miércoles, 13 de mayo de 2015

Guardar la casa y cerrar la boca


La reconocida poetisa y traductora Clara Janés, que ha dedicado gran parte de su obra a las diversas expresiones del talento femenino –tanto en literatura como en otras artes–, nos ofrece en este libro un interesante recorrido por distintas culturas y periodos de la historia a través de las principales obras literarias de mujeres que encontraron en las letras la forma idónea para manifestar su sensibilidad. La autora nos descubre también que, según la situación social de la mujer en distintas épocas, la libertad podía hallarse en el encierro (las monjas) y en la alta alcurnia (las reinas) y que, en contra de lo que afirmó Simone de Beauvoir, hubo mujeres guerreras, incluso órdenes de caballería femeninas.
 Dice Clara Janés, ya en las primeras páginas, que la Humanidad le ha dado la superioridad al macho en vez de a la hembra porque ha preferido premiar al sexo que mata –los guerreros– antes que al que engendra –las madres–. Y es así, desde esta posición de clara desventaja, como vamos a conocer el lugar de la mujer en la Historia de la Literatura: su contribución a las letras, sus preocupaciones íntimas y su particular visión del mundo. Hoy os traigo Guardar la casa y cerrar la boca, que publica Siruela dentro de su colección Ojo del Tiempo y que toma tan curioso título de una cita de Fray Luis de León: «porque así como la naturaleza […] hizo a las mujeres para que, encerradas, guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca Hasta ahora, porque la autora les da voz –y de qué forma– a ellas para terminar, de una vez por todas, con algunos falsos mitos: por ejemplo, la primera voz poética conocida, del año 2500 a.C., es la de una mujer, la sacerdotisa acadia Enheduanna, cuya obra fue destruida casi en su totalidad por sus colegas sacerdotes, y que La historia de Genji, considerada la primera gran novela de la literatura universal, la escribió una japonesa, Murasaki Shikibu, y cuya importancia es comparable a la de Don Quijote. Ya sólo con estos datos, intuimos que el papel de las creadoras en esto de la escritura es más relevante y más vasto de lo que pensábamos.
Clara Janés, que además está de enhorabuena porque acaba de ingresar en la Real Academia de la Lengua con el sillón U, firma un respetuoso estudio sobre los talentos femeninos en la literatura, con un mimo indiscutible, y siendo capaz –fijaos qué complicado– de hacer un recorrido serio, completo y con enjundia, y a la vez asequible y entretenidísimo. Ella tiene habilidades para conectar por el lector porque cuenta, explica, sabe dosificar la información y dar golpes de efectos. Su estilo, armonioso y musical, tiene un eco poético, algo que se mete sin quererlo en los oídos, aunque el principal activo de Guardar la casa y cerrar la boca es sin duda que obvia las fronteras. Me explico: la autora no se ciñe al canon occidental, sino que abarca también China, Corea o la India, y nos acerca a culturas y a creaciones desconocidas –o casi– para nosotros. Y nos permite conocer poemas tan maravillosos como éste, de Onno no Komachi:
Sobre mi pecho
flota una barca de pena
y acabo de embarcar;
no hay día en que las olas
no humedezcan mis mangas.
              No es nuevo el interés de Clara Janés por la mujer en la literatura. Este texto lleva años forjándose, y el resultado sorprende, porque en contra de lo que podríamos creer, la mujer ha hablado desde la Antigüedad con soltura del sexo, de la política, y de sus pasiones, una auténtica reivindicación de su identidad. Los perfiles son variados: desde las que lo hacen casi en secreto, como las afganas, hasta que las que se ponen el mundo (y la época) por montera. Las mujeres casadas siempre debían atender sus responsabilidades caseras, y por esto, son muchas veces, las esclavas, las monjas y las cortesanas las únicas que tenían la posibilidad de escribir. Y aprendemos, entre otras muchas cosas, que 50 sombras de Grey no ha descubierto nada porque ya hubo un movimiento de literatura erótica en Egipto, que escribir poesía era algo natural para las mujeres árabes, que en Corea existió una literatura femenina contra la suegra, que no nos queda nada de las romanas, antecedentes de la mujer moderna, y que las místicas fueron a veces las más atrevidas. Y lo único que se le puede reprochar a Clara Janés es que este estudio no sea más largo, más ancho, más profundo, porque el lector se queda con la sensación de que sólo ha recorrido unos pasos de un terreno enorme, sembrado de sorpresas.
Guardar la casa y cerrar la boca es un apasionante recorrido por la Historia de la mujer creadora –y no sólo de vida, sino también de Literatura–, un sentido homenaje a esas voces femeninas que han estado amordazadas, casi ocultas. Este ensayo nos presenta a un grupo de mujeres valientes, de boca abierta y verso fácil, como Safo, Hipatia y sor Inés de la Cruz. Felicidades a la autora, Clara Janés, por desempolvar sus creaciones, y por dejarnos claro dos cosas: que las mujeres tienen la palabra, y que aún quedan ámbitos en los que tenemos que devolverles a ellas el pedestal.
Y prefiero acabar con otras muestras:
El amor de hace un rato
Y el humo del tabaco
Poco a poco
Sólo deja ceniza.

O por ejemplo:
Si no sabías amar,
¿por qué has despertado mi corazón dormido?


1 comentario:

  1. No me llama la atencion este libro asi que no creo que lo lea.

    Saludos

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