina quedan
ensombrecidas por el éxito de su compañero.. Lo que en principio parece una
típica historia de amor –igual de intensa que muchas otras-, alcanza una
dimensión nueva cuando ella entra en el campo de trabajos forzados tras ser
acusada de espía por el gobierno ruso: es
ahí, sobre la página 400, cuando uno tiene la sensación de estar ante una
verdadera experiencia vital, ante algo que realmente deja poso –en ella y
en el lector-, y es entonces conocemos la verdadera esencia de la protagonista,
¡la Lina fascinante! Y resulta curioso que hay un puñado de páginas a mitad de
la historia en las que la protagonista deja de brillar, porque se convierte en
una mujer que se arrastra por amor, una mujer que no se quiere despegar de un marido
que la desprecia. La protagonista, durante una época de su vida, es sólo eso:
una mujer que aguanta.
Para
contar la historia, Reyes Monforte recurre a una estructura temporal clásica (y
cronológica) y después a un estilo
fluido, con cierta tendencia al preciosismo y a la abundante adjetivación. En
esta decisión, caben también las metáforas y las descripciones precisas. Y
ancla también el argumento a personajes conocidísimos, que le dan aire a la
novela: pasan por ahí Coco Chanel, con la que tiene varios encuentros, o con
Ernst Hemingway, con el que tiene una charla casual en un bar. Una pasión rusa se lee como un paseo por
la historia de la primera mitad del siglo XX a través de la cultura y la
política, y a través también de la peculiar mirada de una mujer. Y después de
leerla, nos queda la desasosegante
certeza de que el arte no puede separarse de la política, y más en
regímenes totalitarios…
¿Sabéis eso de dejar lo mejor para el
final? Es lo que ocurre en Una
pasión rusa, una novela donde hay música, lujo, amor –romántico, primero;
dependiente, después– y sufrimiento, todo en cantidades industriales. Y, como
buena biografía, está llena de mensajes vitales: “Porque a veces la vida nos
pone en un lugar que no nos corresponde”, llega a decir la protagonista en un
momento dado, sin imaginarse que acabaría en un campo de concentración. Hagan
un hueco para las 600 páginas de esta novela y conozcan a Lina, y compréndanla,
aunque os den ganas, en algunas páginas, de zarandearla. Porque hay vidas que merecen ser escritas, porque hay amores que
merecen ser recordados.
PS: Y
eso sí, si además, sois melómanos y manejáis un poquito el mundillo, tendréis
un aliciente extra, porque hay muchos pasajes centrados en la música y el arte
de la época.
Preciosa esta historia. A mi me ha cautivado. La leí hace unas semanas y me conquistó por completo.
ResponderEliminarBesos
Tengo que hacerme con este libro que seguro que me gustará :3
ResponderEliminarNo lo conocía pero pinta muy bien y me llama mucho.
ResponderEliminarUn beso
Ya sabía de su existencia, pero aun no he tenido hueco para poder comprarla y leerla; espero poder hacerlo, porque me llamo muchísimo la atención cuando leí su sinopsis.
ResponderEliminarBesos ^^
Me encantó! Me sobraron muchos nombres, pero la historia es preciosa.
ResponderEliminarBesos
parece interesante, del tipo de libros que ma´s suelo leer
ResponderEliminarapuntado
un beesito