sábado, 3 de enero de 2015

Cenizas


Alex es una adolescente enferma que, sin posibilidades de recuperación, decide atravesar a solas los fríos bosques de Waucaaw. Allí se encuentra con un anciano y su nieta, Ellie, una niña que acaba de perder a su padre en Irak. Cuando está a punto de dejarlos y seguir su camino, un extraño zumbido lo cambia todo. Alex se retuerce de dolor, los pájaros se desploman en la tierra, los aparatos dejan de funcionar.... Cuando el chirrido cesa, el abuelo ha muerto y la joven está sola con Ellie. En el bosque se oyen disparos. Todo parece peligroso.
 Que nadie resople al escuchar las palabras «zombies», «distopía», «historia apocalíptica» o «protagonista con una enfermedad incurable»; parecen trilladas, propiedad de otros productos universales y mega-exitosos, como les pasa, por ejemplo, a los vampiros con la saga Crepúsculo, o a los magos con los siete libros de Harry Potter. Y a Cenizas quizá le perjudique un poco esto, que puede dar la sensación de ir a remolque de otros títulos, aunque tiene méritos propios para brillar y para hacerse un hueco en esto de la literatura juvenil. ¿Que tiene muertos vivientes que se comen a la gente? Pues sí. ¿Que está ambientada en un mundo apocalíptico? Pues también. ¿Que el personaje principal es una joven enferma? Yes! Y a pesar de todos estos elementos, tenemos una historia diferente y adictiva, a ratos alucinante. Cenizas, la primera entrega de la trilogía de Ilsa J. Bick, es un efectista (y desconcertante) libro de aventuras-misterio-terror, publicado por Nocturna Ediciones hace un par de años: en unos segundos, el mundo entero cambia. Algo parece haber transformado en una especie de caníbales a casi todos los jóvenes del mundo. Empieza, entonces, la lucha por la supervivencia, por saber qué ha pasado, por intentar que todo vuelva a la normalidad. Bienvenidos a Cenizas.
            Os daré un dato, que no es casual: la autora de este libro es psiquiatra infantil y forense, así que os podéis hacer una idea del tono de la historia. Nada de protagonistas ñoños ni de escenas de acción descafeinadas, ni de descripciones edulcoradas. Aquí, en esta novela, lo terrible es también un valor. Se habla sin tapujos de la muerte, del canibalismo y de los peligros. Quizá tiene un punto –o un puntazo– gore, pues sí, pero no desentona con la trama. En absoluto. Asistimos a matanzas, donde hay vísceras, sangre y cerebros, miembros amputados, cadáveres y carne desgarrada. Si estuviéramos en el cine, sería de esas películas que uno ve tapándose la cara, mirando la pantalla a través de una rendija entre los dedos. En este aspecto, Cenizas es un libro valiente y violento, en el que el narrador no se corta a la hora de mostrarnos ese mundo sucio, donde nada importa más que saciar el hambre, que sobrevivir. Y que matar al que nos quiere matar.
Es indudable que Ilsa J. Bick sabe escribir. Su estilo, sencillo y cuidado, es tan rápido que nos mete en la historia casi sin darnos cuenta. Andamos por los bosques, huimos de ésos, los enemigos, y temblamos de miedo. Decía antes que era una novela muy efectista: lo es. Sabe contagiarnos la tensión y, sobre todo, sabe imprimirle a la historia giros inesperados, llevar al lector por el camino menos previsible. Ahora bien, es cierto que el argumento parece dividido en dos, como si hubiera dos novelitas dentro de una. Hay una primera parte vertiginosa, de caminatas por los bosques y luchas con los zombies –ella los llama siempre «los del cerebro frito» o «los cambiados»–, y una segunda, ambientada en una extraña aldea, en la que el ritmo decae y la narración se vuelve lenta y sosegada, y es aquí donde uno echa de menos esa acción trepidante. Eso sí, tiene un final de infarto, uno de los más desconcertantes que recuerdo.
«La paz tiene un precio», dicen los personajes en algún momento, y sobre eso va esta novela, porque a veces, para conseguir la tranquilidad, es necesario provocar varias guerras (y salir vivo de ellas). Es imposible no acordarse de Stephen King en diferentes momentos de la trama. Es normal: la autora ha confesado su pasional devoción por sus libros. Y lo demuestra. Además, y es algo que agradezco, los personajes están cargados de humanidad, no son siempre héroes, sino que se muestran egoístas, cobardes y hastiados, como todos, (y eso que vamos por ahí con una escopeta para matar a muertos vivientes).
El principal logro de Cenizas es el entretenimiento –pura adrenalina en vena–, y también saber darle una vuelta de tuerca al género de los zombies y de los mundos apocalípticos. Ilsa J. Bick se lanza de cabeza a lo gore y nos da sangre en cantidades industriales. Y la historia, como un buen manjar, se devora con ansia. Es curiosa la metáfora de ese zumbido misterioso que convierte en seres extraños a los adolescentes, sólo a ellos. Como si hubiera una época de la vida, la juventud, en la que las personas fueran más proclives a transformarse en monstruos…

3 comentarios:

  1. Me parece que no disfrutaría yo mucho con este libro así que lo dejo pasar.
    Besotes!!!

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  2. Lo siento, pero el puntazo gore y la sangre en cantidades... pues como que no me va mucho, es cierto que nunca he leído algo así, pero ya es que s-olo con la reseña es que ni me imagino leyendo un libro como este
    me alegro que lo disfrutaras, pero este no lo apunto
    un besito

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  3. Me moría de ganas de leerlo, la verdad, y con tu reseña me has convencido del todo. No sé si lo comparé en español o en inglés, pero será una de mis próximas compras sí o sí. ¡Ya me muero de ganas por leerlo!

    Un besito ♥

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