viernes, 18 de septiembre de 2015

Instrucciones para una ola de calor


En Londres, en el verano de 1976, durante una ola de calor y una sequía legendarias, Robert Riordan, recientemente jubilado, sale de casa por la mañana, como todos los días, para comprar el periódico, pero esta vez no regresa. Asustada, su esposa Gretta llama a sus tres hijos, que regresarán a la casa familiar para emprender las pesquisas. El inusitado calor provoca extraños comportamientos entre los Riordan, y varios secretos guardados celosamente durante años afloran a la superficie. Cada uno de los hijos tiene sus propias ideas acerca de dónde puede estar su padre, pero lo que ninguno sospecha es que su madre sabe mucho más de lo que les ha contado. Instrucciones para una ola de calor es una novela sobre la familia, sobre lo que contamos y lo que decidimos no contar; sobre los compromisos y las concesiones que hacemos, y sobre lo que puede ocurrir si construimos nuestra vida sobre medias verdades. Escrita con una hermosa y evocadora prosa, la historia de los Riordan mantiene en vilo al lector hasta la última página.
 Creo en los flechazos, en los amores a primera vista y en el irresistible poder de la atracción. Y creo también que a veces no hacen falta más que un puñado de segundos para saber que alguien va a formar parte de tu vida. Por eso, me dejo llevar –y muy gustosamente- cuando esto ocurre con otra cosa, como un libro. Algo así es lo que sentí con Instrucciones para una ola de calor: el título me sugería algo misterioso, Salamandra es siempre una garantía y, en la lectura rápida de las primeras páginas, entendí que ese feeling inicial podría convertirse en una verdadera relación, fascinante. No me equivoqué: esta novela de Maggie O’Farrell se cuela, por méritos propios, en una de mis mejores lecturas del año, gracias a una prosa absolutamente hipnótica, a una historia que ahonda en el oscuro universo de una familia cualquiera y que, como una madeja, se va desenredando poco a poco, y, sobre todo, a unos personajes tan bien construidos que uno tiene la sensación de que acabarán llamando a la puerta de tu casa a pedirte sal o una llave inglesa.
            El motor –el empujón- que justifica esta novela es la desaparición del padre de familia, lo que provoca que los tres hijos, dispersos y con su cuota personal de infelicidad, vuelvan al núcleo familiar, a consolar a la madre, y todo esto durante una ola de calor especialmente severa que los deja atontados, raros, vulnerables. La trama se va abriendo poco a poco, como una concha, y vamos conociendo a los personajes: al hijo en plena crisis matrimonial y que no encuentra sentido a su vida, a la hija mediana, que aún no se ha perdonado por algo que hizo, y a la pequeña, que vive en Nueva York y que tiene como único objetivo protegerse (de algo) y rebelarse (por todo). Y son ellos, desde la cotidianidad de sus acciones, los que van atrapando al lector: aquí reside la grandeza de esta obra. La desaparición del padre pasa a un segundo plano porque estos protagonistas son tan poliédricos, tan carismáticos que queremos conocerlos mejor, queremos saber más, queremos suplicarles que nos cuenten sus secretos. El gran acierto de la autora es que los personajes quedan perfectamente dibujados gracias a los detalles domésticos, íntimos y en principio superfluos, pero que revelan la verdadera personalidad de cada uno de ellos.
            Qué buena es, señores, la traducción de Sonia Tapia: nos trae una prosa fresca, y contundente, que se alza como un protagonista más; sus palabras, con una exquisita tendencia a la poesía, tienen un carácter propio, desprenden una fuerza primitiva que arrastra al lector y que es uno de sus aciertos narrativos. Maggie O’Farrell tiene, además, una de las virtudes que más admiro en los escritores: una asombrosa capacidad de observación, una mirada única ante el mundo que le rodea y que le permite hacer original lo cotidiano. Porque, y aquí está el concepto que atraviesa la novela, toda infelicidad tiene su motivo.
            Instrucciones para una ola de calor se pega a la piel, como el sudor en una tarde de verano, como una camiseta a la espalda. Pero no tengan prisas, que es una lectura del paladeo, de la que hay que masticar varias veces antes de tragar, de la que exige calma y silencio, porque los detalles cuentan. Y disfruten, sufran, y hagan suposiciones, y piensen, y convénzanse de que en todas las familias hay telarañas, tensiones y rencillas. Y deslealtades, y venganzas, y perdones. Y también secretos. ¿Realmente que queréis saber la verdad?

PS: Porque a veces, los amores a primera vista –por los que uno apuesta- dejan huella, se quedan dentro, y se recuerdan con un leve cosquilleo en el estómago. Como este libro.

3 comentarios:

  1. Sabes tentarme! Y no me hubiera fijado en este libro, pero ahora me has dejado con mucha curiosidad.
    Besotes!!!

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  2. He terminado tan cansada del calor de este verano que solo el titulo ya me echa para atras. No creo que lo lea por el momento, ya veremos mas adelante.

    Saludos

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