miércoles, 2 de septiembre de 2015

Souvenirs


España, 1960. La Dorada, un pequeño pueblo de la costa Brava, empieza a albergar turistas de toda Europa que descubren por primera vez las playas españolas. El profesor Gerald Fraser es uno de ellos. Después de llegar al pueblo y conocer a sus gentes, Gerald se enamora del ambiente distendido y diferente y decide quedarse a vivir allí. Sin embargo, el contraste cultural y los nuevos aires extranjeros no solo traen modernidad sino también un cambio radical en el ecosistema costero: el boom inmobiliario. En este contexto, Gerardo, como le llaman sus nuevos vecinos, será espectador del cambio profundo de una sociedad atónita que el profesor defenderá e intentará salvar, junto a algunos de los pobladores, de la voracidad del negocio del ladrillo del que algunos intentan aprovecharse sin escrúpulos. Patrick Buckley, creador y guionista de Cuéntame cómo pasó, nos traslada a un momento de nuestra historia cercana marcado por la inocencia de un país que emergía asustado a su libertad.
 Hay una edad para la nostalgia, que es básicamente a partir de los 30 años y hasta que te mueres. Es desde entonces (y en adelante) cuando uno empieza a suspirar mientras echa de menos cosas: la infancia, la adolescencia, las comidas de la abuela o los amigos en la plaza. También el asombro de la Noche de Reyes, las excursiones del colegio y las monedas debajo de la almohada. Y si no, que se lo pregunten a Patrick Buckley, el autor de Souvenirs, publicada por Suma de Letras, una historia ambientada en los años 60 en la que el protagonista, alter ego del escritor, hace un tierno ejercicio de memoria para narrar la llegada masiva de los turistas a las playas españolas y la impresionante transformación que sufrieron esos pueblecitos costeros que quedaron enseguida convertidos en altísimas moles de hormigón. Y la novela, aunque a veces se parezca más al ensayo, al diario o a los recuerdos históricos, cuenta, desde la perspectiva de un guiri enamorado de ese país sencillo y casi virgen, cómo eran recibidos los extranjeros, ésos que venían con ganas de pasárselo bien: sol, mar, sangría. Y olé.
            Souvenirs no tiene un conflicto narrativo claro. Es decir, no hay nada que el protagonista –o el héroe- tenga que solventar, ningún malo, ningún nudo que deshacer. Patrick Buckley se decide por una narración casi meramente paisajística;  nos va contando escenas, detalles y costumbres con un hilo conductor claro: el apoyo o el rechazo por parte de los vecinos de La Dorada, un pueblecito catalán, a adaptarse a los turistas. Y su valor estriba justo aquí, en la recuperación de esas costumbres que eran las nuestras hace cinco décadas. Habla de la llegada de los primeros váters –antes tenían letrinas-, de los bailes agarrados y de las comidas raras. Y terminamos con la certeza de que tuvo que ser una época curiosa, que se debatía entre aferrarse a sus costumbres y la fascinación por lo nuevo, por lo libre, por lo exótico.
            Los personajes, levemente estereotipados por exigencias del guion (o de la historia), se mueven con soltura por la novela y van sirviendo de contrapunto en las diferentes situaciones que se van presentando. Tenemos al joven que ve el turismo como una forma de enriquecerse, al que prefiere conservar su pueblo sin la invasión de los extranjeros, a la muchacha que quiere bailar como las suecas y al narrador inocente e impresionable.
            El estilo del autor, reconocido guionista de televisión, es naïf a postas. La visión principal es la de ese inglés joven y apocado que queda enamorado de un pueblecito de costa y que hace todo lo posible por impedir la llegada de turistas porque sabe que acabará con la esencia. Y desde los ojos de ese personaje-narrador conocemos cómo se prometían los jóvenes de los 60, cómo organizaban corridas con vaquillas para que los extranjeros se creyeran toreros y cómo los hoteles se llenaban de actuaciones dirigidas a los europeos. Y una de las más graciosas era una mujer, a la que llamaban La Terremoto, y que era anunciada como The Human Earthquake. Los que me conocéis a mí (y mi producción literaria) sabréis de mi fascinación por la época, y por los albores del turismo y por los pecados de verano.
            Souvenirs es una novela amable y nostálgica, muy nostálgica –incluso para mí, que no he vivido esa época-, porque habla de lo que fuimos y de lo que pudimos ser. Patrick Buckley, el afamado hispanista autor de esta historia, narra con esa voz pausada y cariñosa de los que amaron lo que vivieron. Y eso se transmite: esta lectura es como escuchar a un abuelo, como conocer de primera mano las historias de nuestros antepasados. Y se agradece.

PS: Y yo sigo fascinado con The Human Earthquake. Así de tonto soy.


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