España, 1960. La Dorada, un pequeño pueblo de la costa Brava, empieza a albergar turistas de toda Europa que descubren por primera vez las playas españolas. El profesor Gerald Fraser es uno de ellos. Después de llegar al pueblo y conocer a sus gentes, Gerald se enamora del ambiente distendido y diferente y decide quedarse a vivir allí. Sin embargo, el contraste cultural y los nuevos aires extranjeros no solo traen modernidad sino también un cambio radical en el ecosistema costero: el boom inmobiliario. En este contexto, Gerardo, como le llaman sus nuevos vecinos, será espectador del cambio profundo de una sociedad atónita que el profesor defenderá e intentará salvar, junto a algunos de los pobladores, de la voracidad del negocio del ladrillo del que algunos intentan aprovecharse sin escrúpulos. Patrick Buckley, creador y guionista de Cuéntame cómo pasó, nos traslada a un momento de nuestra historia cercana marcado por la inocencia de un país que emergía asustado a su libertad.
Hay una edad para
la nostalgia, que es básicamente a partir de los 30 años y hasta que te mueres.
Es desde entonces (y en adelante) cuando uno empieza a suspirar mientras echa
de menos cosas: la infancia, la adolescencia, las comidas de la abuela o los
amigos en la plaza. También el asombro de la Noche de Reyes, las excursiones
del colegio y las monedas debajo de la almohada. Y si no, que se lo pregunten a
Patrick Buckley, el autor de Souvenirs,
publicada por Suma de Letras, una historia ambientada en los años 60 en la que
el protagonista, alter ego del escritor, hace
un tierno ejercicio de memoria para narrar la llegada masiva de los turistas a
las playas españolas y la impresionante transformación que sufrieron esos
pueblecitos costeros que quedaron enseguida convertidos en altísimas moles de
hormigón. Y la novela, aunque a veces se parezca más al ensayo, al diario o a
los recuerdos históricos, cuenta, desde la perspectiva de un guiri enamorado de
ese país sencillo y casi virgen, cómo eran recibidos los extranjeros, ésos que
venían con ganas de pasárselo bien: sol,
mar, sangría. Y olé.
Souvenirs
no tiene un conflicto narrativo claro. Es decir, no hay nada que el
protagonista –o el héroe- tenga que solventar, ningún malo, ningún nudo que
deshacer. Patrick Buckley se decide por
una narración casi meramente paisajística; nos va
contando escenas, detalles y costumbres con un hilo conductor claro: el apoyo o
el rechazo por parte de los vecinos de La Dorada, un pueblecito catalán, a
adaptarse a los turistas. Y su valor estriba justo aquí, en la recuperación de
esas costumbres que eran las nuestras hace cinco décadas. Habla de la llegada de los primeros váters –antes tenían letrinas-, de
los bailes agarrados y de las comidas raras. Y terminamos con la certeza de
que tuvo que ser una época curiosa, que se debatía entre aferrarse a sus
costumbres y la fascinación por lo nuevo, por lo libre, por lo exótico.
Los personajes, levemente
estereotipados por exigencias del guion (o de la historia), se mueven con
soltura por la novela y van sirviendo de contrapunto en las diferentes
situaciones que se van presentando. Tenemos al joven que ve el turismo como una
forma de enriquecerse, al que prefiere conservar su pueblo sin la invasión de
los extranjeros, a la muchacha que quiere bailar como las suecas y al narrador
inocente e impresionable.
El estilo del autor, reconocido
guionista de televisión, es naïf a postas. La
visión principal es la de ese inglés joven y apocado que queda enamorado de un
pueblecito de costa y que hace todo lo posible por impedir la llegada de
turistas porque sabe que acabará con la esencia. Y desde los ojos de ese
personaje-narrador conocemos cómo se prometían los jóvenes de los 60, cómo organizaban corridas con vaquillas
para que los extranjeros se creyeran toreros y cómo los hoteles se llenaban
de actuaciones dirigidas a los europeos. Y una de las más graciosas era una
mujer, a la que llamaban La Terremoto,
y que era anunciada como The Human
Earthquake. Los que me conocéis a mí (y mi producción literaria) sabréis de
mi fascinación por la época, y por los albores del turismo y por los pecados de
verano.
Souvenirs
es una novela amable y nostálgica, muy
nostálgica –incluso para mí, que no he vivido esa época-, porque habla de
lo que fuimos y de lo que pudimos ser. Patrick Buckley, el afamado hispanista
autor de esta historia, narra con esa voz pausada y cariñosa de los que amaron
lo que vivieron. Y eso se transmite: esta lectura es como escuchar a un abuelo,
como conocer de primera mano las historias de nuestros antepasados. Y se
agradece.
PS: Y
yo sigo fascinado con The Human Earthquake.
Así de tonto soy.
No me llama la atencion asi que no creo que lo lea.
ResponderEliminarSaludos
No me termina de convencer esta vez.
ResponderEliminarBesotes!!!
Esta historao no me llama nada. Por una vez lo dejo pasar.
ResponderEliminarBesos